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Autor Tema: LA MISTERIOSA RELACIí“N ENTRE LA GLíNDULA PINEAL, EL DMT  (Leído 728 veces)

Scientia

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LA MISTERIOSA RELACIí“N ENTRE LA GLíNDULA PINEAL, EL DMT Y LOS 49 DíAS DE LA REENCARNACIí“N DEL ALMA
MAGIA Y METAFíSICA

POR: ALEJANDRO MARTINEZ GALLARDO



La lámpara del cuerpo es el ojo; así­ que, si tu ojo es único, todo tu cuerpo estará lleno de luz.

Mateo 6:22

 

We are led to believe a lie, when we see not through the Eye.

William Blake

 

Los fuegos siempre están jugando alrededor de la glándula pineal pero cuando el kundalini los ilumina, por un breve momento el universo entero se hace visible.

Madam Blavatsky

Desde la antigí¼edad la glándula pineal ha sido objeto de la más alta especulación metafí­sica. Considerada como un tercer ojo o un misterioso ojo espiritual, es uno de los centros anatómicos principales a los que se dirigen el yoga tántrico y otras disciplinas mí­sticas en el afán de abrir o activar una percepción sutil y, al provocar un estado de expansión de conciencia, unir al practicante con la divinidad o los principios universales. "En el  esoterismo la glándula pineal es el ví­nculo entre los estados objetivos y subjetivos de conciencia o, en tíérminos exotíéricos, entre los mundos visbles e invisibles de la naturaleza", dice Manly P. Hall (Man: Grand Symbol of the Mysteries).

Esta especulación (que en las tradiciones ocultas seguramente es acompañada de una serie de experimentos de anatomí­a teúrgica) ha sido revivida en la actualidad con el descubrimiento de que la glándula pineal secreta DMT (un poderoso enteógeno endógeno) y una misteriosa coincidencia encontrada por el doctor Rick Strassman: esta glándula se forma a partir de la síéptima semana dentro del feto (el mismo momento en el que se identifica el sexo); son tambiíén exactamente 7 semanas o 49 dí­as los que se dice que tarda un ser humano en reencarnar según el Libro tibetano de los muertos (Bardo Thí¶dol), la gran autoridad en escatologí­a que tiene el budismo. En este artí­culo intentaremos conectar la concepción antigua de la glándula pineal como una puerta espiritual y un órgano de percepción metafí­sica con los hallazgos y algunas de las hipótesis más radicales de Strassman. Para hacer esto primero sentaremos un contexto cientí­fico, histórico y simbólico de la glándula pineal.

Empotrada en el centro del cerebro, con forma de cono de pino, este pequeño órgano del sistema endócrino es responsable de producir melatonina a partir de la serotonina y dimetiltriptamina (DMT), una sustancia psicodíélica endógena que está presente en pequeñas cantidades en buena parte de las especies del planeta (que tiene un precursor, como la serotonina, en el aminoácido triptofano), entre otras hormonas que emulan neurotransmisores. Su estructura, conformada por cíélulas muy similares a las de la retina, es considerada vestigio de un tercer ojo primitivo y en algunos reptiles este "ojo parietal" sigue funcionando como fotorreceptor. Estudios muestran que la glándula pineal es especialmente sensible a los campos magníéticos y su secreción de diferentes hormonas es mediada por la luz o la oscuridad a la cual es expuesta --la serotonina se incrementa con la luz y la melatonina necesita de la oscuridad (Strassman teoriza que el DMT podrí­a ser generado naturalmente si se pasa mucho tiempo sin exponerse a la luz).

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Alrededor de 1630, Reníé Descartes escribió su famosa hipótesis sobre la glándula pineal como el "asiento del alma". El padre del racionalismo explica: "este peculiar lugar de la residencia del alma es el Conarium, o Glandula Pinealis, un cierto núcleo que semeja un cono de pino, ubicado entre los ventrí­culos del cerebro", y dice que la razón por la cual este es el asiento del alma es "porque esta parte del cerebro es singular y sólo una". Añade el filósofo francíés que los más inteligentes no son los que tienen una glándula pineal más grande sino una más móvil, en esto coincidiendo con la versión ocultista que sugiere que la glándula pineal se activa por el movimiento --una especie zumbido-- de la energí­a que es representada por la serpiente kundalini. Pese a que para algunos la idea de Descartes parece tener una extraña claridad intuitiva, en su íépoca y posteriormente esta conjetura le ha ganado el escarnio de sus colegas.

Manly P. Hall en Man: Grand Symbol of the Mysteries nos dice que la glándula pineal corresponde a la sefirá de Kether, la corona, la unidad divina que contiene a todas las cosas, y es El Ojo que Todo lo Ve de los masones, el Ojo de la Providencia, el Ojo íšnico de las escrituras [Mateo 6:22] y tambiíén el Ojo de Horus y el Ojo del Cí­clope (los titanes griegos que evocan un estado primigenio o de una humanidad previa, que supuestamente tení­a acceso a una percepción directa del cosmos como realidad interna).

Según el egiptólogo E. A. Wallis Budge, en algunos papiros se muestra a la persona fallecida con un cono de pino adherido a la corona de su cabeza al entrar a la sala del juicio de Osiris. En los misterios griegos a veces se llevaba un bastón simbólico con un cono de pino adherido --el tirso o báculo de Dionisio. Esta misma investidura ritual se mantiene aún entre algunos lí­deres de la Iglesia católica (¿el que lleva el báculo con el cono de pino es el que tiene el ojo interno abierto y por lo tanto puede guiar?) y en la plaza de San Pedro podemos ver una enorme escultura de una glándula pineal flanqueda por dos pavos reales (las plumas de los pavos reales están adornadas por patrones similares a ojos, llamados ocelli y simbolizan tambiíén la omnividencia). Manly P. Hall señala que en la iconografí­a china se pueden observar plumas de pavo real adheridas a la cabeza de ciertos personajes de la nobleza en la zona que corresponde a la glándula pineal... todo lo cual puede ser una coincidencia, o uno de los misteriosos pathosformel que detectó el historiador Aby Warburg y que se repiten transculturalmente como si hubiera un origen común a toda la simbologí­a. 

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Acercándonos más en el tiempo a lo que nos concierne en este caso tenemos el intrigante trabajo del doctor Rick Strassman, autor del libro The Spirit Molecule, en el que registra los resultados de sus experimentos administrando DMT a voluntarios en la facultad de medicina de la Universidad de Nuevo Mexico y sus posteriores hipótesis y especulaciones sobre la función del DMT en el organismo. Una de las cosas que más ha fascinado a los lectores de este texto es la increí­ble coincidencia notada por Strassman entre los 49 dí­as que tarda un individuo en tomar una siguiente vida, según el Libro tibetano de los muertos, y el momento en el que la estructura pineal se manifiesta en el feto humano, 49 dí­as despuíés de la concepción. El mismo Strassman explica:

Sugiero que la fuerza vital del individuo entra al cuerpo a travíés de la pineal 49 dí­as despuíés de la concepción y se libera a travíés de la glándula pineal en la muerte. Este perí­odo prenatal de 49 dí­as corresponde a las primeras señales del tejido pineal fetal, la diferenciación de las gónadas en masculino y femenino y el intervalo de tiempo entre la muerte de un individuo y la reencarnación de su alma según el budismo tibetano. Sugiero un modelo metafí­sico en el que los impulsos biológicos, psicológicos y espirituales existen en una tensión dinámica con esta glándula espiritual.

Desde la publicación de su libro Strassman habí­a teorizado que la glándula pineal era responsable de producir DMT, la molíécula psicodíélica que habí­a sido detectada en el organismo humano. Años despuíés de la publicación se confirmó que, al menos en el caso de los ratones, la glándula pineal en efecto produce DMT. Strassman además cree que el DMT podrí­a estar correlacionado con el componente visual de los sueños y con las visiones reportadas en las experiencias cercanas a la muerte. Con esto Strassman empieza a trazar una especie de doble umbral entre la vida y la muerte localizado en la glándula pineal: lo que de un lado es una urna acaba siendo una cuna en otro lugar y viceversa. En su libro The Spirit Molecule intenta interpretar esta misteriosa coincidencia, la cual lo lleva de la ciencia hacia la especulación metafí­sica:

Hay algo que nos 'vivifica' cuando se une al cuerpo. Cuando presente en la materia, se muestra como movimiento y calor. En el cerebro provee el poder de recibir y transformar en conciencia nuestros pensamientos, sensaciones y percepciones...

Lo que propongo es una "doctrina del tiempo pasado". Si los textos budistas y la embriologí­a humana revelan que diferentes desarrollos requieren 49 dí­as, los eventos pueden estar relacionados.

"Al morir", nos dice Strassman, "parece haber una alteración profunda en la conciencia que se desliga de su identificación con el cuerpo. El DMT pineal hace disponibles esos contenidos particulares no corporalizados de la conciencia... es probable que la pineal sea el órgano más activo al momento de la muerte". Strassman especula que en los 49 dí­as despuíés de la muerte "las experiencias acumuladas, memorias, hábitos, tendencias, sensaciones" son procesados, eliminados o integrados y lo que queda es luego asimilado a la siguiente vida "por resonancia, o vibración simpática de campos similares" (esto es lo que en el budismo se conoce como los skandhas o agregados). El cuerpo está listo para recibir ese material psí­quico una vez que es capaz de sintetizar DMT, cuando "la glándula pineal puede actuar como una antena o un pararrayos del alma".

En el caso del budismo tibetano son 49 dí­as tambiíén los que se suele mantener el luto, el cual consiste, entre otras cosas, en rezarle a los muertos oraciones y mantras del Libro tibetano de los muertos, bajo la creencia de que el compuesto psí­quico de la persona fallecida vaga por el mundo intermedio (el bardo) en búsqueda de la liberación que encuentra su vehí­culo en la Luz Clara (í¶sel), una luz que es la conciencia misma. Se cree que las oraciones pueden servirle como una guí­a para unirse con esta luz que es la realidad más allá de la ilusión del samsara o el ciclo de muerte y renacimiento. Hay que mencionar (y precisarle a Strassman) que para el budismo lo que "reencarna" no es un alma como la conocemos en la teologí­a cristiana, por ejemplo, sino un componente psí­quico o un agregado de la mente, que existe solamente hasta que sus acciones o karmas hayan cumplido con su cadena de causas y efectos. Reníé Guíénon incluso sugiere que la idea de la reencarnación es una invención moderna y que lo que predican las religiones orientales es solamente la transmigración, es decir una continuidad de la mente (o del alma en el caso del hinduismo) pero en otros mundos y planos de existencia.

El viaje por el bardo consta de siete niveles, los cuales duran cada uno 7 dí­as y en los cuales el individuo se ve enfrentado a diferentes estratos de visiones, algunas más terrorí­ficas que otras (suelen aparecer las iracundas deidades tántricas en una región similar a lo que en otras tradiciones se conoce como el astral o el mundo del deseo). Se dice que si el individuo es capaz de distinguir estas visiones como meras proyecciones de su mente o reflejos de sus actos y pensamientos pasados, entonces ocurre una purificación y puede alcanzar la liberación. Si esto no se logra, entonces, el Bardo Thí¶dol narra una inquietante secuencia en la que la atención del individuo, que vaga en un caliginoso mundo de espectros y deseos, es atrapada por una imagen irresistible y abominable: una pareja que tiene sexo. El individuo se identifica con esta cópula interdimensional y se echa a andar el proceso de renacimiento en el rayo de la inseminación (¿de los dos lados, en la muerte y en la vida, una luz avanza en un túnel?).

Los tibetanos no son los únicos que tienen este conocimiento tradicional, en Occidente encontramos una extraña mención de esta creencia. En un pequeño texto de la íépoca del Renacimiento, incluido en la edición de Angela Voss de las obras astrológicas de Marsilio Ficino, el gran platonista florentino señala que uno de los momentos definitivos de la concentración psí­quica de los individuos es aquel en el que "por primera vez el feto es imbuido con la vida. Dicen que esto sucede en el segundo mes, cuando Júpiter actúa poderosamente. No queda claro si la vida entra la primera mitad de este mes o en el dí­a 49 despuíés de la concepción; la naturaleza usualmente emplea procesos septenarios en los asuntos humanos". Esto es una creencia numerológica ligada a los siete aspectos del alma, según se explica en la astrologí­a hermíética, equivalente a los siete planetas del sistema astrológico antiguo y los 7 dí­as de la Creación, así­ como varios otros septenarios que parecen ser reflejos de los siete poderes creativos y de una especie de código creativo que permea el cosmos.

Siguiendo con la lista de ominosas coincidencias, en el taoí­smo se explica que la menopausia llega a los 49 años. Se tiene tambiíén en esta religión la creencia de que la esencia vital --cuyo origen se cree que es divino-- se pierde a travíés del sangrado excesivo, por lo cual la mujer debe controlar su menstruación, si bien nunca erradicarla del todo, ya que en ella, como en el semen en el caso del hombre, está la sustancia esencial (Jing) que puede transformarse en espí­ritu (Shen).

Tenemos tambiíén el caso de la religión judí­a en la que el 49 tiene un significado especial. La fiesta de Shavuot, una de las más importantes del calendario religioso judí­o, se celebra 49 dí­as despuíés de la fiesta de Píésaj (la celebración de la liberación de Egipto). "Shavuot" significa "semanas", esto es las 7 semanas que se debe hacer "la cuenta del Omer" (Omer es una unidad de medida de cebada y tambiíén la ofrenda que se llevaba al templo de Jerusalíén). En esta fecha (Pentecostíés en griego; 50 dí­as) se celebra la entrega de la Torá de Dios a Moisíés en el monte Sinaí­. Esto es el momento que culmina la liberación de la esclavitud y el cumplimiento del destino, ya que se dice que el pueblo judí­o fue elegido para recibir la Ley. 

Los 49 dí­as, según enseña el aspecto mí­stico de la religión judí­a, son contados cada uno como una puerta o un escalón hacia el conocimiento; en cada uno de ellos se debe meditar y purificar la mente para en el dí­a 50 entrar en el conocimiento de la deidad. Es en alusión a esto que Roberto Calasso tituló uno de sus libros de ensayo Los 49 escalones (un guiño probablemente a los estudios cabalí­sticos de Walter Benjamin). Esos 49 escalones o 49 dí­as son el intervalo que debe recorrerse para la unión con la divinidad. Algo que se vuelve a revelar por el hecho de que entre las diferentes ví­as para subir el árbol de las sefirot se puede tomar un camino de 49 escalones por la columna central de Malkhut, Yesod y Tiferet, y así­ acceder en el cincuentavo escalón de Daat a las tres sefirot superiores. Las siete sefirot inferiores son equivalentes a los 7 dí­as de la Creación y los tres superiores al conocimiento de la divinidad más allá del mundo manifiesto. 

Para aquellos interesados en la numerologí­a y en la gematrí­a, los referimos a un fascinante análisis computacional que ha encontrado un código en algunos pasajes de los cinco primeros libros de la Biblia. A intervalos de 49 letras despuíés de la aparición de la primera letra hebrea del nombre "Torá" se encuentran letras que deletrean sucesivamente la palabra "Torá", el libro de la Ley, en lo que podemos ver una especie de fractal lingí¼í­stico, un guiño de un libro dentro de un libro.

Podemos especular que de alguna manera estos 49 escalones son una multiplicación (7x7) de la escalera del sueño de Jacob (que aparece en capí­tulo 28 del Gíénesis), la cual une al cielo con la tierra, y la cual a veces es representada con siete escalones. Es probable que tengamos aquí­ una fórmula cabalí­stica con el 7 que requiere de una elucidación esotíérica más profunda. Por otro lado, la teosofí­a, en su esquema de la evolución, considera que hay siete razas raí­z o siete humanidades y cada una de ellas se divide en siete íépocas. Cotejando todo con esto con la investigación de Strassman, pareciera que existe una analogí­a entre el proceso creativo macrocósmico y el proceso embrionario microcósmico. Un poder del 7 que se repite en el espacio cósmico como en el espacio celular. El gran misterio del universo, según el fí­sico John Archibald Wheeler, es cómo de un aparente caos azaroso emergieron leyes fí­sicas tan perfectas, las cuales podemos conocer a travíés de las matemáticas. Podrí­a ser que el 7 es de alguna manera parte esencial del desenvolvimiento de este patrón inmenso que llamamos universo.

Claro que siempre cabe la posibilidad del error humano y el exceso de proyección de la mente hacia la naturaleza y tal vez Strassman y nosotros aquí­ estemos conectando demasiados puntos en el cielo con el cerebro, creando una nueva constelación de un animal espiritual donde no hay más que astros inconexos, cielo vací­o y procesos quí­micos ciegos.

En la siguiente parte de este ensayo exploraremos los aspectos más esotíéricos relacionados con la glándula pineal, las visiones de los profetas bí­blicos y algunas tíécnicas ocultistas para activar este centro de percepción espiritual. Como anticipo mencionaremos aquí­ brevemente el trabajo del "rabino psicodíélico" Joel Bakst (y aquí­ es donde las cosas realmente se ponen esotíéricas y quizás un tanto desaforadas). Bakst leyó el libro de Strassman y conectó sus hallazgos con su conocimiento de la cábala, avanzando la tesis de que la visión de Jacob, en la que sostiene haber visto "cara a cara a Dios" y la cual ocurre en un lugar llamado "Peniel" (lugar donde se construirí­a luego el Templo de Jerusalíén), es en realidad una alusión a la activación de la glándula pineal, la cual serí­a la mí­tica Ciudad de Luz que aparece en la Biblia. Asimismo, Bakst sugiere que el DMT es el vehí­culo material del arcángel Metatrón, quien es el "sistema nervioso de Dios", esto bajo la concepción de que el cosmos es la anatomí­a misma de la deidad y que el cuerpo humano es un pequeño universo o una imagen de Dios. Lo anterior sugiere que algunos de los episodios crí­pticos que encontramos en los textos sagrados tienen correspondencias puntuales con procesos de yoga o alquimia dentro del cuerpo humano. En la siguiente entrega exploraremos más a fondo estas hipótesis que podrí­an sonar un tanto descabelladas en principio, pero que ciertamente tienen un aire poíético; y se entiende la licencia bajo el deseo de aproximarse a esta región numinosa, ya que este caso que congrega a la glándula pineal, la activación del kundalini, el DMT y las puertas espirituales en el cuerpo humano es uno de los grandes misterios esotíéricos de todos los tiempos.