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Autor Tema: Objetos que aparecen y desaparecen misteriosamente  (Leído 437 veces)

Scientia

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Objetos que aparecen y desaparecen misteriosamente
« en: Abril 06, 2015, 06:39:11 pm »
http://mundodelmisteriooficial.blogspot.com.es/2015/02/jotts-objetos-que-aparecen-y.html?spref=fb

Objetos que aparecen y desaparecen misteriosamente


El fenómeno nos ha ocurrido a casi todos: dejar un objeto en un lugar durante un corto espacio de tiempo, ir a recogerlo y no encontrarlo para, tiempo despuíés, hallarlo allí­ mismo o en el sitio mas insospechado. Este tipo de sucesos ya tiene un nombre en parapsicologí­a: JOTTS, fenómenos anómalos, en ocasiones absurdos, que no tienen explicación.





¿Ha tenido la experiencia de perder algo que luego ha reaparecido misteriosamente en otro lugar inusual sin que pueda explicar cómo llegó hasta allí­? No se preocupe, no padece usted ningún tipo de demencia ni trastorno de la memoria. Lo que pasa es que “Usted ha sido jottleado”, tal y como reza un anuncio aparecido en la publicación británica The Paranormal Review que busca testimonios de personas que hayan tenido experiencias de este tipo que, no por cotidianas, dejan de parecer “paranormales”.
La parapsicóloga e historiadora Mary Rose Barrington, actual vicepresidenta de la Society for Psychical Research de Londres, ha introducido un nuevo tíérmino en el vocabulario parapsicológico que ha tenido una enorme repercusión: jottled. Procede de las siglas JOTT (Just One of Those Things) y, según esta experta, describe fenómenos raros, incluso absurdos, que no se ajustan a ningún modelo explicativo.

Veamos una experiencia tí­pica. Usted está a punto de salir de su casa por la mañana y deja su reloj (o las llaves, las gafas o la tarjeta de críédito) sobre la mesa del recibidor, como hace siempre. Va un momento al baño, pero cuando regresa el reloj (las llaves, las gafas o la tarjeta) ha desaparecido. Usted sabe perfectamente que lo ha colocado sobre esa mesa, incluso recuerda la forma que ha adquirido al ser depositado. Además, está solo en casa y nadie ha entrado ni salido en ese intervalo. Pero, como debe marcharse, deja la resolución del problema para despuíés. Por la tarde, nada más llegar a casa se dedica a buscar el reloj perdido. Busca y busca y, cuando está a punto de renunciar a su intento, usted mismo (o su esposa, o su hija) lo encuentra… en la chaqueta que estaba colgada en el ropero, una prenda que no usaba desde hací­a mucho tiempo.
¿Cómo ha llegado el reloj hasta allí­?
Aunque parezca cosa de magia, lo cierto es que este tipo de experiencias es mucho más común de lo que creemos.









Teleportación

Mary Rose Barrington, que ha reunido y clasificado numerosos tipos de jotts , explica que el más frecuente es aquel en el que se producen desplazamientos de objetos que pueden ser atribuidos a una especie de “teleportación”.

La investigadora relata una de sus propias experiencias:
“Estando de viaje por Inglaterra y Escocia pasíé una semana en Findhorn, donde compríé un anillo que me puse en el dedo derecho. Me estaba ajustado, pero no me apretaba y tampoco se salí­a con facilidad. Fui a Londres, donde me quedaba en casa de unos amigos, y varios dí­as despuíés me desplacíé a Parí­s para conocer a Tom, el hombre que más tarde se convertirí­a en mi esposo (ahora estamos divorciados).

Nos habí­amos conocido seis meses antes y yo ‘sabí­a’ que nos í­bamos a casar. Cuando regresíé a Londres, varios dí­as despuíés, encontríé el anillo sobre la cómoda de mi habitación. Le contíé a mi amiga que aparentemente lo habí­a perdido, pero ella me dijo que lo habí­a encontrado en el suelo, en medio de la habitación, poco despuíés de mi marcha”. “De regreso en Estados Unidos, Tom y yo fuimos una tarde a la feria estatal de Maryland. Yo tení­a puesto el anillo. Pero, una vez más, de repente notíé que me faltaba. Insistí­ en volver sobre nuestros pasos pero, por supuesto, no lo encontríé. Sin embargo, cuando lleguíé a casa el anillo cayó desde el interior de una de las perneras de mis jeans, a pesar de que mientras estábamos en la feria habí­a revisado toda mi ropa.

Despuíés ya no tuve ningún otro percance con íél. Pero esas desapariciones fueron un rompecabezas para el cual nunca tuve una explicación”. ¿Pueden ser los jotts un efecto de la teleportación?

Teóricamente, la teleportación permite que un objeto desaparezca de un lugar y aparezca en otro. Pero este fenómeno es imposible desde el punto de vista de la fí­sica cuántica, ya que viola el principio de incertidumbre de Heisenberg.



Tíécnicamente hablando, la teleportación es la reconstrucción de una copia exacta de un objeto original. Pero, según el principio de incertidumbre, el simple acto de observar un objeto lo perturba e impide que sea una ríéplica perfecta: se produce lo que los cientí­ficos cuánticos llaman “colapso”. En 1993, la ciencia demostró que la teleportación perfecta es posible en principio, pero solo si se destruye el original. Sin embargo, todo esto ha cambiado hace pocos años.
En 1997, un equipo de cientí­ficos de Austria y Dinamarca lograron teleportar con íéxito fotones sin destruir los originales. Otro gran paso se produjo en 1998, cuando un grupo de fí­sicos del Instituto Tecnológico de California (CIT) realizó la primera teleportación cuántica con un alto grado de fidelidad. El equipo del CIT teleportó luz condensada a un metro de distancia. Más adelante, en junio del 2002, cientí­ficos australianos teleportaron con íéxito un rayo láser.

Estos avances tienen tremendas implicaciones para las nuevas tecnologí­as de las telecomunicaciones, pero nadie sabe todaví­a cómo aplicar la teleportación a materiales que tienen masa (los fotones no la tienen). Sin embargo, probablemente es solo cuestión de tiempo que podamos dar el “salto cuántico” y la teleportación controlada de objetos con masa se convierta en una realidad. “Mientras tanto –dice Mary Rose Barrington–, todaví­a tenemos fenómenos como los jotts, que parecen ser casos de teleportación que desafí­an toda explicación”.

Consideremos, por ejemplo, los casos de aportes –objetos supuestamente materializados o transportados a lugares distantes a travíés de la intervención de espí­ritus– protagonizados por los míédiums del siglo XIX (ver Monográfico de MíS ALLí nº56: ¿Podemos hablar con los muertos?). La antigua literatura espiritista es rica en relatos sobre extraños objetos –en ocasiones flores frescas e incluso animales vivos– surgidos aparentemente como de la nada en el transcurso de las síéances. Más recientemente, personajes como Sai Baba en la India se han hecho famosos por sus aportes y materializaciones. Sai Baba asegura que íél mismo teleporta algunos objetos a grandes distancias. Y en algunos poltergeists tambiíén se producen aportes.

El papel de las emociones

“Es posible que exista un tipo de teleportación desconocido para la ciencia”, comenta Barrington, quien añade una nueva variable a esta ecuación. Se trata del estado emocional del sujeto, que, según ella, puede jugar un papel importante en el fenómeno. “La intensidad de la emoción puede ejercer una fuerza que interactúe de algún modo con las propiedades del tiempo y el espacio”, explica. Y nos propone su propio caso como ejemplo: “Yo no tení­a un gran apego a mi anillo cuando desapareció, pero sí­ estaba en un estado alterado por el impacto emocional de mi relación con Tom. La pregunta es: ¿por quíé este anillo en particular? No era el único que llevaba; quizá carguíé algo de mi intensa energí­a emocional en íél”.

Una opinión que comparte el conocido psí­quico Alan Vaughan, quien coincide con Barrington en que esa emoción intensa pudo haber jugado un papel importante en su experiencia. De hecho, la implicación emocional tambiíén es parte del ritual mágico que consiste en proyectar una energí­a mental capaz de provocar algún tipo de manifestación fí­sica.

Así­, en algunos casos de jotts, un gran disgusto o una frustración provocados por una píérdida pueden influir en el retorno del objeto “extraviado”. Y, según algunas investigaciones, hay tambiíén otros estados de ánimo que pueden tener cierta relación con los jotts, como pone de relieve el hecho de que las personas que dedican mucho tiempo a las actividades creativas, la sanación y la meditación sean más propensas a protagonizar este tipo de experiencias.




Mary Rose Barrington no es la única investigadora que ha profundizado en esta cuesión. El parapsicólogo australiano Michael Thalbourne tambiíén se ha ocupado del fenómeno, al igual que el doctor Maurice Grosse, conocido investigador de poltergeists en Reino Unido.

Algunos de los casos recogidos por Thalbourne resultan sorprendentes, como el de Rod T., que le relató la siguiente experiencia: “Hace años viví­a en una pequeña roulotte. Una noche tuve que salir a coger algo del almacíén. Busquíé mi billetera antes de salir y me di cuenta de que me faltaba. Revisíé la roulotte durante casi una hora. Para entonces ya casi sentí­a pánico, pues mis salarios de las dos semanas siguientes estaban en esa billetera. Yo sabí­a que tení­a que estar en casa, así­ que salir a buscarla fuera me parecí­a demasiado. ¡Pero lo hice! Cuando volví­ dentro seguí­ buscando. Revisíé de nuevo la sala de estar y la cocina y mientras regresaba a la sala miríé hacia la cocina y vi allí­, en el suelo, frente a la nevera, mi billetera. Me quedíé pasmado. De ninguna manera podí­a haber pasado por alto esa billetera situada ahí­: habrí­a sido la primera cosa que mis ojos habrí­an visto al volver a la cocina”. “En los últimos años mis gafas, mis llaves y dos libros desaparecieron en mi casa y aparecieron en lugares raros”, relata Amy S., una de las personas entrevistadas por Barrington.

“Cuando me quito las gafas, normalmente las pongo al lado de mi ordenador, pero una vez, cuando volví­ para cogerlas, habí­an desaparecido. Las encontríé dí­as despuíés encima del refrigerador.
Yo solí­a atribuir estas desapariciones a las travesuras de mi hijo de catorce años, pero ahora tengo serias dudas al respecto”.

Y, finalmente, estas son dos extrañas experiencias de Martha G.: “Una vez, hace más o menos ocho años, saquíé a mi perro y fui al almacíén. Yo vivo sola, así­ que estoy segura de que me metí­ las llaves de casa en el bolsillo de la chaqueta. Mientras regresaba, ¡no pude encontrar mis llaves! Por suerte tení­a otro juego oculto fuera, así­ que pude entrar. Revolví­ toda la casa buscando las llaves, pero no las encontríé. Incluso volví­ sobre mis pasos hasta el almacíén, pero nada.

Un par de dí­as despuíés, las llaves reaparecieron sobre la mesa de cafíé, un lugar en el que, obviamente, yo habí­a buscado antes. En otra ocasión perdí­ una pieza de azurita que usaba durante mis meditaciones. No pude encontrarla durante algún tiempo. Pero un dí­a, cuando estaba volviendo a casa, la vi en el suelo, justo frente a la puerta”.

¿Alucinación negativa?

¿Puede un jott ser interpretado como una experiencia de alucinación negativa? A diferencia de lo que ocurre con una alucinación normal, en la que el individuo percibe un objeto que no existe en la realidad objetiva, la alucinación negativa consiste en no ver un objeto que sí­ está presente. Esta es la explicación que propone Charles McCreery al fenómeno de los jotts.

“El objeto está realmente presente –dice–, pero el individuo no tiene consciencia de íél”. Las alucinaciones negativas pueden producirse incluso en el transcurso de una sesión de hipnosis. Puede darse el caso de solicitar al sujeto sometido a hipnosis que no vea un determinado objeto que está en la habitación, una silla, por ejemplo, y que responda como si el mueble no estuviese allí­. Pero cuando se le pide que camine por la habitación, rodea la silla y evita cualquier contacto fí­sico con ella. En algunos casos, por lo tanto, parece que hay una disyunción entre lo verbal y la conducta motora. La interpretación de Bernheim es que “en algún punto hay conciencia de la silla”.

Una disociación similar entre la conducta motora y la verbal se observa en el fenómeno de blindsight, en función del cual un individuo que afirma que no puede ver nada puede actuar como si estuviese procesando cierta información. De hecho, el sujeto puede desenvolverse mejor cuando está forzado a adivinar si el estí­mulo está o no presente en el escotoma (el área ciega) de su campo visual, y puede sorprender con el resultado, sobre todo si al principio se comentó que era una tarea imposible.

Trastornos disociativos

“Hace dos años rompí­ la correa de mi reloj mientras colgaba una cortina –relata Christopher Wallis, cuyas experiencias jotts han sido analizadas por Barrington–. Entonces dejíé el reloj en un estanterí­a y fui a la cocina un momento. Cuando volví­ el reloj se habí­a esfumado. No lo volví­ a ver desde entonces. Unos meses despuíés, subí­ un libro de la biblioteca al dormitorio. Cuando me retiríé, momentos despuíés, habí­a desaparecido y finalmente me vi obligado a comprar otro libro. En otra ocasión, puse uno de mis jerseys predilectos en el armario del dormitorio, pero tambiíén se esfumó, junto a una chaqueta”. “Estos son los incidentes más recientes –continúa Wallis–. Con el correr de los años he perdido, entre otras cosas, dos teteras chinas, una pintura sin enmarcar y una miniatura de mi abuela. Ninguna de estas cosas tení­a un gran valor, pero todas se esfumaron sin dejar rastro y no pudieron haber sido robadas”. Pero no es probable que un problema perceptual sea la única explicación de las experiencias jotts.

De hecho, en algunos casos la disociación puede jugar tambiíén un papel en este fenómeno. La disociación se entiende como una ruptura de las funciones de la consciencia, que normalmente están relacionadas con la memoria, la identidad y la percepción del entorno. Por ejemplo, una forma no patológica de amnesia disociativa puede ser encontrar entre las pertenencias propias objetos nuevos que no recordamos haber comprado, así­ como no saber de quíé conocemos a alguien que nos saluda. Hay tambiíén casos patológicos, como no saber cómo se ha llegado a un lugar determinado o encontrarse vestido con una ropa que uno no recuerda haberse puesto.

A menudo los jotts tambiíén pueden atribuirse a accidentes domíésticos, bromas de otras personas, descuidos, desplazamientos en la evocación de un recuerdo (por ejemplo, determinada conducta habitual y repetitiva puede fijar en la memoria un falso recuerdo que se asocia automáticamente a la última vez que fue visto el objeto, cuando en realidad este se dejó en otro lugar) e incluso a explicaciones fantásticas, tales como “duendecillos” a quienes se atribuye el movimiento de los objetos. Pero, cualesquiera que sean las interpretaciones –incluidos un fallo en la percepción, una leve amnesia disociativa o una alucinación negativa–, lo cierto es que el fenómeno está escasamente investigado en psicologí­a.

Para finalizar, Barrington alude a otra curiosa experiencia del señor Wallis. “Un domingo por la tarde –recuerda el propio Wallis– caminíé hasta el parque de mi barrio acompañado por un amigo. Era un dí­a nublado, pero con un poco de sol. De regreso a casa oí­mos un sonido parecido al de la nieve desprendiíéndose del techo de la vivienda delante de la que estábamos pasando. Vimos un trozo de hielo blando en el suelo y luego cruzamos la calle para observar mejor el techo, pero no pudimos ver nada. Despuíés, lo que parecí­a ser un gran trozo de nieve me golpeó en la parte de arriba de los muslos y me empapapó ambas piernas. Continuamos caminando y otro pedazo enorme me golpeó en un lado de la cara, empapando mi chaqueta y mi camisa. Mi amigo dijo que parecí­a haber salido de ninguna parte. A esa altura yo ya estaba calado hasta los huesos y bastante asustado, pero por suerte mi casa estaba cerca y entramos corriendo. Nunca logríé explicarme quíé habí­a ocurrido”. Barrington asegura que no hay teorí­a alguna capaz de explicar sucesos como este.

“Si Wallis no hubiera tenido un amigo como apoyo, su experiencia habrí­a sido difí­cil de creer, a pesar de la ropa empapada”. “Sentí­ â€“añade Wallis– que habí­a sido usado como una especie de blanco, con bolas de nieve apareciendo de la nada y lanzadas con precisión”. Esta y otras experiencias jotts, tan habituales para muchas personas, exigen un mejor análisis de los mecanismos que las provocan, de tal forma que nos ayuden a comprender cómo y por quíé operan, para formular un modelo teórico que contribuya a explicarlas.

JOTTS, varias clases diferentes

La parapsicóloga e historiadora Mary Rose Barrington ha creado una clasificación de los jotts. Es la siguiente:

Paseador:
Cuando un objeto desaparece de un lugar conocido y luego aparece en otro sitio inusual sin que se pueda explicar cómo llegó allí­.

Retornador:
Es una variante del anterior. Un objeto desaparece de un lugar conocido y luego –a veces minutos y, en ocasiones, años depuíés– reaparece misteriosamente en el mismo lugar.

Volador:
Un objeto desaparece de un lugar conocido y nunca reaparece. El jott volador puede ser la etapa 1 de un jott paseador con un perí­odo de desaparición excepcionalmente largo.

Aparecido:
Un objeto conocido para el observador que está en un lugar no habitual regresa a su emplazamiento normal. Parece ser la etapa 2 de un jott paseador.
Grabados, zapatos, postales navideñas…

Los ejemplos que exponemos a continuación forman parte de los casos reunidos por el parapsicólogo australiano Michael Thalbourne para ilustrar el fenómeno de los jotts.

Josíé Marí­a T., restaurador de obras de arte en un museo de Buenos Aires, relata así­ lo que le ocurrió: “Unos seis meses más tarde encontríé dos grabados pequeños en el bolsillo de una cazadora que yo rara vez usaba y guardaba en un ropero de arriba. Pero esos grabados eran parte de un juego que estaba ensobrado y guardado en una caja de mi despacho esperando a ser enmarcado”. Josíé Marí­a recuerda que en aquella misma íépoca tení­a que dar una conferencia y llevó consigo los grabados, entre otras piezas, para ilustrarla. “Como eran pequeños, fui cuidadoso y anotíé dónde los habí­a puesto, junto a numerosas piezas más grandes”.

Cuando llegó a la sala de conferencias los objetos se repartieron en dos mesas, pero las miniaturas no aparecieron por ninguna parte. Despuíés de la conferencia, Josíé Marí­a y sus ayudantes revisaron todo cuidadosamente. Pero fue en vano. Inesperadamente, los grabados reaparecieron un año despuíés.
Casualmente un libro de bolsillo de la estanterí­a de mi despacho, ¡cayó el sobre con los grabados intactos! Nadie sabe cuánto tiempo estuvieron ahí­, pero lo extraño es que yo le habí­a prestado el libro a un amigo meses antes y su esposa me lo habí­a devuelto cuando asistió a la conferencia, aunque no nos dimos cuenta hasta despuíés de que los grabados habí­an desaparecido”, explica Josíé Marí­a.


Michael Thalbourne tambiíén refiere otro caso protagonizado por un matrimonio que acostumbraba a pasear a su perro por un boque cercano al que solí­an ir en coche. Un dí­a de lluvia, cuando llegaron al bosque decidieron cambiar su calzado normal por unas botas para la lluvia y dejar sus zapatos en el maletero. Sin embargo, cuando regresaron a casa y abrieron la puerta del maletero comprobaron, sorprendidos, que los zapatos de la mujer habí­an desaparecido. A la mañana siguiente, cuando el marido entró en el garage a primera hora, observó incríédulo que el par de zapatos habí­a reaparecido como por arte de magia.

“¡Ahí­ estaban –recuerda–, posados pulcramente, uno lado del otro, sobre el capó del coche!”.
El caso de C. F. es tambiíén muy curioso. A principios de noviembre de 2007 su esposa fue a buscar a la cómoda unas tarjetas navideñas que habí­an guardado en el cajón de siempre. Pero no estaban por ninguna parte. Ambos estuvieron buscándolas durante horas sin resultado, hasta que decidieron preparar de nuevo todos los sobres a mano. Un mes más tarde C. F. encontró en el mismo cajón –y muy a la vista– la carpeta con todas las tarjetas presuntamente desaparecidas. “Estoy empezando a preguntarme si mi billetera y la cartera de mi esposa están seguras. ¿Y cómo explico a una compañí­a de seguros este tipo de píérdidas?”, dice C. F.

El experimento

“¿Ha tenido la experiencia de haber dejado un objeto (por ejemplo, un llavero o un reloj) en determinado lugar, no encontrarlo al ir a buscarlo y tiempo despuíés hallarlo en el sitio donde lo dejó, a pesar de haberlo revisado varias veces antes?”.

í‰sta fue la pregunta que planteó el autor de este artí­culo, el psicólogo argentino Alejandro Parra, a un grupo de 560 estudiantes de Psicologí­a. Los resultados de la encuesta mostraron que el 46% de los participantes habí­a protagonizado jotts varias veces y que las mujeres tení­an más experiencias de este tipo que los hombres (11% y 9%, respectivamente). Tambiíén pusieron de relieve que mientras el 48% de los sujetos consideraba inexplicable este tipo de experiencias, el 47% creí­a que podí­an tener una explicación. Solo el 5% se manifestó a favor de una interpretación paranormal del fenómeno.