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Autor Tema: Volver a empezar  (Leído 807 veces)

Scientia

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Volver a empezar
« en: Septiembre 21, 2011, 08:15:58 pm »
VOLVER A EMPEZAR

¡Levántate!
No te dejes vencer ante las adversidades de la vida, no te dejes
arrastrar por la corriente que parece inefable, ineludible, fatal.
Afíérrate a tus raí­ces, arremángate y ponte a remar. Sabrás que el
mundo no se ha hecho por sí­ mismo si la conciencia no lo hubiera
moldeado. El mundo es contenido por el pensamiento, así­, de tal
manera construirás tu mundo, tus sueños, tus ilusiones.

No te dejes arrastrar por la corriente que parece terrible porque
mientras más pienses en ella, más fuerza le darás. Tu pensamiento ha
obrado siempre a lo largo de tu vida. ¿Es que no lo sabes?. ¿Quiíén
te ha hecho creer que no eres lo que eres?. ¿Alguien te ha moldeado
a su gusto?. Es hora de sacarte cosas viejas, cosas que no funcionan
ya. Es hora del cambio y la renovación, es la hora de tu vida, es el
momento de tus sueños, es el tiempo de tu tiempo, porque no tienes
más que una vida. ¡Ví­vela como tú quisieras!. Vive tu vida porque
es el cuaderno en el que quedan muchas hojas en blanco por escribir,
colores a inventar en la paleta de tu alma.

¡Recríéate!
Ví­stete nuevamente de felicidad y camina con la frente en alto. Tú
no eres menos que nadie. Nadie puede darte lo que tú no te das.
Búscate en el rostro de un niño, mí­rate jugando como cuando apenas
mirabas al mundo renacer en cada ilusión de tu infancia. Vuelve a
creer en los reyes magos, en los ángeles, en los duendes del jardí­n.
Vuelve a tu divina raí­z y nútrela otra vez con la ilusión. No
permitas que alguien quiera vivir la vida por ti, porque sabes que
no podrá hacerlo, nunca nadie podrá vivir la vida por ti. Nunca dos
personas podrán ocupar el mismo espacio al mismo tiempo. Tú eres un
precioso instante en la historia del universo, y un espacio que íéste
te ha dedicado para que brilles como una estrella y colmes de luz a
las vidas que a ti se acerquen.

Levántate y no te dejes vencer, ni por la lucha diaria, ni por un
amor fallido, no te entregues al sopor de una cama a mirar el techo
o cerrar los ojos voluntariamente en la oscuridad de una habitación.
Levántate y anda. Anda lejos, anda cerca, sonrí­e con la gente que
pasa, acaricia a un niño, date el gusto de saborear aquello que
tanto te gustaba en otros tiempos. Cómprate algo lindo y disfrútalo.

¡ímate!
No permitas que nada ni nadie destruya ese don precioso que brilla
dentro de ti. No permitas que se termine el brillo del amor en tu
alma, porque quienes te han amado tanto, aún, con el paso del tiempo
te siguen amando y deseándote el bien. Hazles el homenaje de no
permitir que nadie quiera doblegarte y someterte a su voluntad.
ímate como ellos te han amado y respíétate tú tambiíén.

Reconoce en cada buen recuerdo el germen de tu vida y corrige los
errores del hoy, podando las hojas muertas del árbol que sostiene tu
historia. Rodíéate de luz y síé luz, descansa pero no te dejes caer.
No te dejes vencer por las corrientes que parecen tan terribles, tan
inefables, no les des mayor atención de la que debes darle, porque
si todo el tiempo piensas en las contrariedades de la vida,
terminarás confundiíéndote con lo mismo que no deseas.

¡Libíérate!
Saca tus nudos corporales y muíévete. Baila, camina, corre, mueve tu
cuerpo hasta darle mayor fluidez. A veces las zonas más duras del
cuerpo son la materialización de muchas horas de pensamiento
negativo o trabajo sin placer, rutinas que habrás debido cumplir,
pero que se pueden demoler, ablandar y restaurar.

Libíérate de tus miedos ocultos. Piensa en ellos y destrábalos
hablándoles como si fueran personas con las que tienes problemas y
que son difí­ciles de abordar. Sácalos de tu interior con paciencia,
razón y voluntad. Háblales y diles que se retiren, que desde ahora
en adelante vas a manejar tus sueños, tus ilusiones, tus planes
directamente, sin intermediarios fantasmas. Libíérate y confí­a, en
Dios y en ti. Libíérate y empieza a ser un poquito más feliz.

¡Perdónate!
Tal vez algún error pasado no te deje en paz por momentos, tal vez
alguna falta cometida haya sido motivo suficiente para que te
impongas un castigo por el solo proceso conciente de saber que has
cometido un error. Pero siempre hay una oportunidad de cambiar,
corregir y mejorar. Solo piensa en cómo enmendarlo, en cómo
modificar una situación pasada. Pí­dele a Dios el sano consejo para
corregir una situación. Dile que ya no quieres seguir con un
sentimiento que se arrastra dentro de ti silenciosamente y te hace
cada dí­a más presa de sus tormentos. Decí­dete a perdonar y a
perdonarte, de esa forma encontrarás el recto camino a la liberación
del alma y la felicidad entrará por tu puerta como un pájaro en un
dí­a soleado.

¡Renuíévate!
No guardes cosas viejas si no las vas a usar nunca. Haz un regalo a
alguien que le gusten esas cosas, o víéndelas y cómprate algo mejor y
si no sirven, tí­ralas, porque de nada sirve quedarse atrapado en
objetos del ayer. Tu mayor tesoro es el buen recuerdo, eso nadie te
lo podrá quitar, ni se podrá oxidar. Esa es la joya de tu alma, la
luz que te hace cada dí­a mejorar desde la experiencia y la plenitud
de saber que bien has vivido la vida.

Y no te olvides de sonreí­rle a la imagen del espejo, porque de tal
manera aprenderás a desplegar el buen humor, las buenas formas y la
simpatí­a. Despuíés de todo, el sujeto que llevas dentro de vez en
cuando necesita de tu sonrisa y saber que desde tu conciencia
irradias una buena onda hacia afuera tanto como la que enví­as a tu
alma. Y así­ cuando pase el tiempo, verás que todo es un continuo
movimiento y un eterno retorno siempre desde una dimensión superior.
¡Siempre mejorando y liberándote!

¡ímate y díéjate amar!
Aunque parezca difí­cil emprender el camino y avanzar, cuando hayas
dado varios pasos, estarás nuevamente andando el sendero de la
felicidad. Recuíérdalo siempre: nunca es tarde para... volver a
empezar.