Leamos algunas de las parábolas del Evangelio según Tomás que hacen referencia a las
palabras secretas.
«Si os dicen: ¿De dónde habíéis nacido?, decidles: hemos nacido de la luz, allí donde la luz ha nacido de si misma. Ella se ha alzado y se ha revelado en su eikon (imagen)» (log. 50).
En otra parábola de este Evangelio leemos:
«Cuando veis vuestra semejanza, os alegráis, pero cuando veáis vuestras imágenes (eikon), producidas antes que vosotros, que ni mueren ni se manifiestan, ¡cuan grande será lo que soportareis!» (log. 84).
Las imágenes (eikon), producidas antes que vosotros, es el verdadero ser, la poderosa y divina presencia “Yo Soy†sin principio ni fin.
La palabra griega eikon es la traducción exacta de la hebrea tselem, ‘imagen’, que aparece en el Gíénesis capítulo 1 versículo 27.
Para G. Scholem, gran especialista en cábala y tradición hebrea, tselem correspondería a la daena iraniana.
Según un fragmento maniqueo llamado Turfan, el tercer día despuíés de la muerte y la víspera antes de atravesar el puente Cinvat, el alma del ser desencarnado ve aparecer ante ella, semejante a una joven, a la daena, su imagen, o la encarnación de su fe y de sus buenas acciones.
El fiel es guiado por íésta y luego, unido a ella, penetra en el Paraíso o conciencia espiritual.
Y en el log. 106 del Evangelio según Tomás leemos:
«Cuando hagáis de dos uno, os volveríéis hijo del hombre».
Este uno, es el ‘solitario’ (monakos), semejante a Cristo, pues sólo a Cristo se le denomina «hijo del Hombre».
Esta conjunción de la dualidad entre la carne y el espíritu es lograda por el ser al elegir subyugar las bajas pasiones de su encarnación haciíéndose “Uno†con su Creador logrando ser su divina imagen y semejanza espiritual.
Comparíémoslo con el log. 49 que dice:
«Bienaventurados los solitarios y los elegidos, pues encontraríéis el Reino. Pues habíéis (salido) de íél (y) de nuevo volveríéis a íél.»
Otra parábola del Evangelio según Tomás, que aparece sin embargo en Mat. XIII, 45-46 nos dice:
«El Reino es parecido a un comerciante que tenía un fardo y que encontró una perla. Este comerciante era sabio: vendió el fardo y compró la perla sola. Vosotros buscad tambiíén el tesoro que no deja de permanecer allí donde la polilla no se acerca para comer y donde el gusano no destruye» (log. 76).
Observemos que en la íépoca, los comerciantes eran a menudo nómadas que viajaban en caravanas.
En la tradición Islámica y posiblemente tambiíén en la hebrea, la caravana es un símbolo de peregrinación y búsqueda interior.
El fardo que tenía el comerciante es su manifestación física, el legado de sus vivencias terrenales y sus años de trabajo y servicio a su comunidad y le es dado al hombre como premio cuando íéste sale de Oriente, su patria o vientre materno, en busca de la perla (el conocimiento trascendente que le revelara su esencia espiritual de divina perfección).
La perla o el tesoro, que en el fondo son lo mismo, se encuentran custodiados por una serpiente o un dragón, según la versión.
La serpiente o dragón son el símbolo de los enemigos internos que mantienen al hombre en una incesante batalla entre la carne y el espíritu
El hombre debe buscar este tesoro como prioridad en su vida, pero, al comer el alimento de los egipcios (el abuso de las experiencias placenteras humanas y la lucha en su íntimo contra el dragón o la serpiente), se olvida de ello, se pierde así mismo olvidándose de su real naturaleza y de ser hijo del rey de reyes.
El log. 28 del Evangelio según Tomás nos dice:
«Me he mantenido en medio del mundo y me he revelado a ellos en la carne. Los he encontrado a todos ebrios y no he encontrado a nadie entre ellos que tuviera sed, y mi alma ha sentido pena por los hijos de los hombres, pues están ciegos en su corazón».
Esta parábola se refiere a la ebriedad o sueño donde se ha colocado el hombre por el hecho de la generación y de su venida al mundo material.
En este plano físico se encuentra vacío y dormitando en la materia, privado de toda conciencia de sí mismo, de todo recuerdo de su verdadero origen y de su naturaleza divina.
En este hostil medio se debate, buscando en vano el motivo de su existencia, pues no posee la sed de el conocimiento trascendente que le es necesario para lograr su despertar espiritual y de esta manera acceder a la comprensión de su situación presente y lograr los medios para liberarse de la servidumbre carnal».
Gracias
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