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Autor Tema: LUZ DE GAS  (Leído 1045 veces)

Scientia

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LUZ DE GAS
« en: Septiembre 17, 2021, 05:46:48 pm »
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LUZ DE GAS

La luz de gas es una forma de maltrato y manipulación psicológicos que busca sembrar la duda en un individuo específico o en miembros de un grupo objetivo, lo que hace que cuestionen su propia memoria, percepción y cordura. Usando la negación persistente, la distracción, la contradicción y la mentira, intenta desestabilizar a la víctima y deslegitimar su credibilidad.

Puede consistir en negaciones simples por parte del abusador, en el sentido de si determinados eventos ocurrieron o no, o incluso en la escenificación de situaciones extrañas con el fin de desorientar a la víctima.

El término proviene de la obra de teatro británica Gaslight, de 1938 (conocida como Angel Street, en Estados Unidos), así como de las adaptaciones fílmicas de 1940 y de 1944. El argumento habla de un hombre que intenta convencer a su mujer de que está loca, manipulando pequeños objetos de su entorno e insistiendo constantemente en que ella está equivocada o que está padeciendo lagunas de memoria cada vez que ella menciona estos cambios. El término alude a las lámparas de gas que el marido usa en el ático mientras busca el tesoro escondido. La mujer avista dichas luces, y él le insiste en que no son más que delirios.

El término hacer luz de gas se ha usado coloquialmente desde la década de 1970 para describir los esfuerzos para manipular el sentido de realidad de una persona. En un libro de 1980 sobre el abuso infantil, Florence Rush mencionó la adaptación de 1944 de George Cukor y escribió «incluso hoy, la palabra gaslight (luz de gas) es usada para describir un intento de alguien de destruir la percepción de la realidad de otra persona.» El término fue popularizado en el libro de 1994 Gaslighting: How to Drive Your Enemies Crazy, de Victor Santoro, donde se exponen tácticas ostensiblemente legales para molestar a otros.


Según la psicóloga Raquel Buznego (http://www.revistafusion.com/2004/marzo/psico126.htm):

Hacer "luz de gas" consiste en conseguir que alguien dude de sus sentidos, de su razón y hasta de los hechos que presencia. Se trata de un eficacísimo método de acoso basado en la manipulación de la situación a fin de anular la voluntad de la víctima.

Este método suele acontecer, más frecuentemente, dentro de la familia ya que es donde se dan las condiciones más adecuadas para seguir los pasos sin que otras personas puedan interferir en el proceso. El acosador disfruta de una relación privilegiada con la víctima y suele ser una persona con grandes capacidades de convencimiento, manipulativas y, desde luego, malévolas. Este tipo de acoso sigue generalmente las siguientes pautas:

Manipulación de la realidad: para ello se introducen circunstancias anómalas como puede ser hacer desaparecer objetos, producir ruidos que el manipulador dice no escuchar, negar que se haya sostenido una conversación, etc.
Invalidar la percepción de la víctima: se trata de convencerla de que sus sentidos la engañan, para ello se niega cualquier hecho que haya observado, se le convence de que ha dicho lo que no ha dicho, se le hace creer que sus amigos son sus enemigos y que actúan con mala fe, se le acusa de errores no cometidos, etc.
Limitar la vida social de la víctima: se trata de aislar lo más posible a la persona acosada, cuanto más limitadas estén sus relaciones menos posibilidades existen de que se interrumpa el proceso, es por ello que se la hace desconfiar de todo y de todos garantizando así que no airee información de lo que está ocurriendo. El círculo se va cerrando y llega un momento en que la víctima queda limitada a un espacio cada vez más reducido que percibe como seguro.
Hacer dudar acerca de una forma racional de pensar: una vez que la víctima está suficientemente debilitada, que duda de sus conductas, que cree en lo que le dice la otra persona más que en sus percepciones es cuando el acosador introduce la idea de que su cordura es cuestionable.
En este punto que arranca de la consecución del anterior el acosador aprovecha cualquier arrebato o crisis de la víctima para demostrarle lo enferma que está, por tanto debe de dejar cualquier tipo de actividad social, si es que aún conservaba alguna, para depender exclusivamente de las decisiones del acosador.

A partir de este momento la víctima se ha puesto totalmente en manos de su verdugo, en quien confía plenamente aunque le produzca un daño irreparable. Existe el convencimiento de que se está atravesando un trastorno mental y por ello debe delegar cualquier tipo de decisión en la otra persona, existe una confianza ciega en el acosador y se establece una relación de dependencia patológica difícil de romper sin que exista una intervención externa.

Es en este momento cuando la patología, que no existía, comienza a instaurarse en el organismo. La ansiedad, la depresión, las crisis de nervios, los arrebatos emocionales y los trastornos obsesivos son los síntomas más frecuentes que incapacitan a la persona para tomar cualquier tipo de decisión.

La víctima en este estado ha perdido cualquier tipo de credibilidad, su cordura está en entredicho y sus familiares, que desconocen las maniobras del acosador, aceptan que existe algún tipo de trastorno mental y, por tanto, queda anulada la autonomía de la víctima.

Quien prefiera obviar los hechos, por comodidad, está colaborando con un verdugo, con la mezquindad de alguien que se cree con capacidad para incapacitar a otra persona, con una situación de terror psicológico.
Es cuestión de conciencia.


Según Javier Marías (http://elpais.com/diario/2001/07/12/opinion/994888807_850215.html):

No hacerlo, no admitir eso, supone ese enorme desprecio que mencioné antes, pero constituye además un insulto: equivale a tachar de locos al conjunto de los ciudadanos, de disparatados, de grillados, de idiotas. Cuantos hoy niegan las evidencias con gran aplomo y mayor cinismo deben de estar acostumbrados a hacer lo mismo en sus asuntos particulares. Es, más o menos, lo que en el lenguaje coloquial llamamos ‘hacer luz de gas’ a alguien, como hacía Charles Boyer con Ingrid Bergman en la célebre película de George Cukor, Gaslight, de donde proviene la expresión ya consagrada en castellano. A saber, persuadir a una persona de que su percepción de la realidad, de los hechos y de las relaciones personales, está equivocada y es engañosa para ella misma. Negarle que lo ocurrido y presenciado haya ocurrido; convencerla de que en cambio hizo o dijo lo que no hizo ni dijo; acusarla de haber olvidado lo efectivamente acaecido; de inventarse problemas y sucumbir a sus suspicacias; de ser involuntariamente tergiversadora, de interpretar con error siempre, de deformar las palabras y las intenciones, de no llevar razón nunca, de imaginar enemigos y fantasmas inexistentes, de mentir -sin querer, pobre- constantemente. Para quien sabe persuadir a alguien de todo esto (y los casos no son nada raros, ni quedan confinados en modo alguno al de la película famosa), se trata de un eficacísimo método para manipular a antojo y anular voluntades, para hacerse dueño de la víctima y convertirla en su esclava.


Uso:

Los sociópatas y los narcisistas usan tácticas de luz de gas. Los sociópatas constantemente transgreden las costumbres sociales, rompen las leyes y explotan a los demás, pero también suelen ser mentirosos convincentes, a veces encantadores, que niegan sistemáticamente las fechorías. Por lo tanto, quienes han sido víctimas de sociópatas pueden dudar de sus propias percepciones.

El objetivo final de un abusador es hacer que la víctima se cuestione todas sus decisiones y cuestionar su cordura, haciéndolos más dependientes del abusador. Una táctica que degrada aún más la autoestima de un objetivo es que el abusador ignore, luego atienda, luego ignore a la víctima de nuevo, de modo que la víctima baje su concepto personal de lo que constituye afecto y se perciba a sí mismo como menos digno de afecto.

Las víctimas de acoso escolar pueden experimentar luz de gas. Cuando se combina con otros métodos psicológicos y físicos, el resultado puede provocar trastornos psicológicos duraderos e incluso desembocar en enfermedades como la depresión o la fobia social.

Hay dos características de la luz de gas: el abusador quiere un control total de los sentimientos, pensamientos o acciones de la víctima; y el abusador abusa discretamente emocionalmente de la víctima de manera hostil, abusiva o coercitiva.


En psiquiatría:

Se ha observado la luz de gas entre el personal y los internos de centros psiquiátricos.

En un artículo de 1981, Some Clinical Consequences of Introjection: Gaslighting, Calef y Weinshel argumentan que la luz de gas implica la proyección e introyección de conflictos psíquicos del autor a la víctima: "esta imposición se basa en un tipo muy especial de 'transferencia' (…) de conflictos mentales potencialmente dolorosos". Los autores exploran una variedad de razones por las cuales las víctimas pueden tener "una tendencia a incorporar y asimilar lo que otros externalizan y proyectan sobre ellas", y concluyen que la luz de gas puede ser "una muy compleja y altamente estructurada configuración que abarca contribuciones de muchos elementos del aparato psíquico". Dorpat (1994) describe esto como un ejemplo de identificación proyectiva.

Hilde Lindemann dice que, en tales casos, la capacidad de la víctima para resistir la manipulación depende de "su capacidad para confiar en sus propios juicios". El establecimiento de "contra-relatos" puede ayudar a la víctima a readquirir "niveles normales de libre albedrío".

En el artículo "Falsifying Reality, Spawning Evil", el autor David Shasha intentó descubrir cómo uno se convierte en una víctima de luz de gas cuando diseccionó la película Gaslight de 1944. De acuerdo con el artículo, los abusadores primero eligen un objetivo que es vulnerable, mentalmente débil, fácilmente derrotable y manipulable. La capacidad de la víctima para defenderse es generalmente mínima. En las relaciones, la manipulación y explotación de la honestidad y el amor de la víctima es el concepto principal en el proceso de luz de gas. Los profesionales de la salud mental suelen utilizar la luz de gas y otros métodos de control interpersonal porque son efectivos para moldear el comportamiento de otras personas. La luz de gas depende de "en primer lugar convencer a la víctima de que su pensamiento está distorsionado y, en segundo lugar, persuadirlo de que las ideas del abusador son las correctas y verdaderas".

La intención principal del abusador es enfocarse en el equilibrio mental, la autoconfianza y la autoestima de la víctima. Es una forma peligrosa de abuso porque socava la estabilidad mental de la víctima, que se deprime y se retrae y depende totalmente del abusador para su sentido de la realidad.


En política:

Maureen Dowd fue una de las primeras en usar el término en el contexto político. Describe el uso de la técnica por parte de la administración Bill Clinton al someter a Newt Gingrich a pequeñas indignidades con la intención de provocarlo a hacer denuncias públicas que "parecían histéricas".

Al describir la prevalencia de la técnica en la política estadounidense de las últimas décadas, Bryant Welch afirma en su libro State of Confusion: Political Manipulation and the Assault on the American Mind:

“Decir que la luz de gas fue iniciada por los Bush, Lee Atwater, Karl Rove, Fox News o cualquier otro grupo existente no solo es erróneo, sino que también ignora un hecho importante. La luz de gas proviene directamente de la combinación de técnicas modernas de comunicación, marketing y publicidad con métodos de propaganda bien establecidos. Simplemente estaban esperando ser descubiertos por aquellos con suficiente ambición y carácter psicológico para usarlos.”

Frida Ghitis usa el término luz de gas para describir las relaciones globales de Rusia. Mientras los operativos rusos estaban activos en Crimea, los funcionarios rusos negaban continuamente su presencia y manipulaban la desconfianza de los grupos políticos en su favor.

Periodistas de The New York Times Magazine, BBC y Teen Vogue, así como los psicólogos Bryant Welch, Robert Feldman y Leah McElrath, describieron algunas de las acciones de Donald Trump durante las elecciones presidenciales de 2016 y su mandato como ejemplos de luz de gas. Ben Yagoda escribió en la Chronicle of Higher Education en enero de 2017, que el término luz de gas se había vuelto tópico como resultado del comportamiento de Trump, señalando la tendencia habitual de Trump de decir "X", y luego, en una fecha posterior, declarando indignado, “No dije "X". De hecho, nunca soñaría con decir "X"” había aportado nueva notoriedad al término. En 2018, Amanda Carpenter publicó Gaslighting America: Por qué nos encanta cuando Trump nos miente, remontando cómo la táctica comenzó con Nixon, ganó tracción con Bill Clinton y explotó bajo Trump.



Fuentes:
https://en.wikipedia.org/wiki/Gaslighting
http://www.revistafusion.com/2004/marzo/psico126.htm
https://elpais.com/diario/2001/07/12/opinion/994888807_850215.html