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Autor Tema: Emmanuel Besnier, el empresario invisible  (Leído 1370 veces)

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Emmanuel Besnier, el empresario invisible
« en: Marzo 13, 2010, 11:07:31 am »
Emmanuel Besnier, el empresario invisible

por Gabriela Dí­az Figuls

Se preguntaba Charles de Gaulle cómo era posible gobernar Francia, un paí­s con más de 300 variedades de quesos. Muchos años despuíés los franceses podrí­an haber dado una respuesta contundente a la pregunta de su antiguo presidente y híéroe de la República: Lactalis.

La multinacional francesa encabezado por Emmanuel Besnier, 40 años, casado y con tres hijos, ha ganado la pelea por hacerse con Puleva Foods, la división láctea del grupo Ebro Puleva, tras desembolsar la friolera de 630 millones de euros. Los otros grupos que optaban a la compra como los españoles Pascual y Central Lechera Asturiana, o la mexicana Lala, no pusieron la suficiente cantidad de millones sobre la mesa. Finalmente ha ganado el mejor postor.

Luc Morelon, director de comunicación de Lactalis, señala que la compra de una de las marcas de leche más tradicionales en España responde a la estrategia del grupo para consolidarse como una de las empresas agroalimentarias más importantes del mundo. La adquisición de Puleva Foods se produce, además, pocas semanas despuíés de que Lactalis se hiciera con Forlasa, propietaria de marcas de queso tan conocidas por los paladares de los españoles como El Ventero, o Flor de Esgueva. El mercado español se suma así­ al impresionante currí­culum de Lactalis: la tercera empresa láctea del mundo, y la primera de leche y quesos de Europa.

Las ansias de crecer de Lactalis han despertado, sin embargo, el temor entre los ganaderos españoles que temen una gran agresividad en los precios. No es para menos. La cabeza pensante de Lactalis es una incógnita. En Francia es un autíéntico desconocido. Ni siquiera las personas más familiarizadas con el sector agroalimentario podrí­an llegar a reconocerlo si alguna vez se les cruzara en la calle, señalan desde algunos medios franceses. Una discreción tan extrema que le ha permitido vivir en el completo anonimato a pesar de ocupar el puesto número 16 en el ranking de las mayores fortunas de Francia en 2009. Su hermetismo podrí­a incluso tildarse, sin rayar la exageración, de autíéntica fobia hacia los medios. Así­ al menos se desprende de las palabras de Luc Morelon: "cualquier cosa que se publique será en contra de su voluntad".

Los detalles de la personalidad de Besnier tienen que destilarse a travíés de sus actos. Y Lactalis parece estar habituada a los conflictos. En 2007, se desató una autíéntica rebelión en el mundo del emblema de Francia: el camembert, que allí­ goza de tanta tradición como el vino. El grupo incluso llegó a amenazar con suspender temporalmente las Denominaciones de Origen Controladas de sus camemberts si las autoridades francesas no le permití­an elaborar sus quesos con leche pasteurizada en vez de cruda.

Tan sólo dos años despuíés de la bronca con los puristas del camembert y de su ancestro, el brie, y en medio de un mercado convulso con caí­das brutales en el precio de la leche, los ganaderos llevaron sus protestas a las mismí­simas puertas de la sede de Lactalis, situada en Laval, para exigirles precios menos ajustados.

Porque a pesar del secretismo que rodea a los Besnier, la ambición empresarial de la familia es de todo menos mesurada. El 19 de octubre de 1933, probablemente un dí­a nublado en la lluviosa Normandí­a, la misma región en la que pocos años despuíés desembarcaron los aliados para liberar a Francia del yugo nazi, Andríé Besnier, un tonelero, sembró la semilla de lo que se convertirí­a en un gigante empresarial. Junto a íél, un sólo empleado y 35 litros de leche. Ese primer dí­a elaboraron 17 camemberts. Poco más de tres cuartos de siglo despuíés, su nieto, Emmanuel Besnier y sus hermanos mayores Marie, y Jean-Michel, se reparten el 100% de la propiedad del grupo. Lactalis cuenta con 38.000 empleados, está presente en más de 160 paí­ses y factura alrededor de 9.500 millones de euros.

Desde sus comienzos, los Besnier no han dejado nada al azar. Mucho antes de hacerse con la dirección de la empresa en el 2000, tras la muerte de su padre, Michel Besnier, Emmanuel preparó minuciosamente su llegada al gigante lácteo. Cursó estudios en empresariales en una de las elitistas escuelas de negocios parisinas, el Institut Supíérieur de Gestion. Despuíés pasó un tiempo en Estados Unidos donde completó sus estudios para trabajar despuíés en Madrid en una filial española del grupo, donde pasó más de un año antes de incorporarse al grupo.

"Para ser felices, vivamos escondidos", decí­a en una ocasión Daniel Jaouen, presidente de la dirección del grupo. Una filosofí­a que sin duda ha tomado prestada de Emmanuel. Para Jaouen trabajar con Besnier es "fácil y motivante", aunque tampoco le tiembla el pulso al calificar su dí­a a dí­a como de "trabajo duro". Es más que probable que los colaboradores más cercanos de Besnier no hayan podido disfrutar de la semana laboral de 35 horas, en vigor en Francia desde el año 2000.

Entre tantas reservas y tanto hermetismo, que pueden llegar al punto de dar la impresión de rozar la paranoia, Morelon claudica ante una obviedad: "el queso le gusta a Besnier. Eso sí­ se lo puedo asegurar".