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Autor Tema: Sobre la capitalización en hombres  (Leído 501 veces)

anna

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Sobre la capitalización en hombres
« en: Noviembre 01, 2009, 10:36:49 am »
Sobre la capitalización en hombres

Publicado en Expansión por Juan Velarde

Uno de los paí­ses cuyo crecimiento impresiona con más fuerza es Suecia. En 1820 su PIB por habitante (p.c.), según la estimación de Angus Maddison, era, para 100 España, de 119. En 1959, era de 271, y sólo en 2006 –antes de que surgiesen las complicaciones de la crisis financiera cuyos primeros pasos se sintieron a partir del 18 de julio de 2007 , y gracias al fortí­simo desarrollo español, se volvió al 119 como í­ndice del PIB p.c. de Suecia respecto a España.

De ahí­ el interíés para conocer las bases de aquel auge del pasado. Una fuente obligada es el capí­tulo 6, titulado “La gran transformación (1815-1914)” del libro del excelente economista Eli F. Heckscher, “An Economic History of Sweden” (Harvard University Press, 1954). Para Heckscher “la transformación más fundamental de todas fue el formidable intercambio de información cientí­fica y tíécnica” en el que participa el paí­s. Y puede hacerlo porque habí­a conseguido disponer, gracias al gran rigor en todos los grados de la educación, de lo que procedió un alto nivel, o sea, una capitalización en hombres, notable.

Como señaló Drucker, el factor más escaso y que puede originar mayores frenos al desarrollo, es la falta de abundancia de sustancia gris disponible. No otra cosa nos ha señalado Kindleberger, cuando indicó como fundamentales elementos del desarrollo de un pueblo, una energí­a abundante y barata, un buen sistema de transportes y comunicaciones y una población activa bien preparada.

De ahí­ el interíés para economistas y empresarios de este libro sobre “Sistemas y polí­ticas de educación superior”, por el que los firmantes han recibido el Premio de Investigación del Consejo Económico y Social. Por una parte, y a partir de la premisa de su enlace con el desarrollo económico, nuestra reflexión pudiera hacerse a partir de la tabla 4.1., de la pág. 129, que ofrece la “distribución de las mejores universidades del mundo, por paí­ses, en 2007.

En el grupo de las 100 mejores, encabezado por las 33 de Estados Unidos y las 15 del Reino Unido, vemos que no existe ninguna española. Francia tiene 5, China tambiíén 5, Japón 3, Irlanda 1, y Corea del Sur 1. Sí­ tenemos 1 entre las 200 mejores, y 15 entre las primeras 500. Aun así­, en relación con la población española, y respecto a los 26 paí­ses de ese grupo de las 500 mejores, España ocupa el puesto 16, y en el de las 200 mejores, el 18 de las 23. Esto y multitud de otras consideraciones que desde luego afectan a España, no me convence el motivo, se encuentran en el contenido de las págs. 127-187 situadas en el capí­tulo titulado “Sistema asiático mixto”.

Pero esto, como el convertir al sustantivo “profesor” en nombre común (pág. 7), cuando es masculino, fruto de ciertas maní­as actuales, es lo de menos. Lo importante es el examen crí­tico de multitud de cuestiones. Por ejemplo, el del Informe del Consejo de Coordinación Universitaria. Comisión de Financiación, “Financiación del sistema universitario” (Ministerio de Educación y Ciencia, abril 2007).

Como economista, y tras aceptar todo lo que se dice en las págs. 254-262, escojo entusiasmado lo que se discrepa de este Informe en la pág. 261, en relación con lo que se sostiene en íél en la pág. 84: “No parece defendible que el contribuyente deba financiar –en general una oferta de formación insuficientemente demandada”. Se argumenta, lógicamente por Iglesias de Ussel et al., que “en las universidades públicas... hay que asegurar el avance del conocimiento por encima de las leyes del mercado, y en cualquier ciencia o saber, o arte, que suponga una investigación básica en cualquier área”. Porque el desarrollo económico exige estas dedicaciones singulares.

Recuíérdese lo que se dijo en el siglo XIX para explicar el avance de la economí­a británica: unas muy serias y poco seguidas enseñanzas de matemáticas crearon unos centros muy buenos, pero tambiíén con pocos alumnos, de estudios de astronomí­a, Pero gracias a ellos, la navegación británica mejoró, disminuyendo los fletes, y con ello aumentando la competitividad de los textiles, de Manchester. Unos pocos matemáticos y astrónomos impulsaron así­ la industria textil.

Un libro, pues, a tener en cuenta, si se quiere disponer de una buena orientación para la polí­tica económica.