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Autor Tema: James M. Buchanan (1919–2013)...  (Leído 230 veces)

OCIN

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James M. Buchanan (1919–2013)...
« en: Enero 15, 2013, 11:01:30 am »
Por...  James A. Dorn
 


 
El fallecimiento del Premio Nobel de economí­a James M. Buchanan, uno de los exponentes más destacados del gobierno limitado y los mercados libres en el siglo XX, deja un vací­o gigantesco en momentos en que las democracias occidentales están expandiendo el tamaño y la envergadura del Estado y amenazando el futuro de la libertad.
 
La noticia de la muerte de Buchanan el 9 de enero, a sus 93 años, ha entristecido a todos los que lo conocimos y respetábamos. Su amplia obra, sin embargo, seguirá viva y nos recordará que la libertad bajo un Estado de Derecho justo, o lo que F.A. Hayek denominó “la constitución de la libertad”, es esencial para que surja un orden espontáneo de mercado.

Como Adam Smith, Buchanan estaba interesado en las instituciones que permitirí­an a los individuos perseguir su propio interíés (la felicidad) mientras que beneficiaban a otros mediante un sistema que Milton Friedman ha llamado “mercados libres y privados”. Buchanan consideraba al “principio del orden espontáneo”—esto es, la creación de armoní­a y riqueza que se deriva de los intercambios voluntarios cuando el gobierno se limita a proteger los derechos a la vida, la libertad y la propiedad— como el “principio más importante de la economí­a” (ver What Should Economists Do?, pp. 81-82).
 
La pregunta que interesaba a Buchanan durante su larga carrera es el problema de la selección constitucional —esto es, la selección de las reglas que serí­an las mejores para permitirle a los individuos la libertad que necesitan para incrementar su rango de opciones y lograr la armoní­a social. El balance adecuado entre el Estado y el individuo —o entre la coerción y el consentimiento— es el fundamento de la economí­a polí­tica constitucional.

Aunque Buchanan hizo importantes contribuciones a la escuela de “Public Choice” (Opción pública), principalmente estuvo interesado en la selección de regí­menes y de cómo distintas reglas influenciarí­an los incentivos y el comportamiento —no en cómo los individuos actúan dentro de determinado conjunto de reglas. Su libro clásico El cálculo del consentimiento (The Calculus of Consent), co-escrito con Gordon Tullock, implicaba que una constitución justa era una que se basaba en el consentimiento, aún cuando las decisiones post-constitucionales se basen en algún tipo de gobierno de la mayorí­a.
 
Para Buchanan, el gobierno limitado es una prioridad y deberí­a limitar los impulsos democráticos que violan el principio de la libertad (ver, por ejemplo, The Logical Foundations of Constitucional Liberty, Vol. 1 de The Collected Works of James M. Buchanan). Hoy el Estado de Bienestar/regulatorio contradice la constitución de la libertad, aumenta la incertidumbre, y distorsiona el orden espontáneo del mercado. La libertad requiere de la responsabilidad y de una íética de auto-dependencia. El crecimiento del Estado ha erosionado esa íética y politizado la vida económica.
 
En el caso de tanto la polí­tica fiscal y monetaria, Buchanan argumentaba a favor de las reglas en lugar de la discrecionalidad. Querí­a previsibilidad y lí­mites claros al gasto público y a la imprenta de dinero. Consideraba inmoral la deuda pública excesiva además de perjudicial para el crecimiento económico. El Estado debí­a quedarse dentro de sus lí­mites constitucionales y no privar a los individuos de su libertad económica o personal. Como Hayek y Friedman, era un liberal clásico o libertario, no un conservador.

Buchanan criticó firmemente la miopí­a de los ciudadanos y de las polí­ticas públicas. Consecuentemente, argumentó, “Hasta que y a menos que empecemos a adoptar una perspectiva de largo plazo en nuestras capacidades privadas y públicas, incluyendo la adopción de nuevos y efectivos lí­mites constitucionales a los poderes fiscales y monetarios del Estado, estamos condenados a permanecer en medio de la basura de la polí­tica moderna” (en The Search for Stable Money, editado por J.A. Dorn y A. J. Schwartz, p. 126).


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...