Las aventuras de Peter Pan, Wendy y el resto de los niños en el país del Nunca Más, podríamos interpretarlas desde la óptica esotíérica como esa conexión o capacidad de comunicación con lo maravilloso, con lo misterioso, con lo sutil, que poseen naturalmente los niños. Para el gnosticismo, la primera infancia es un período donde la Esencia de cada uno de nosotros se manifiesta todavía libre de condicionamientos del Ego y la Personalidad. No cabe duda que Peter Pan es habitante de una dimensión donde el tiempo no existe, el ámbito de la Eternidad correspondiente al Plano Astral. Todo lo que acontece en el divertido libro se desarrolla directamente en esa "dimensión" de la Gran Realidad. Si procurásemos recordar retazos de nuestra primera infancia, ¿acaso no nos asombraría tomar conciencia de la naturalidad con que entonces armonizábamos lo lúdico, lo onírico, y lo que ahora llamamos "real"? Es claro que la obra de Barrie tiene ya una impronta moderna, pues el autor se preocupa al final por enfatizar el implacable pasaje del tiempo —reflexión contemporánea como pocas, reflejada en la filosofía y el arte— al mostrarnos el crecimiento de Wendy hasta hacerse mujer, y cómo es suplantada en el cariño y la magia de Peter Pan por su propia hija Juanita.