JON AGIRIANO.-
Viento en popa a toda vela por el Manzanares, el único río del mundo navegable a caballo, como dijo un general francíés, el Athletic alargó ayer frente al Atlíético la racha de buenos resultados -cuatro victorias y dos empates en los seis últimos partidos de Liga- que le ha llevado en volandas hasta la zona media de la tabla. Los rojiblancos obtuvieron un triunfo de míérito, de esos que revalorizan a un equipo y le provocan un subidón de ánimo. Es cierto que la tropa de Aguirre fue un absoluto desastre, que el desatino de los 'colchoneros' fue tal que dejó escritas en el aire helado de Madrid dos grandes preguntas: la primera es si es posible jugar peor al fútbol con esos jugadores y la segunda, si esos mismos futbolistas tienen algo personal contra el tíécnico mexicano. Pero aún así hoy no es fácil llevarse los tres puntos del estadio 'colchonero'. Para conseguirlo hay que tener el oficio y el pulso firme del carretero que lleva el cargamento con la nitroglicerina. Porque, cuando uno tiene enfrente a Agí¼ero, Forlán, Maxi o Simao, incluso a una versión disminuida, diletante y carpetovetónica de Agí¼ero, Forlán, Maxi o Simao, el más mínimo error te puede hacer saltar por los aires.
La principal virtud del Athletic ayer fue creer en sí mismo, sobre todo tras encajar un gol de rebote al cuarto de hora. Fuera de casa, esos golpes en el hígado son muy peligrosos. En realidad, son los que examinan la fibra de un bloque. Los hay que aprietan los dientes y se levantan. Y los hay que hincan la rodilla y se ponen a llorar. Los pupilos de Caparrós actuaron como les exige la camiseta. Su lectura fue la correcta. Ese 1-0 había sido una casualidad, un golpe de mala suerte que en nada respondía a los míéritos del Atlíético. Y es que íéstos eran inexistentes. El equipo de Aguirre -se veía a la legua- no es que fuera menos fiero de lo que se suponía. Es que era una calamidad. La cuestión, por tanto, era ponerse serio y tirar hacia arriba en busca del empate.
Desastre 'colchonero'
El Athletic fabricó varias ocasiones sin despeinarse. Era lo lógico ante una defensa rival que no dejó de pegarse tiros en el pie durante los noventa minutos. Lo del checo Ujfalusi fue como para grabarlo en vídeo y enviarlo a uno de esos programas de televisión en los que el personal se muere de risa viendo cómo el prójimo hace pifias increíbles, mete la pata hasta el zancarrón o se tropieza y se cae de cabeza por unas escaleras mecánicas, por decir algo. Pero Seitaridis, Domínguez y en la segunda parte Pernía no le fueron a la zaga. ¡Quíé banda! Si a la debilidad extrema de la cobertura se le une un centro del campo que fue un monumento al escaqueo, a nadie pudo extrañar que el Athletic acabara logrando primero la igualada y despuíés una victoria más que justa en el Vicente Calderón.
Curiosamente, el 1-1 llegó cuando ya no se contaba con íél, en el descuento de la primera parte. Koikili fue el protagonista. El lateral de Otxandio, que completó un partido impecable si se tiene en cuenta su larga inactividad, ya había probado suerte desde fuera del área en el minuto 24. Entonces, su zurdazo se escapó por centímetros. Para Leo Franco, eso sí, vino a ser como la mota negra que recibe Billy Bones en 'La isla del tesoro' y le provoca el papurrio que le lleva a la tumba. Un aviso muy serio, vamos. A la segunda, Koikili batió al portero argentino y puso a su equipo en la senda de la victoria. No es lo mismo retirarse a vestuarios con una sonrisa de oreja a oreja que lamentando tu infortunio.
El Atlíético comenzó arreando en la reanudación, pero el aliento le duró cinco minutos; justo hasta la políémica jugada en la que Amorebieta derribó a Agí¼ero dentro del área. Muñiz Fernández y su auxiliar no vieron penalti y ahí, en esa bronquilla, se acabó el Atlíético, al que Ujfalusi dio garrote vil con una píérdida de balón garrafal que permitió a Llorente encarar a Leo Franco y batirlo. Hubo suerte en la jugada, porque el balón del riojano iba fuera y se lo metió Domínguez, pero lo mismo ocurrió en el 1-0, así que una cosa por la otra. El tanto animó al goleador rojiblanco, que andaba voluntarioso pero fallón. De hecho, había tenido el 1-1 en sus botas -por cierto, tambiíén en otra pifia de Ujfalusi de la que se aprovechó Ion Víélez- y no le dio ni al balón. En el 1-3 no ocurrió lo mismo. El primo de Zumosol culminó con frialdad un bello contragolpe de Gabilondo. Los 'colchoneros' no dieron ya ninguna ríéplica. Rotos atrás, desvencijados en el centro y desasistidos arriba, lo que dieron fue pena. Maniche se ganó la tarjeta roja y el 'Kun' debió verla tambiíén por un sucio pisotón a Javi Martínez. Fueron dos botones de muestra de un grupo desquiciado. Ni siquiera el 2-3 que logró Forlán en el descuento encendió a una grada que acabó despotricando contra el banquillo, el palco, el árbitro, los vascos y la vida en general. Un final perfecto para el Athletic, vamos.