15 de agosto de 1971: El día que el dinero cambió para siempre
Todo empezó con un anuncio sencillo.
En la noche del 15 de agosto de 1971, el presidente Nixon apareció en la televisión nacional y pronunció un discurso de 20 minutos que alteraría el sistema financiero mundial para siempre.
“Con efecto inmediato”, declaró, “Estados Unidos suspenderá la convertibilidad de dólares en oro”.
Esta decisión marcó el fin del patrón oro, un sistema que había anclado la economía global desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Bajo el patrón oro, cada dólar en circulación estaba respaldado por una cantidad fija de oro.
Impuso disciplina a los gobiernos, limitando su capacidad de imprimir dinero imprudentemente.
Cuando Nixon cortó el vínculo del dólar con el oro, abrió la puerta a un nuevo sistema, construido enteramente sobre la confianza:
Confiar en que los gobiernos gestionarán el dinero de manera responsable.
Confiar en que los bancos centrales mantendrán la inflación bajo control.
Confiar en que el dólar, ya no vinculado al oro, mantendrá su valor.
Durante un tiempo, este sistema pareció funcionar. El dólar estadounidense siguió siendo la moneda de reserva mundial y el comercio mundial siguió fluyendo. Pero los sistemas basados únicamente en la confianza son frágiles.
A mediados de la década de 1970, esa confianza se estaba resquebrajando.
Las consecuencias: inflación, estanflación y una crisis de confianza
Los años posteriores a la decisión de Nixon estuvieron marcados por el caos económico.
Sin la disciplina del patrón oro, los gobiernos comenzaron a imprimir dinero para financiar guerras, programas y déficits crecientes.
El resultado fue una explosión de inflación:
En 1975, la inflación había subido al 12%, erosionando el valor del dólar.
El mercado de valores se desplomó, perdiendo casi el 50% de su valor en menos de dos años.
El crecimiento económico se estancó, dando lugar a un término que los estadounidenses nunca habían oído antes: estanflación.
Para el estadounidense común, fue una época brutal.
Los precios de los productos básicos se dispararon mientras que los salarios se quedaron atrás. Las cuentas de ahorro, que en su día eran un modo fiable de preservar la riqueza, fueron aniquiladas por la inflación.
Al mismo tiempo, el oro surgió como la cobertura obvia. Su escasez lo convirtió en un refugio en un mundo de dólares devaluados.
Pero el oro trajo consigo desafíos:
Era difícil comprar y vender.
Se requiere almacenamiento seguro.
No era fácilmente divisible ni transportable.
Para la mayoría de las personas, las barreras para poseer oro eran demasiado altas. En cambio, se vieron obligadas a ver cómo su riqueza se erosionaba.
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