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Autor Tema: La isla de Pohnpei  (Leído 3592 veces)

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Re: La isla de Pohnpei
« Respuesta #15 en: Junio 18, 2010, 10:38:20 pm »
EL RITUAL DEL SAKAU
La ceremonia del sakau es celebrada por todos los pohnpeyanos diariamente, al anochecer. Según ellos, es una bebida proporcionada antiguamente por los seres superiores, como vehí­culo de comunicación con ellos. Tanto es así­, que en el escudo o emblema oficial del actual estado de Pohnpei aparecen juntas las ruinas de Nan Matol y un cuenco de coco conteniendo el sakau. Nosotros tomamos nuestro primer trago en el marco de un festivo agasajo del que nos hizo objeto una familia que ocupaba el pequeño islote de Takaieu, en los arrecifes que rodean a la isla central de Pohnpei.

El ritual ancestral que seguimos para tomar la bebida de la conexión celeste fue el siguiente: en primer lugar, durante el dí­a fuimos recogiendo raí­ces de sakau (kawa-kawa, cuyo nombre botánico es ‘piper methysticum’). Al anochece, fuimos disponiendo hojas de banana debajo de una gran piedra plana, de hecho una plancha de piedra. La cantidad de hojas de palma depende siempre del mayor o menor rango del personaje principal que asiste a la ceremonia. Inmediatamente despuíés lavamos cuidadosamente con agua las raí­ces y la plancha de piedra, hasta dejarla completamente limpia.

Mientras esto hací­amos en el interior de la amplia cabaña, en el exterior otros lugareños se encargaron simultáneamente de arrancar largas tiras de corteza de hibisco. Inmediatamente comenzó el ritual de ir machacando con piedras las raí­ces de sakau, dispuestas sobre la plancha de piedra. Esta plancha —de basalto— tiene un sonido metálico al golpearla con las piedras que sirven para machacar las raí­ces de sakau, y los oficiantes comenzaron por golpearla para señalar el inicio de la ceremonia en sí­.

Cuando las raí­ces ya estuvieron prácticamente trituradas —en cuyo proceso intervinieron seis oficiantes sentados alredededor de la piedra-base—, se hizo perceptible el ritmo del repiqueteo de las piedras. Este ritmo, aplicado al uní­sono por todos los que están machacando las raí­ces, depende a su vez tambiíén del rango de la persona principal presente en la ceremonia, siendo el ritmo final idíéntico al que se percibe escuchando el tamborcillo de mano de cualquier oficiante en cualquier lamaserí­a del área himalaya. Cuando ya estuvo completamente triturada la raí­z de sakau, la salpicamos con agua fresca, al igual que las tiras de corteza de hibisco. Inmediatamente nuestros anfitriones pasaron a amasar las raí­ces trituradas con agua, mientras otros ya habí­an dispuesto la corteza en un extremo de la piedra de sakau, para irla rellenando con la masa de raí­ces. Esta fue envuelta —liada— completamente en la corteza, hasta formar un largo y grueso canuto que luego uno de ellos fue exprimiendo con lentitud y fuerza para que el jugo resultante se escurriera en un cuenco de coco. Nos lo tendieron para iniciar la ingestión, tras lo cual lo fuimos ofreciendo a cada uno de los presentes, como es costumbre entre ellos.

Es un jugo espeso, marrón, amargo y refrescante, que tiene la ventaja de no contener las fibras de la yuca masticada por las mujeres de la tribu, que ingerí­ con la chicha durante mi convivencia con los jí­varos del curso alto del rí­o Santiago, en la selva ecuatoriana.

Lo que ingerimos aquí­, en Pohnpei, es una droga adormecedora, la kawaí­na, cuyos efectos se comienzan a advertir en una insensibilización de los labios y de la punta de la lengua. Es un principio activo modificador del sistema nervioso, que produce la parálisis de las fibras centrí­pedas. El abuso de su ingesta puede conducir finalmente a una caquexia mortal. De todas formas, esto no se da entre los habitantes de Pohnpei, que saben dosificarse perfectamente su ración diaria de sakau. Precisamente porque no toman el sakau por drogadicción, sino porque constituye para ellos ancestralmente un vehí­culo de comunicación sagrado. De comunicación con seres superiores.

Vayamos pues a la comunicación celeste de los antiguos habitantes de esta pequeña isla —más pequeña que, por ejemplo, Ibiza—.


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Re: La isla de Pohnpei
« Respuesta #16 en: Junio 18, 2010, 10:39:20 pm »
PADRE EXTRATERRESTRE Y MADRE TERRESTRE
Comienza la conexión celeste de los antiguos pohnpeyanos con un hombre llamado Kanekin Zapatan, descendido de las alturas, de un lugar desconocido, a Pohnpei, acompañado de un grupo de personas que sabí­an volar. Kanekin Zapatan se fija en la hija de un jefe nativo. Tenemos así­ a un hombre descendido del cielo que se casa con una mujer terrestre. Ya conocemos eso de los textos bí­blicos. Urgido para el regreso por sus acompañantes, reclama sus alas y su aditivo capilar —un casco que llevaba— para poder reunirse en las alturas con los suyos. Le acompaña tambiíén su mujer, y literalmente dice la tradición: “Metió a la mujer en el cabello y alrededor de íél ajustó el nudo”. ¿Cabrí­a en aquella remota íépoca mejor concreción para indicar que le puso un casco, imprescindible para levantar el vuelo?

Huye pues con la hija del jefe nativo, que en el trayecto da a luz a un niño distinto, dotado de grandes poderes mágicos. Este niño se llamará Luk, al que dejan en tierra mientras ellos prosiguen su vuelo. Más adelante Luk enciende una hoguera, para ascender en su humo, sobre un tambor, al cielo, imagen íésta que puede equipararse a la del despegue de un cohete portador de una cápsula tripulada. Al reencontrarse con sus padres les recuerda que «me engendrasteis en la Tierra». La narración tambiíén afirma de íél que «sabí­a andar sobre el mar». Se suceden los sí­miles con pasajes bí­blicos.


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Re: La isla de Pohnpei
« Respuesta #17 en: Junio 18, 2010, 10:40:08 pm »
DOMINABAN LA TECNICA DEL VUELO
«En aquella íépoca» —me cuenta Masao al pie del camino que conduce hacia Nan Matol— «la raza de los hombres era distinta. Estaban más dotados, ya que eran capaces de transformar la piedra y de efectuar trabajos muy difí­ciles en la misma, pero esta gente habilidosa ya no existe hoy en Pohnpei. Hoy ya no son como la gente de antes, son distintos, ya que aquíéllos poseí­an poderes mágicos y eran fuertes.»

Un curioso invento lo constituyen los sacos voladores que aparecen en algún que otro relato de los tiempos antiguos de la isla. Se trataba de vehí­culos volantes de gran movilidad con capacidad para un solo tripulante. Incluso quedan narraciones que refieren combates entre varios de estos sacos voladores.

En relación con este tema, le preguntíé a Masao si antiguamente habí­an existido en la isla hombres voladores. «¿Hombres volantes? No. No volaban propiamente, sino que penetraban en grandes pájaros, pronunciaban palabras mágicas, el pájaro se alzaba y volaba con ellos dentro. Construyeron pájaros voladores con árboles.»


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Re: La isla de Pohnpei
« Respuesta #18 en: Junio 18, 2010, 10:41:31 pm »
DOS HERMANOS CON PODERES MAGICOS
Es hora ya de que me refiera al principal enigma que plantea esta isla: la ciudad muerta de Nan Matol. Para ello hay que remontarse nuevamente a los relatos tradicionales de los nativos. Cuentan íéstos que muchí­simo tiempo despuíés de la llegada de la primera canoa con las nueve parejas (ver «Más Allá» n°…), hacen aparición en la isla dos hermanos: Olosipe y Olosaupa. Con ellos comienza el enigma de la ciudad de Nan Matol. El único recuerdo ancestral que los nativos conservan sobre la construcción de dicha ciudad, es el que refiere su origen a la actuación, absolutamente mágica, de estos dos personajes.

Nadie sabe de dónde vinieron; llegaron en una nube y descendieron en Sokehs, en el norte de la isla. Eran constructores, ingenieros, arquitectos extraordinariamente inteligentes y dotados de poderosos recursos mágicos. Pero además sacerdotes e instructores, que sacaron a los pohnpeyanos de su ignorancia y de su primitivismo. Llegaron a Pohnpei para edificar allí­ un santuario consagrado a un protector de la tierra y del mar: la anguila, desde entonces el animal totíémico por excelencia de Pohnpei. Hay que tener en cuenta que el pohnpeyano no adora a la anguila misma como animal, sino por lo que íéste representa: en su cuerpo habita el espí­ritu, la divinidad. La anguila es así­ un vehí­culo de la divinidad. Como lo es la serpiente para los aborí­genes australianos y para los pueblos mesoamericanos, entre otros. ¿Y por quíé en Pohnpei no aparece la figura de la serpiente, cobrando vigor, en su lugar, la de la anguila? Pues porque es el único animal que el nativo pohnpeyano puede asimilar a la imagen de una serpiente, por la sencilla razón de que en su pequeña isla las serpientes no existen.

Pero volvamos al propósito de Olosipe y Olosaupa: erigirle un santuario a esta anguila sagrada. Siendo la anguila una serpiente acuática, el santuario debí­a erigirse en un lugar que fuera a la vez mar y tierra: el arrecife coralí­fero que rodea a la isla.

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Re: La isla de Pohnpei
« Respuesta #19 en: Junio 18, 2010, 10:42:45 pm »
EL FEUDO DE LOS REYES DEL SOL
Recorrieron, pues, la costa de la isla desde el promontorio de Sokehs, en el Norte, en busca de un lugar idóneo. Lo hallaron en un lugar llamado Sau Nalan, cuyo significado era el Sol. El santuario debí­a recibir el nombre de Nanisounsap, que significa “lugar del rey del Sol”. Pensile Lawrence, transmisor ya citado del conocimiento esotíérico de Pohnpei, me confesarí­a: «Se decidieron por el actual enclave de Nan Matol, puesto que en aquel lugar preciso observaron luces extrañas en el mar.»

De acuerdo tambiíén con la versión esotíérica, debajo de Nan Matol yace Kanimeiso, la «ciudad de nadie». Por ende, cabe comentar aquí­ que todo el simbolismo de la construcción del santuario apunta hacia el feudo de los reyes del Sol: Nan Tauas, la construcción principal del conjunto, se halla en el víértice oriental (hacia donde sale el Sol) de Nanisounsap (el lugar del rey del Sol), erigido a su vez en el extremo oriental de Sau Nalan (el Sol), que a su vez constituye el flanco oriental, o sea de la salida del Sol, de la isla de Pohnpei.


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Re: La isla de Pohnpei
« Respuesta #20 en: Junio 18, 2010, 10:43:50 pm »
TRANSPORTE AEREO
Cuando regresamos de la jungla de Salapwuk, nos instalamos pues en el minúsculo y paradisí­aco islote de Joy Island (antiguamente Nahnningi, el «pedazo de tierra pescado del fondo del mar», o sea un trozo del paraí­so, puesto que eso es para los pohnpeyanos el fondo del mar). En el islote sólo viví­a Nahzy Susumu. Con íél, con nuestra compañera, guí­a e intíérprete Carmelida Gargina, con los grandes cangrejos cocoteros, dos perros y algunos cerdos, con las rayas y con las crí­as y algún que otro padre de tiburón y con la desdichada morena que pescó Carmelida a golpe limpio de mi machete para cocerla luego aún medio viva en las brasas de nuestra hoguera, compartimos las inolvidables y solitarias noches de este mágico arrecife coralí­fero del Pací­fico.

¿Mágico?: Absolutamente mágico. De dí­a, í­bamos a visitar desde allí­ las cercanas ruinas de Nan Matol: 91 islotes artificiales construí­dos sobre el arrecife, a base de la superposición —única en el mundo— de enormes columnas de basalto. Analizamos todas las posibilidades que podí­an ofrecerse de transportar estas columnas desde la cantera que se hallaba al norte de la isla, hasta el enclave en que habí­an sido apiladas en Nan Matol. Por tierra, imposible, dado que la espesa jungla que cubrí­a toda la isla, y los intrincados manglares que se extendí­an a lo largo de la costa, hací­an imposible el transporte de estos enormes bloques de piedra. Cabí­a la posibilidad de un transporte por mar, a lo largo del arrecife. Miquel Amat, experto navegante, me comentó sin embargo que la única posibilidad habrí­a sido, en íépoca tan lejana, el sujetar cada columna de piedra debajo de una enorme balsa, para evitar que esta zozobrara y se hundiera. Pero entonces, ¿cómo habrí­an podido salvar la barrera coralí­fera con la que habrí­an topado? El transporte era a todas luces imposible. Excepto para los iniciados, aquellos privilegiados isleños que conocí­an la historia autíéntica de su tierra.

A la luz de la hoguera, en noche de plenilunio, un descendiente de tsamoro me confió que para ellos no es ningún secreto el que Olosipe y Olosaupa, los dos hermanos constructores, estaban dotados de un extraordinario poder mágico:


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Re: La isla de Pohnpei
« Respuesta #21 en: Junio 18, 2010, 10:45:10 pm »
«Convocaron a todas las piedras para que vinieran por sí­ solas y formaran las imponentes construcciones. Olosipe y Olosaupa llamaron a las piedras que estaban en Sokehs. Estas oyeron su llamada mágica y acudieron volando junto a los dos hermanos. Por procedimientos mágicos íéstos ordenaron a cada uno de los grandes bloques de piedra que ocupara su sitio correspondiente en las construcciones. Tal es la forma en que se construyó Nan Matol.»

Quien se sonrí­a ante mi ingenuidad, recuerde las palabras del jefe hopi White Bear, cuando explica —sin tener ni la más remota idea de lo que cuentan los transmisores del conocimiento en Pohnpei— que exactamente este corte y tranporte de enormes bloques de piedra es lo que los katchinas —seres que dominaban el secreto del vuelo— enseñaron a los antepasados de los indios hopi, hoy asentados en Arizona, y que por su parte afirman proceder del Pací­fico. Es más: vimos que en la relación solar de todo el simbolismo construccional y de emplazamiento del santuario del rey del Sol —Nanisounsap— el edificio principal, Nan Tauas, ocupaba el víértice más oriental, o sea dirigido al Sol naciente. Pues bien, Tauas significa en lenguaje hopi exactamente esto mismo: Sol.

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Re: La isla de Pohnpei
« Respuesta #22 en: Junio 18, 2010, 10:46:26 pm »
EL MISTERIO ESTA DEBAJO
Todo esto no son más que los testimonios visibles y averiguables —cuando se pregunta con tiento— de los enigmas que presenta la isla de Pohnpei. Ocultos quedan sus autíénticos misterios. O su autíéntico misterio. Aquíél que está implí­cito en el propio nombre de Pohnpei: «Sobre el secreto».

Tuve que desandar la selva monte arriba para que en lo alto del reino de Kiti, en Salapwuk, uno de los principales celadores del secreto me dijera que la isla que estábamos pisando no era más que el tapón puesto encima de un gran secreto que se escondí­a debajo, razón y origen de la sociedad secreta que allí­ funcionaba. Tuve que cruzar luego los manglares y navegar hasta Nahnningi, y por ende explorar las ya devastadas ruinas de la ciudad prohibida de Nan Matol, para ir arrancándoles a algunos nativos iniciados la confesión de que Nan Matol no es más que una señal en forma de desafiante ciudad que indica que frente a su muralla externa, allí­ donde moran los tiburones, se esconde bajo las aguas otra ciudad de construcción muchí­simo más antigua.

Sendas expediciones australiana, norteamericana y japonesa confirman que allí­, a nueve metros de profundidad, descubrieron los víértices superiores de diez columnas verticales de 20 metros de altura cada una. Nadie explica lo que ha encontrado agua abajo de estas diez columnas submarinas, de una cultura absolutamente distinta a la de los constructores de Nan Matol: íéstos dispusieron la totalidad de los bloques de basalto en forma horizontal, mientras que las mencionadas columnas submarinas se hallan todas en posición vertical.

Pero eso es solamente el principio de lo que allí­ se esconde. Quedan para el recuerdo más reciente los sarcófagos de platino extraí­dos de allí­ entre las dos guerras mundiales por los buzos japoneses. Y para el más remoto, las luces vistas en este punto del mar por los instructores y constructores Olosipe y Olosaupa, que supieron así­ en dónde debí­an erigirle un santuario a la anguila sagrada.

El motivo de este artí­culo ahora, al cabo de siete años de haber visitado la isla, no es otro que el de remozar la memoria y dejar constancia de este misterio para las generaciones futuras, para las que Pohnpei no será más que una diminuta isla en el Pací­fico, invadida por el moderno turismo motorizado japoníés. Les debí­a este homenaje a los Sau Rakim de Pohn Pei, que supieron desaparecer sin haber narrado más que una parte de su saber, testimoniando así­ su pertenencia a la universal comunidad de iniciados.

El buen amigo, periodista, viajero, buscador y aventurero catalán Jorge Juan Sánchez Garcí­a, que visitó Pohnpei en el mes de octubre de 1990, me comunica que desde mi estancia en la isla murió el celador de Salapwuk, Pernis Washndon, y se suicidó el joven y solitario Nahzy Susumu, que registraba el paso de cualquier extranjero a Nan Matol. La sociedad secreta de los tsamoro no traiciona sus principios.

Andreas FABER-KAISER, 1991.