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Autor Tema: Peor es imposible  (Leído 377 veces)

Orpheo

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Peor es imposible
« en: Enero 06, 2010, 11:29:17 am »
Juan T. Delgado
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30 de diciembre de 2009.- Las grandes cifras macroeconómicas asustan –y mucho- a los economistas en sus cátedras, a los analistas en el parquíé de la Bolsa, a los diputados en su escaño, a los periodistas en las redacciones.

El Gobierno prevíé que el PIB español decrecerá un 0,3% en 2010, justo la mitad del -0,6% que auguran de media los expertos consultados por MERCADOS. Hasta 2011, como poco, la economí­a no volverá a crecer a tasas cercanas al 2%, que es el nivel mí­nimo necesario para reactivar el mercado laboral y crear de nuevo puestos de trabajo. Más cifras: en 2010 la deuda del conjunto de la Administración Pública (Estado y CCAA) ascenderá al 62,5% del PIB, tras registrar un espectacular incremento de 26 puntos en los últimos cuatro años. Y la tasa del desempleo seguirá instalada en el entorno de los cuatro millones de personas.
La crisis está obligando a cerrar miles de negocios. | Sergio González

La crisis está obligando a cerrar miles de negocios. | Sergio González

Las perspectivas macro, esos números que sólo entienden quienes diseccionan la economí­a, aterran si uno las mezcla en una coctelera y las sirve en el mismo plato. Pero lo que crea pánico de verdad, lo que hace a cualquiera –experto o no- entender la magnitud de la recesión, son los relatos del ciudadano a pie de calle, ese que no sabrí­a explicar la diferencia entre el paro registrado y el paro de la EPA, pero que ve a diario con sus ojos y palpa con sus manos las consecuencias de una crisis que todo lo arrasa. Incluidos el optimismo y la confianza.

Sólo expondríé dos ejemplos. Aporten ustedes el resto, están ahí­ abajo, a la vuelta de la esquina. Un familiar muy cercano se pasa la vida recorriendo España de punta con un camión. Carga pienso en Huelva, arena en Almerí­a o ladrillos en Castellón; y los descarga allá donde toque, en Bilbao, en Sevilla, en Madrid. A diario le toma el pulso directo a la economí­a del paí­s visitando los polí­gonos industriales, los intercambiadores de transporte y los principales puertos. Y lo que ve, lo que cuenta, es un paisaje desolado de talleres cerrados, de naves en alquiler, de calles sin trasiego, de furgonetas varadas, de tabernas en silencio, de asfalto vací­o donde antes habí­a colas interminables de camiones a la espera de mercancí­a.

España está paralizada. Y la ilusión de los españoles, bajo mí­nimos. En los últimos dí­as, en las largas tertulias navideñas de sobremesa, amigos y familiares que han respaldado tradicionalmente a la izquierda o al PSOE me han confesado que no piensan votar, ni siquiera en blanco. Y en el mismo intervalo de tiempo, otros amigos y familiares que siempre han apoyado la opción conservadora han puesto en duda la valí­a del PP para ganar unas elecciones y han coincidido en un diagnóstico simple en su planteamiento pero harto preocupante en el fondo: "Todos los polí­ticos son iguales". Si uno piensa que la polí­tica no sirve, no vota. Y si uno no vota, la democracia, sus instituciones y sus representantes se erosionan. Y eso es lo peor que le puede ocurrir a un paí­s que sufre la peor crisis económica de su historia, excluyendo los tiempos de guerra.

El barco continuará haciendo aguas en 2010. ¿Seguirán Gobierno y oposición remando en la dirección que les interesa a ellos y no a la inmensa mayorí­a de los ciudadanos que les votaron? Que el año que arranca sea un poquito mejor que el que cerramos. Peor es imposible.


En individuos, la locura es rara; en grupos, partidos, naciones y épocas, es la regla", Nietzsche.