La Amenaza de Al Gore
por Eduardo Ferreyra
28 de septiembre, 2008Al Gore está de regreso en la escena demandando que la gente use a la
“desobediencia civil†(líéase “violenciaâ€) para detener la construcción de plantas generadoras de electri-cidad que usen carbón, a menos esas plantas usen la tecnología de “secuestro de carbo-no†–algo que no ha sido probado y cuyos costos se calculan como prohibitivos.
Tambiíén quiere que toda la gente que no estíé de acuerdo con íél vaya a la cárcel.
Si usted es una persona joven que mira hacia el futuro de este planeta, y viendo lo que se está haciendo ahora y lo que no se está haciendo, yo creo que hemos llegado a una etapa donde es tiempo de la desobediencia civil para impedir la construcción de nuevas plantas de carbón que no tienen captura y secuestros de carbono,†dijo Gore frente al aplauso de los reunidos de la Inicia-tiva Global de Clinton.Yo creo que una compañía de carbón que gasta dinero convenciendo al público que compra acciones en la bolsa que el riesgo del calentamiento global no es tan grande, representa una forma de fraude en la bolsa porque están presentando mal a los hechos,†dijo. "Tengo la esperanza de que todos esos fiscales de estado en el país tomen alguna acción sobre eso.â€En el fondo la gente normal tiende a desestimar a Gore y sus exabruptos porque se ha dado cuenta de que nunca ha sido una persona “normalâ€. Ya hemos visto que Gore es lo que se llama un mentiroso compulsivo, con sus viejas mentiras sobre su participación fundamental en la invención de la Internet o las liebres y ovejas de la Patagonia cegadas por el Agujero de Ozono de la Antártida. Tambiíén hemos visto cómo un psiquiatra americano hizo hace algunos años un diagnóstico “no autorizado†de Al Gore y sus serios problemas de personalidad, destacando varios síndromes preocupantes (para la humanidad de la que somos parte), dada la actual posición fuertemente influyente que tiene entre quienes no son tan “normales†como nosotros –en concreto, los ignorantes y los políticos.
De los dichos y la sugerencia de actuación de fiscales que hace Gore surgen dos temas de discusión: Uno, la ausencia de pruebas científicas acerca de las afirmaciones que hace, y la otra es la propia actuación de Gore en sus mensajes carentes de base científica sólida y comprobada, lo que lo tiene que hacer blanco de la actuación de los fiscales por su clara estafa a la credibilidad del público, y el enorme perjuicio que causará (y ya lo está haciendo) a las economías personales de la gente y a las de las naciones que adoptan sus ideas y sugerencias de leyes “anti-calentamientoâ€.
Pero, dentro de la locura de Gore hay un míétodo que debemos reconocer que tiene su eficacia. En la historia hemos visto que los locos tienen míétodos que han sido eficaces (y no me pidan ejemplos, por favor, porque son demasiado evidentes y han costado millones de vidas humanas en cientos de campos de concentración, gulags y prisiones en todo el mundo), y el míétodo de Gore funciona, y lo hace a las mil maravillas –lo que no quiere decir que sea beneficioso para alguien más que íél mismo o a su grupo de asociados.
Los negocios de GoreLo mismo que los santones y gurúes de la India, al estilo Sai Baba, o el más reciente Sri Sri Ravi Shankar, Gore ha encontrado que la seria neurosis noógena que padecen grandes porciones de la sociedad, ese “vacío existencial†o falta de sentido de la vida, hace que la gente y las sociedades “vivan al díaâ€, una forma de existencia provisoria que se adopta al no vislumbrar ningún futuro. Se traduce en la formación de grupos donde se busca un fácil y cómodo refugio a esa soledad espiritual que las religiones tradicionales ya no parecen proveer, como las “tribus urbanas†de Buenos Aires y otras ciudades del mundo, ejíércitos y bandas terroristas de todo tipo, sectas secretas, clubes de admiradores, partidos políticos, gremios, y ONGs defensoras del Ambiente, y otras muestras de la infinita estupidez humana.
Las tíécnicas adoptadas por Gore son una variante de las viejas costumbres de los políticos que están constantemente enviado mensajes alarmistas y de catástrofes inminentes a sus pueblos para mante-nerlos alienados, aterrados e implorantes para que sean conducidos a la seguridad y salvación que tienen un precio, por supuesto: la píérdida paulatina de las libertades individuales que se ponen en manos de los generosos políticos y los salvadores del planeta. Ambos aprovechan la oportunidad y se enriquecen de manera obscena.
Primero, Al Gore está asociado con algunas grandes corporaciones y fondos de inversión que invierten en “energías alternativasâ€. Su propia compañía con base en Londres lo hace, la recientemente fallecida Lehman Bros –asesorada por James Hansen y Gore tambiíén lo hacía, y el presidente de Lehman Bros era el vicepresidente de la organización fundada por Gore, Climate Protection Alliance, una “alianza para proteger al climaâ€. El negocio es bueno. Las leyes que han estado impulsando estos personajes con sus exageraciones y distorsiones de la ciencia, han tenido un íéxito espectacular. La prensa ha jugado un rol fundamental en esto, a cambio de generosos aportes de dinero y oportunidades de gene-rar rátings de TV y aumentos en los tirajes de diarios y revistas. La gente cree todo lo que los diarios y la TV le dicen. No es ninguna sorpresa que los políticos sigan siendo votados y reelegidos.
Segundo: Con el congreso de los Estados Unidos nacionalizando a todo el sector financiero, se podrán ver inversiones políticas que pondrán dinero en estos proyectos de nuevas “energías alternativasâ€. Cuando los subsidios que salen de los impuestos se convierten en fuente de ganancia de unos pocos, se ve que el trabajo de convencer a la gente que el planeta está llegando a su fin ha rendido frutos muy dulces. Sin esos subsidios, en un mercado libre y competitivo, esos “proyectos†de energías alter-nativas serían un fracaso donde se perdería la inversión.
Pero al impulsar la
“desobediencia civilâ€, que lleva implícita la violencia, y sin dudas numerosas deman-das judiciales para cerrar las plantas de generación elíéctrica con carbón, que competirían directamente con los proyectos donde Al Gore tiene sus dinerillos invertidos, lo que Gore hace es intentar elevar el costo de producción que sus rivales tendrán que enfrentar. En otras palabras, escuchen a Al: “Usen la violencia; háganme rico!â€.
A esto, los ancianos sabios de antaño le llamaban
“estafaâ€.Pero que un inescrupuloso se haga rico a costa de la ingenuidad de muchos y con la ayuda interesada de otros, no es tan grave como lo que viene pisándole los talones a todas las leyes del cambio climá-tico que Gore viene impulsando.
No nos engañemos. Vendrá un tiempo en el mundo cuando negar la versión de Al Gore sobre el calen-tamiento global será un crimen similar a negar el Holocausto en Austria o Alemania. Habrá gente que irá a prisión por esto, más temprano que tarde. No me voy a sorprender si el próximo Congreso de los Estados Unidos o el Parlamento Europeo promulgan leyes criminalizando cualquier desacuerdo con Mr. Al Gore y sus “úcases†ambientales.
Las ONGs verdes tendrán carta blanca para hacer y deshacer, a su gusto y placer, sobre la propiedad privada de cualquier empresa y de los particulares, sin distinción alguna. Quienes se opongan aduciendo que no hay pruebas científicas para actuar como lo harán las ONGs verdes, como lo estuvieron hacien-do con los cultvos transgíénicos, por ejemplo, o los activistas de Greenpeace declarados "no culpables" por causar daños a una usina elíéctrica en Inglaterra, serán acusadas de herejía, de contradecir a su Excelencia Ilustrísima, el Gran Sacerdote, el Iluminador de Caminos Ecológicos y Salvador de Todos los Planetas, Mr. Al Gore, y darán con sus huesos en la cárcel. En las profundidades de las oscuras y pes-tilentes mazmorras se podrá escuchar la risa de Torquemada repitiendo; “No he muerto; nunca mo-riríé! Viviríé por siempre en los discursos de Al Gore y su adoración ecologista de Gaiaâ€.
Vayamos poniendo nuestras barbas en remojo en espera de la incorporación a nuestra Constitución del Santo Oficio de la Inquisición Verde. Despuíés no se quejen de que no se lo hayamos advertido.