Por... BEATRIZ DE MAJO C.
Las autoridades chinas se encuentran en medio de una campaña de desprestigio y de persecución de las grandes empresas de la industria mundial de carros y de repuestos que hacen vida en ese país. Audi, Chrysler y más recientemente Mercedes Benz han sido acusadas de desarrollar conductas monopólicas y la misma acusación ha tocado a 12 compañías japonesas, quienes pudieran ser objeto de sanciones en breve. Quien lleva la voz cantante por el lado chino es la Comisión de Desarrollo y Reforma, ente estatal que tiene a su cargo el establecimiento de precios y las políticas que el país practica en este campo.
Estas empresas han sido puestas de rodillas por los entes gubernamentales usando como arma la aplicación de una Ley Antimonopolio con un articulado draconiano que data de 2008 y que fija las condiciones para el establecimiento de los precios de vehículos y repuestos.
Todo el peso del Estado se ha usado para convencer a las empresas que mejor les va aceptando la práctica de precios que en su criterio va en contravención de la Ley, que resistiendo legalmente las acusaciones gubernamentales. Es que la Ley establece la aplicación de multas que van hasta 10 % de sus ganancias anuales.
No es un secreto que el sector automovilístico chino, el más vasto del mundo, ha tenido un comportamiento destacado en los últimos años -en el año 2013 vendieron algo menos de 2 millones de unidades- lo que ha redundado en jugosos beneficios para los grandes del automóvil. Hay que recordar que entre BMW, Mercedes y Audi, de Volkswagen, acaparan juntos 80 % del mercado de autos de lujo. Ni hablar de dejarse multar, ha sido la consigna. Y para evitar tales penalidades algunas de estas empresas se han visto conminadas a aceptar en público la violación de la Ley –a ello ha tenido que acceder Audi- o a anunciar y poner en práctica amplísimos cortes en los precios de sus repuestos en las semanas recientes, superiores incluso a 30 %.
Los resultados intimidatorios de estas investigaciones han sido tales que otras industrias se han incorporado a la políémica suscitada entre los inversionistas extranjeros y el Gobierno. Este niega que su objetivo de ataque sean las empresas foráneas y está presto a garantizar que las empresas chinas provocan similar o incluso más exigente tratamiento.
En el fondo, ocurre que la eficiencia de las transnacionales en la producción de automóviles en suelo chino es destacadísima al compararla con la productividad de la industria local. Mientras el sector vive un muy buen momento, el desarrollo de marcas autóctonas ha enfrentado una muy empinada cuesta: las ventas totales de carros han crecido 8.5 % en tíérminos intermensuales, en junio, por ejemplo; pero las ventas de carros chinos solo se ha expandido 5.4 %. Temas de calidad tambiíén están en el tapete cuando se comparan unidades producidas con tecnologías extranjeras y vehículos íntegramente de factura china.
Al final, bajarles las ínfulas a los fabricantes de automóviles, lo que equivale a poner la bota sobre las transnacionales, lo que ha hecho es poner de relieve que no es solo esta industria la que cojea. Tambiíén los productores de farmacíéuticos locales adolecen de serias ineficiencias, al igual que la industria de los licores. Y en estos dos terrenos, fallas de calidad de cara al consumidor, se pagan aún más caro.