Hace más de un año que se dedica a viajar por todo el mundo. Su cargo como máximo responsable de la consultora inmobiliaria Knight Frank le ha permitido comprobar como el mundo ha vivido a distintas velocidades la crisis financiera que ha asolado durante años a buena parte de Occidente. Y en algunos casos, como el español, con el sector del ladrillo como síntoma más evidente. Sin embargo, como desliza con flema británica Alistair Elliott durante una breve visita para despachar con su equipo español, ninguna depresión del mercado es para siempre.
Al mando de Knight Frank desde septiembre de 2012, este veterano del real estate, con más de tres díécadas a sus espaldas a pesar de superar por poco los 50 años, tiene claro que el dinero vinculado al sector inmobiliario se mueve por flujos bidireccionales no correlacionados. Un mercado nunca es receptor de inversiones y emisor en la misma proporción. Una explicación muy visual que puede ayudar a entender el fenómeno de las burbujas, como la vivida por ejemplo en España, donde se han ido cumpliendo todos los ciclos per y post de manera milimíétrica.
A pesar de la previsibilidad de los ciclos, ni siquiera las consultoras inmobiliarias se libran de esas tendencias. Elliot parece haber asumido las riendas de Knight Frank en un buen momento, pues tras un sólo año al mando la firma ha mejora su facturación (350 millones de libras) y beneficios (100 millones de libras) por encima del 5%, en buena parte gracias a operaciones singulares como la primera inversión de Chinese Investment Corporation (CIC) en Londres, pero sobre todo por haber simplificado sus áreas estratíégicas de negocio en sólo cuatro campos.
El chairman de Knight Frank reconoce que el riesgo jurídico y la transparencia en la fijación de precios son determinantes a la hora de medir el riesgo de un mercado. Por ese motivo, regiones como Rusia y China son todavía áreas muy restringidas para el dinero internacional. Por fortuna para nuestro país, los flujos de dinero extranjero han convertido a Europa en su apuesta favorita, tanto por factor precio como por factor crecimiento/recuperación, dos características esenciales para atraer la atención del inversor que ya reúne el mercado inmobiliario español.
Dicho lo cual, a pesar del tono optimista, el socio director de la consultora reconoció que en España nada volverá a ser como antes hasta que los inversores inmobiliarios sean españoles. Ese será el síntoma de la verdadera recuperación. Y para alcanzar ese estadio cada vez parece faltar menos, sobre todo si se tiene en cuenta, como recuerda Elliott mientras enumera con los dedos, que la deuda está volviendo las sector inmobiliario y lo está haciendo en todos los perfiles de activos, incluso tambiíén para hipotecas minoristas. Los brotes se asoman al ladrillo.
Aun así, el capo de Knight Frank considera que las verdaderas oportunidades inmobiliarias están muy alejadas de las corrientes generalizadas, donde siempre hay un hueco, pero donde seguir la tendencia suele dejar menor margen. En su opinión, a veces falta tiempo para detenerse y analizar la transformación de algunos grandes motores económicos como la distribución o el comercio minorista van a ofrecer palancas de crecimiento para aquellos que sepan adelantarse e interpretar quíé consecuencias va a provocar su evolución en el mundo del ladrillo.
Mientras juega a imaginar el futuro, el presente del negocio inmobiliario en España para por manos de Sareb. Y es que en su opinión, lo único determinante para que el banco malo inmobiliario sea un agente más del mercado, una verdadera plataforma útil, todo su íéxito potencial gira en torno a la elaboración de los lotes y a la fijación de precios. Sobre esas bases, los inversores son capaces de asumir riesgo y apostar por la oportunidad que da nuestro país. Otra cosa es la recuperación de facto del mercado, que sólo llegará cuando el propio dinero español sea el protagonista.