Opinión, por Ramón Aragoníés
Basta ya de ayudas y rescates a costa del contribuyente
Fecha: 16/1/2009
Ramón Aragoníés
Redactor Jefe de contenidos de Invertia
"Si Hacienda somos todos, yo ahora soy banquero, inmobiliario y magnate del motor" repetía indignado hace unos días un amigo a otro en un bar de Madrid. La conversación llamó mi atención. Y es verdad que ese viejo aforismo utilizado en los ochenta y noventa por el fisco para tratar de interiorizar en todos nosotros la obligación de cotizar y cumplir como contribuyentes cobra en esta coyuntura de nacionalizaciones y rescates gubernamentales una dimensión nueva.
Si Hacienda somos todos, los contribuyentes somos ahora banqueros, magnates del motor o promotores inmobiliarios
Realmente, los ciudadanos de todo el mundo, incluidos los españoles, pero especialmente los de EE UU y el Reino Unido, asistimos estupefactos a la concesión masiva de ayudas públicas y estatales a grandes sectores financieros e industriales para evitar el colapso de empresas emblemáticas.
Buena parte de la sociedad asume que si no se otorgan esos subsidios la situación futura para nuestras economías puede ser peor, pero ¿hay algún límite a esta sangría de millones y millones y quiíén pagará al final la factura de estos desmanes?
En los últimos días se han realizado dos nuevas cuasi nacionalizaciones, la de Bank of America, que ya había recibido subvenciones hace meses por valor de 25.000 millones de dólares, y ahora ingresa otros 138.000 millones de dólares. Y tambiíén el irlandíés Irish Bank ha “pedido prestado†otros 3.000 millones de euros mediante una intervención pública que la salva de una bancarrota segura. Al tiempo, proliferan los rumores de nuevas intervenciones que otros mercados, que en muchos casos lanzan los especuladores para salvar valores que han quedado desahuciados por sus problemas financieros.
En otros países, entre los que se encuentra parcialmente España, se están dando tambiíén fondos públicos a grandes instituciones financieras y automovilística, y hasta las inmobiliarias, pero de forma indirecta a travíés de subastas públicas mediante emisiones de deuda pública. Al final todo es lo mismo, dinero del bolsillo de los contribuyentes que va a parar a manos de banqueros y empresarios en muchos casos irresponsables y deshonestos.
El Ejecutivo de Zapatero ha llegado incluso a aprobar una rebaja fiscal de 25 puntos porcentuales para los directivos y socios de bancos y cajas sobre los rendimientos mobiliarios obtenidos en sus propias entidades financieras, que ha sido recurrida ante el Tribunal Supremo por los tíécnicos de Hacienda.
Para más inri, hace varias semanas todos pudimos oir con cierta indignación como el responsable de una patronal inmobiliaria decía con cierta soberbia y altaneria que si les apretaba la deuda, antes de bajar el precio de sus nuevas promociones de pisos a los particulares, los entregaría al banco.
Frases petulantes como estas, procedentes de ejecutivos y reguladores que ahora se sienten en el disparadero de la sociedad, resultan inauditas. Como los dispendios protagonizados por responsables de grandes corporaciones como AIG que al tiempo que estaban recibiendo fondos públicos se permitían grandes fiestas en hoteles de lujo.
Una vez más, la historia se repite. El pueblo llano acaba pagando los platos rotos de los pudientes. Antes lo hacía para costear las guerra de reyes y nobles o los excesos imperialistas de monarquias y oligarquias indecentes y ahora para hacer viable un modelo financiero perverso creado por una casta de financieros avariciosos y de reguladores ineptos.