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Autor Tema: Ciudades enfermas ...  (Leído 818 veces)

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Ciudades enfermas ...
« en: Enero 01, 2009, 12:35:12 pm »
Por ... Thelma Gómez Durán

A sus 3 años, Josmar Garcí­a inhala su dosis diaria de polvo. Por ello padece una infección en sus grandes ojos, resequedad en la piel y una tos que sólo lo abandona una o dos semanas al mes.

El pardo es el color que mejor conoce, el tono que predomina a su alrededor, en los ladrillos desnudos de las casas a medio construir, las calles sin pavimentar, los autos empanizados por capas de tierra, el aire que respira.

Así­ crece en la colonia Amíéricas Primera Sección, municipio Valle de Chalco Solidaridad, donde las partí­culas de polvo son la principal fuente de contaminación atmosfíérica.

Como Josmar, millones de niños y adultos están expuestos a los efectos del polvo por vivir en zonas urbanas del paí­s donde las tolvaneras son parte del paisaje, incluidas las ciudades de la frontera norte, Zacatecas, San Luis Potosí­ y el Estado de Míéxico, principalmente en los municipios connurbados de Valle de Chalco Solidaridad, Ecatepec y Chimalhuacán.

Las tolvaneras no sólo provocan los mismos padecimientos que aquejan a Josmar. Un estudio en Mexicali (capital de Baja California) corroboró que las partí­culas del polvo que se respiran en forma cotidiana pueden asociarse con retraso en el crecimiento, asma, fibrosis pulmonar y aun cáncer; en este caso, sobre todo al combinarse con partí­culas de origen vehicular e industrial.

La investigación, financiada por la Academia and Professional Programs for the Americas (Laspau), se titula “Evaluación toxicológica de PM10 y PM2.5 de la ciudad de Mexicali y su correlación con el contenido del suelo. Un estudio para evaluar y dirigir medidas de control”.

Fue realizada entre 2005 y 2007 por cientí­ficos del Instituto Nacional de Cancerologí­a, la Universidad Nacional Autónoma de Míéxico (UNAM), la Universidad Autónoma de Baja California y el Instituto Nacional de Ecologí­a (INE).


Enfermarse por limpiar


El motor del estudio citado arrancó hace dos díécadas, cuando el míédico álvaro Osornio Vargas atendió a una habitante de la periferia de Mexicali, de 26 años, que tení­a el corazón más grande de lo normal.

La joven comenzó a sentirse mal; se le hinchaban las piernas y estaba fatigada todo el tiempo. Los míédicos detectaron un trastorno cardiaco y recomendaron a su familia llevarla al Instituto Nacional de Cardiologí­a, en la ciudad de Míéxico, donde los especialistas, entre ellos Osornio Vargas, detectaron que, además, le fallaban los pulmones.

Cuando los padres respondieron que la mujer se dedicaba a limpiar y barrer, los míédicos pidieron que reunieran la tierra acumulada en la casa durante una semana.

La familia regresó con una bolsa que contení­a casi dos kilos. Diversos estudios comprobaron que habí­a partí­culas de ese polvo en los pulmones de la mujer, cuyo diagnóstico fue fibrosis pulmonar, padecimiento común entre mineros, canteros o ladrilleros mayores de 50 años, pero no en amas de casa de 26 años. La joven murió dos años despuíés.

En Mexicali, 29% de las calles no están pavimentadas y hay tolvaneras hasta dos o tres veces diarias. El investigador Osornio Vargas refiere que en Baja California 24.8% de las muertes entre menores de 25 años se debe a alguna enfermedad respiratoria; el promedio nacional es de 12.8%.

La Comisión de Cooperación Ecológica Fronteriza estima que en la frontera norte las ciudades tienen un rezago en pavimentación de 50%. Este organismo, creado en 1993, en el marco del Tratado de Libre Comercio (TLC) para atender los impactos ambientales en la frontera, incluyó en 2007 el tema de la falta de pavimentación entre los principales problemas ambientales de aquella región del paí­s.


Lo que se respira


álvaro Osornio Vagas, en la actualidad investigador del Instituto Nacional de Cancerologí­a, tuvo que esperar casi 20 años para estudiar sobre los efectos tóxicos del polvo en Mexicali. Con otros 14 investigadores realizó un estudio consistente en instalar dos estaciones de monitoreo de PM10 y PM2.5 (partí­culas suspendidas con un diámetro menor a 10 micras o menor a 2.5 micras) en el centro y sureste de esa ciudad fronteriza.

Encontraron que 70% de las partí­culas suspendidas son de origen geológico, es decir, del suelo; 22% provienen de la quema en campos de cultivo; 4% de los vehí­culos automotores, y 4% de la industria.

Al hacer las pruebas toxicológicas de las partí­culas de origen geológico observaron que el polvo tiene compuestos que causan daños al aparato respiratorio y que pueden desencadenar bronquitis crónica, retraso en el crecimiento o fibrosis pulmonar.

“Tenemos evidencia de que estas partí­culas dañan el ADN de la cíélula, pero de una forma diferente a como lo hacen las partí­culas arrojadas por los automóviles”, explica Osornio Vargas.

Recuerda tambiíén que en la díécada de los ochenta los cientí­ficos comenzaron a poner mayor atención en las partí­culas del suelo y su afectación a la salud; en algunos casos el interíés surgió por reportes del zoológico de la ciudad de San Diego, donde murieron animales por enfermedades de tipo pulmonar; “Les iba más mal a los animales rastreros que a la jirafa, desde ahí­ se comenzó a manejar que podrí­a ser el suelo lo que les causaba el problema”.

El director del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER), Rogelio Píérez Padilla, conoce el estudio de Mexicali y lo que más atrae su atención es que “muestra que la fibrosis pulmonar no es resultado de ejercer un oficio, sino por la exposición en la vida diaria. El polvo de esa ciudad tiene compuestos, como el sí­lice, que pueden inducir a una cicatrización del pulmón, tal y como sucede con los mineros”.

La fibrosis pulmonar se produce cuando partí­culas se depositan en los alveolos pulmonares, provocando una inflamación que disminuye la capacidad pulmonar.

Los factores que contribuyen a su desarrollo son la prolongada exposición a partí­culas, y el tamaño y las caracterí­sticas de íéstas, así­ como la susceptibilidad de cada persona.


Asunto de justicia ambiental


En Chimalhuacán, el municipio urbano más marginado a nivel nacional, sólo tres de cada diez calles tienen pavimento; aunque las casas nunca tienen sus ventanas abiertas, el polvo tapiza todo el mobiliario.

Gloria de la Rosa López emprende una lucha diaria contra el polvo.

“Nunca se acostumbra uno a vivir con íél. Mis hijos crecieron aquí­, siempre se enfermaban, siempre tení­an tos. Yo voy a cada rato al doctor por infecciones en los ojos”.

Sacude todos los dí­as y lanza a la calle cubetadas de agua sucia para apaciguar la tierra. Sus esfuerzos son vanos. Vive a unas cuadras del canal de aguas negras Bordo de Xochiaca, sobre la calle López Portillo, camino obligado de pipas repartidoras de agua que a su paso dejan una nube de polvo.

Por cada kilómetro recorrido por un vehí­culo sobre una vialidad sin pavimento se producen 324.54 gramos de polvo con partí­culas menores o igual a 10 micras.

En contraste, por cada kilómetro recorrido por un vehí­culo sobre una viabilidad pavimentada se tienen 0.81 gramos; así­ que en una calle sin pavimentar se generan cerca de 400 veces más partí­culas PM10 que en una calle pavimentada, según datos de la Comisión de Cooperación Ecológica Fronteriza.

Los cientí­ficos que realizaron el estudio en Mexicali señalan que la pavimentación en zonas urbanas tendrí­a una “reducción aproximada de 50% de mortalidad asociada con los impactos analizados”.

Tambiíén calcularon que con pavimentar 73% del total de calles de Mexicali se lograrí­a disminuir 14.2% de los niveles actuales de contaminación por PM10.

En Reynosa, Tamaulipas, dicha comisión comenzó un programa piloto para medir los efectos al ambiente y la salud de la población, antes y despuíés de la pavimentación.

Otras ciudades, como Nogales, Sonora, obtuvieron financiamiento del Banco de Desarrollo de Amíérica del Norte para su “Programa de Pavimento y Calidad del Aire”.

El director de la Comisión de Cooperación Ecológica Fronteriza, Daniel Chacón Ayala, advierte que combatir la contaminación por polvo es un tema de “justicia ambiental, porque los mayores problemas de partí­culas suspendidas están en las zonas más pobres, en los sectores más vulnerables de la sociedad que con estos problemas ambientales tienen menos oportunidades para salir del cí­rculo de la pobreza”.

En la colonia Amíéricas, en Valle de Chalco, la madre de Josmar ignora quíé son las PM10 y la fibrosis pulmonar, pero conoce el sabor del polvo, la sensación de resequedad que provoca en la garganta y la impotencia porque los jarabes no alivian a su hijo.

Tambiíén sabe que las cosas empeoran entre diciembre y marzo, la temporada de las tolvaneras; es cuando los niños más faltan a la escuela por enfermedad.

Aquí­ todo el año las familias sufren padecimientos respiratorios, conjuntivitis o diarreas, informa Alma Rangel, enfermera del Centro de Salud Marí­a Isabel.

Esta colonia fundada a mediados de los noventa se erigió en terrenos de cultivo rodeados por canales. Sus habitantes llegaron de Veracruz, Oaxaca, Guerrero y Jalisco, y comenzaron a rellenar la zona con cascajo traí­do de los alrededores.

Con esta tierra muerta formaron una capa de hasta metro y medio sobre la que construyeron sus casas. Es lo que hoy respiran, el polvo que los enferma y mancha de gris su vida.


Tolvaneras, soluciones a medias


Los trastornos de la salud causados por las tolvaneras en la frontera norte y el Valle de Míéxico han ocupado a cientí­ficos de diferentes áreas, en diversas íépocas.

A mediados de los años sesenta ingenieros encabezados por Nabor Carrillo y Gerardo Cruickshank propusieron el “Proyecto Lago de Texcoco, rescate hidrológico”. Entre sus objetivos estaban recargar los acuí­feros y disminuir la presencia de polvo. El proyecto quedó inconcluso; sólo alcanzó a crearse el lago artificial Nabor Carrillo.

A principios de 2000 expertos del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM comprobaron, con un míétodo meteorológico de cómputo, que al construir un cuerpo acuático trece veces más grande que el lago artificial Nabor Carrillo lograrí­a reducirse la contaminación atmosfíérica del lugar.

A su vez, los cientí­ficos que realizaron la investigación sobre los efectos tóxicos del polvo en Mexicali, sugirieron a las autoridades municipales realizar un programa de pavimentación, regular la quema en campos agrí­colas y sembrar especies vegetales que permitan crear barreras naturales contra el polvo.




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