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Autor Tema: Magia Natural  (Leído 1207 veces)

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Magia Natural
« en: Junio 03, 2010, 07:33:10 pm »
MAGIA NATURAL
El conocimiento de la magia natural ha llegado hasta nosotros desde los primeros dí­as de
Lemuria. Luego, fuíé transmitida a la Atlántida y, de íésta, a los sacerdotes iniciados de Egipto.
Gracias a este poder, las cosas animadas respondí­an a sus indicaciones y, de esta manera,
quienes lo poseí­an podí­an entablar interesantes conversaciones con sus animales sagrados.
Podí­an, tambiíén, interpenetrar substancias con átomos y dejar en ellas anotaciones; de manera
que adeptos posteriores pudieran establecer contacto con las substancias y leer los mensajes
que contení­an.
El átomo Maestro en el Escudo de Plata puede darnos instrucción sobre esta antigua
ciencia.
Las estatuas egipcias, impregnadas con tales registros, eran sumergidas, durante varias
semanas, en una substancia que aprisionaba dichos átomos; pues creí­an que podrí­an volver,
en una vida futura, y revelar lo que habí­an ocultado. Ha de interesar al estudiante saber que,
quizás, íél mismo ha encerrado, mediante el empleo de magia elemental, sus propias anotaciones
para utilizarlas algún dí­a en lo futuro. Esto, como hemos escrito anteriormente, es su derecho
de nacimiento.
Muchos registros atlantes, guardados de esta manera, estaban en posesión de los egipcios,
y se nos ha dicho que, cientistas futuros inventarán instrumentos, mediante los cuales la sabidurí­a
jerárquica de Egipto será revelada.
En los antiguos dí­as de la Atlántida, el bienestar de la comunidad estaba al cuidado de
un pequeño grupo de Iniciados. Ellos estaban unidos con su Intimo y, durante algún tiempo,
sus enemigos eran matados por la espada de Justicia. Su atmósfera era completamente diferente
de la de esta íépoca. Formaban un Sacro Colegio, en el que transmití­an su sabidurí­a a sus
discí­pulos; así­, trajeron una Edad de Oro de inteligencia para quienes estaban bajo su Shekinah,
antes de que guerras destructoras acabaran con su civilización.
Su míétodo de instrucción consistí­a en devolver al discí­pulo su propio conocimiento de
las leyes de la Naturaleza; le enseñaban tambiíén el futuro y, como ellos sabí­an la clase de atmósfera
que habrí­a de rodear a este globo, en ese futuro, crearon lo que se llama “Teraphim”
o í­dolos parlantes, que podí­an ajustar a una edad futura.



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Re: Magia Natural
« Respuesta #1 en: Junio 03, 2010, 07:34:10 pm »
El estudiante era sumergido en lí­quidos de naturaleza alcohólica; la atmósfera que tení­a
que ser; luego, se colocaba en el baño una imagen sentada, y se transferí­a a esta imagen un
elemento del átomo Nous del estudiante. Cuando esto ocurrí­a, la atmósfera del átomo Nous
seguí­a y formaba en los Teraphim una atmósfera similar a la del átomo Nous. Este proceso
duraba, ordinariamente, varias semanas, y se utilizaba un instrumento para transferir este elemento
atómico. Esta imagen podí­a, así­, grabar su actividad mental en las mentes de quienes se
poní­an en contacto con ella; pues de esa manera, quedaba aprisionada en la imagen una poderosa
inteligencia.
Edades más tarde, una de estas imágenes fuíé colocada en el Arca de Alianza, que entonces
daba los oráculos.
Una cierta fraternidad posee los medios de obtener información de los Teraphim, cuando
se permite consultarlos.
Al penetrar en la conciencia de la Naturaleza y obtener su energí­a determinativa, uno
deviene aleccionado, por sus instructores, en esta magia elemental o natural. Todos poseemos
estas substancias, compuestas de los elementos del íéter que nos rodea, y podemos atraer lo
que nuestro cuerpo fí­sico ha reservado.
Si gozamos de buena salud, siempre tenemos reserva de estos átomos elementales; el
yogui procura formar un gran depósito de esta fuerza, que responde la voluntad de la Naturaleza.
Estas reservas son similares a un ejíército que circula alrededor de nuestros centros nerviosos,
y se puede utilizar en los momentos de gran tensión o ansiedad. Esto, que hemos
atraí­do a cada centro nervioso, es lo que determina nuestra fuerza y poder para resistir los
átomos opositores de este mundo. Si nuestras reservas están agotadas, sucumbimos fácilmente
al mal y a la enfermedad; si no lo están, podemos vivir hasta una edad avanzada y gozar de la
buena salud de todos nuestros órganos.
En la edad de oro de Egipto, el promedio de edad del hombre religioso era de 120 años;
porque, entre sus costumbres religiosas, estaba la de cuidar de las condiciones sanitarias de su
medio ambiente, y de la limpieza y purificación de sus cuerpos, tanto externos como internos.
En el futuro, los cientistas descubrirán que nuestra provisión de energí­a está al cuidado de la
Naturaleza elemental; si perturbamos sus funciones, dentro de nuestro sistema, no nos ayudará,
a no ser que ignoremos que hemos quebrantado sus mandamientos; pues la Naturaleza
atempera su justicia con la misericordia.
Si persistimos en hacer cosas contra nuestra salud, la Naturaleza se negará a permitirnos
el uso de su energí­a de reserva, acumulada para perí­odos crí­ticos.

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Re: Magia Natural
« Respuesta #2 en: Junio 03, 2010, 07:36:23 pm »
El átomo Maestro en el Escudo de Plata determina cómo hemos de protegernos en casos
de accidentes o de enfermedades infecciosas; porque íél es el que regula esta energí­a de reserva
y, si invocamos la voluntad determinativa de la Naturaleza, poseeremos una gran reserva
de esta vitalidad elemental. Cuando nos colocamos bajo la inteligencia directriz del átomo
Maestro, íéste, con frecuencia, nos exige que extendamos este poder a cuerpos enfermos, lo
cual les ayuda a volver a la condición normal.
Es interesante notar que, el átomo Maestro puede sentir las condiciones anormales de las
gentes que nos rodean y, para proteger a su propio instrumento, trata de ayudar a los átomos
obreros de los cuerpos de otros, en su vecindad. Cuando un estudiante rocí­a la atmósfera de
una persona con esta fuerza curativa, tal persona, al alejarse, observa cuánto más fuerte y vitalizada
se siente. Por esto, tambiíén, las personas enfermas gustan de asolearse en la atmósfera
de cuerpos sanos. Pero la gente egoí­sta nunca puede atraer esta energí­a del átomo Maestro;
aunque, con frecuencia, tratan de absorberla de otros.
Poco se da cuenta el hombre de cuán grande es esta fuerza latente de reserva, y de cuán
rara vez la utiliza. Cuando sirvamos a la Naturaleza, íésta nos servirá cuatro veces más.
Existe un plano en las esferas internas llamado “El Mundo de Secretos”. Extraño es decirlo,
pero los Iniciados mahometanos son quienes lo conocen mejor. Pero existen reglas que
les impiden revelar tal conocimiento.
En ese plano, el estudiante puede ver los inventos, que el hombre utilizará en el futuro;
algunas veces, si es digno y el tiempo es oportuno, estudiará un invento y se le permitirá traerlo
al mundo.
Los primitivos rosacruces europeos enseñaban a sus estudiantes a abandonar sus cuerpos
y penetrar en ese plano secreto, del que guardaban muchos inventos ocultos, hasta que el
mundo estaba preparado para ellos. El poder de transmutar los metales bajos en oro, era conocimiento
común para los Iniciados; pero lo empleaban, únicamente, para favorecer ciertas
causas; tales como la dotación de hospitales, asilos para los pobres y los ancianos, y para centros
de saber para los jóvenes.
A los cientistas no se les permite ir más allá de cierto punto; pues la Naturaleza interviene y
cierra, por un tiempo, las actividades en ciertos campos de la Ciencia. Si algunos trata de revelar algo,
para lo cual el mundo no está preparado, se le advierte tres veces y, si persiste, es eliminado.
Esto ocurrió a una gran alma, a la cual tuve el privilegio de conocer; aunque, no supe su
nombre ni la gran obra que estaba realizando por sus paí­s, hasta despuíés de su muerte.
Nos encontramos, aparentemente por casualidad, en un paí­s extranjero; sólo más tarde
me di cuenta que habí­a venido de muy lejos, para encontrarme y saludarme. Una tarde, al regresar
a mi habitación, lo encontríé sentado en mi sillón. Sentí­ extrañeza de que se encontrara
allí­, pues no le habí­a dado a conocer mi nombre ni mi dirección; sin embargo, antes de salir,
yo habí­a dado orden de que encendieran fuego en la chimenea. Por quíé di esa orden, yo no lo
síé; pues era muy pobre y llevaba vida de estudiante. Sin embargo, cada vez que daba orden de
que encendieran fuego, aquel invierno, al volver de la clase de la tarde, encontraba a dicha
persona en mi habitación.
Antes de morir, habló ante un auditorio de hombres de ciencia y les prometió que, en la
conferencia siguiente, les revelarí­a un gran descubrimiento que habí­a hecho, despuíés de dieciocho
años de investigación, para descifrar un antiguo documento arábigo sobre alquimia,
que darí­a una nueva base a la quí­mica. Pero tal revelación no debí­a hacerse y murió. El mundo
no estaba preparado para tal conocimiento.
En este plano de secretos, se pueden ver modelos de aviones y de locomotoras, enteramente
diferentes de los que se conocen ahora; y máquinas destructivas, cuidadosamente,
guardadas de aquellos que las utilizarí­an contra la raza humana. Existen tambiíén míétodos con
los cuales se extirparí­a, en corto tiempo, el hambre y extinguirí­an los gíérmenes propagadores
de enfermedades y venenosos, en una extensa área. He visto lí­quidos solidificados, que retiene
su forma sin molde alguno y sin perder sus propiedades, y flúidos germinativos que producen
longevidad por cientos de años. Tambiíén he visto libros que iluminarán las mentes de generaciones
futuras.