ELMUNDO.ES/PABLO PARDO
WASHINGTON.- De un lado, George Soros (7.170 millones de euros de patrimonio, presidente del fondo que lleva su nombre); Philip Falcone (1.355 millones, el pobre del grupo, director de Harbinger); Kenneth Griffin (consejero delegado de Citadel, 2.400 millones); Jim Simons (4.400 millones, director de Reinassance); y John Paulson (2.400 millones, presidente del fondo de su nombre). Frente a ellos, Henry A. Waxman, miembro de la Cámara de Representantes, con un patrimonio inferior a los 1,6 millones de euros.
Ese fue el intercambio que tuvo lugar el jueves en el Comitíé de Supervisión y Reforma del Gobierno de la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Los 43 miembros de ese grupo legislativo sentaron a los cinco mayores iconos de la industria de los hedge funds. Así que por un lado estaban sus señorías, con un salario de 135.000 euros anuales, y por otro, cinco caballeros que, cada uno de ellos ganó el año pasado más de 800 millones de dólares, según explicó el representante demócrata por Maryland Elijah Cummings.
El que alguien gane esas cifras simplemente por realizar unas órdenes de compra en el momento adecuado justo cuando la economía de un país está sufriendo su mayor crisis en díécadas le garantiza una mala prensa, tan mala como hermosa es su cuenta corriente. Así que la reunión de ayer fue tensa. "Ustedes cinco son más ricos que Dios", lanzó Cummings en un momento dado, según la transcripción del intercambio de The Wall Street Journal. Y, además, la forma de operar de los empresarios situados frente a íél le daba munición para el ataque.
Porque los hedge funds son grandes fondos no regulados, basados en paraísos fiscales, que asumen riesgos inconcebibles y totalmente opacos. Eso los hace víctimas propiciatorias en caso de crisis. En abril de 2005, el entonces vicecanciller alemán, Franz Muntefering, los llamó "plagas de langosta". Y el ex primer ministro malasio, Mahatir Mohammed, los convirtió en 1998 en una espectacular punta de lanza de una conspiración occidental para "que no prosperemos".
En el colapso de los mercados los hedge funds han sido atacados dos veces. La primera, en septiembre, cuando varios países limitaron drásticamente las ventas a corto, en las que se apuesta por la caída de un valor, una tíécnica muy común en estos fondos. La segunda, ahora, porque muchos atribuyen la volatilidad de los mercados a los esfuerzos de estos fondos por equilibrar sus balances.
Con semejante situación, los millones valían poco. Abrió la sesión Falcone, con una proclamación de su "orgullo por lo que hemos hecho en Harbinger", seguido del recordatorio de que "la compensación en el sector se basa en los resultados". Y, como si íél fuera el político, se lanzó a celebrar sus orígenes humildes. "No todos hemos nacido en la Quinta Avenida", dijo, en referencia a la calle más cara de Nueva York.
Soros -que tiene una historia aún más increíble porque escapó del Holocausto de milagro- defendió-, como siempre, una mayor regulación del sector. Y, tambiíén muy en su línea, vaticinó grandes catástrofes. "Una recesión mundial es ahora inevitable, y la posibilidad de una depresión no puede ser descartada", dijo, con su habitual acento húngaro.
Otros no fueron tan condescendientes. Paulson lanzó un sarcástico "agradezco su preocupación por el código fiscal" a Cummings cuando íéste comentó que los gestores de hedge funds apenas pagan impuestos. La reunión sirvió para revelar de nuevo el desencuentro entre el Capitolio y Wall Street, casi tan grande como las diferencias de ingresos entre los miembros de uno y otro lugar.