JON AGIRIANO.-
A la salida de San Mamíés, la hinchada se flagelaba con una pregunta que escocía. ¿Cómo se puede fallar eso?, repetían los aficionados. Se referían al increíble gol que había fallado Ion Víélez unos segundos antes, en la última jugada del partido, despuíés de que ílvarez Izquierdo, el mejor amigo del Athletic en la tarde de ayer, hubiera regalado a los rojiblancos el último cartucho, un córner que no fue. La respuesta, probablemente, haya que buscarla en algún rincón de la Física. Aunque a veces no lo parezca, la suerte que puede acumular un equipo durante un partido no es infinita. Vamos, que la chamba es limitada. Existe un cupo de fortuna. Y el Athletic lo había agotado durante los 93 minutos anteriores a la soberana pifia en cuestión; más de hora y media en la que el Recreativo, muy bien puesto, hizo míéritos sobrados no ya para ganar sino para golear. Joaquín Caparrós lo reconoció honradamente al final del partido.
Se temía la visita del equipo de Lucas Alcaraz y no tanto por su potencial objetivo sino por el traje de faena con el que iba a presentarse el Athletic. Por primera vez, desfilaba sin Llorente en San Mamíés. La baja del delantero de Rincón de Soto era un serio factor de inquietud. A estas alturas, nadie duda de que es la referencia fundamental del juego, el faro en la distancia, el primo de Zumosol, el clavo ardiendo... El 'sursum corda', sea quien sea ese señor. Llorente no tiene relevo en la plantilla, entre otras razones porque el único que podía interpretar ese papel ahora se dedica a marcar goles con el Mallorca por decisión de la directiva y del cuerpo tíécnico. De este modo, la pareja de ataque tuvieron que formarla ayer Ion Víélez y Joseba Etxeberria; es decir, un bregador sin gol cuya labor en este equipo siempre será complementaria -en el mejor de los casos, la de un aceptable actor secundario- y un viejo león en sus últimas horas.
El panorama no era muy halagí¼eño. El Athletic iba a tener que hilar muy fino para superar esta gran adversidad. Pues bien, bastaron poco más de cinco minutos para comprender que no iba a ser capaz de hacerlo. El Recreativo era mejor. Así de sencillo. Ordenados en torno a un 4-1-4-1 muy funcional y versátil, y bien conjurados para tapar la única vena creativa de los bilbaínos -líéase Pablo Orbaiz-, los andaluces se hicieron los amos de la pista sin mayores problemas. Su superioridad fue absoluta y no dejó de serlo en todo el partido por mucho que el Athletic cogiera un poco de aire en la segunda parte.
Gol y resignación
Dicho de forma resumida: los jugadores de Alcaraz tenían más ideas, más orden, más ritmo y más precisión que los rojiblancos, cuya imagen era deprimente. Recordaban a un niño que jugara a buscar a Wally sin saber que Wally no estaba en el campo. La pobreza de su juego era de tal calibre que cuando el Recreativo se adelantó en el minuto 35, tras una bella jugada de Barber bien terminada por Aitor Tornavaca, las gradas apenas reaccionaron. Aceptaron el 0-1 como quien acepta la ley de la gravedad.
Caparrós cambió de naipes en el descanso. Etxeberria dejó su sitio a Toquero y Susaeta entró por David López, que apenas había aparecido. Su deserción, unida a la de Gabilondo, que regresó despuíés de dos semanas de extraño arrinconamiento y mostró su perfil más gaseoso, acabaron de desarmar al Athletic. Sin Llorente y sin bandas, el equipo se condenó a una sucesión de gorrazos inútiles. A la vulgaridad. Los cambios tuvieron un efecto positivo. Y ello por una razón bien sencilla. Toquero hizo el trabajo sucio que nadie hacía con los pelotazos. Mereció ser el autor del 1-1, como pareció a primera vista. Como bromearon algunos, con un poco de pelo quizá se hubiera estrenado como goleador.
La leve mejoría del Athletic, sin embargo, no fue suficiente. Para que el equilibrio llegara al marcador y se mantuviera así hasta el final del partido, es decir, para que el Athletic sacara un puntito que le viene de perlas ahora que el equipo parece haber perdido la chispa que le alimentó en diciembre y enero, fue necesaria una doble combinación de factores que, unidos, tuvieron un efecto letal para los visitantes.
Aparece el colegiado
Uno de ellos fue ílvarez Izquierdo, uno de esos árbitros que son un peligro latente. En Bilbao se le temía por malo y por dos precedentes: los penaltis de libro que le birló al Athletic en el Santiago Bernabíéu en Liga y en el Reyno de Navarra en Copa. Pues bien, ayer comenzó a saldar su deuda. En la primera jugada de la segunda parte, decidió el partido al perdonar a Iraizoz una jugada que era penalti y expulsión. El segundo factor, fueron los errores de los delanteros onubenses, que perdonaron lo que no está en los escritos. Colunga, por ejemplo, no pudo dormir bien anoche. Aparte de que fue la víctima de la jugada del penalti no señalado, el gol que falló el asturiano en el minuto 64 fue de los que no se olvidan. Alcaraz se tiraba de los pelos. No es de extrañar. Pocas veces hará el Recreativo tantos míéritos para ganar y se marchará sin hacerlo. ¡Como para haber perdido en el último segundo!