La crisis en Estados Unidos puede durar entre 12 y 18 meses, según El Economista
Las perspectivas de la economía mundial han cambiado radicalmente en los últimos meses. Los mayores riesgos ya no se evalúan, como hasta hace poco, en tíérminos de posibles problemas políticos, sino que ya se perciben como problemas reales de tipo económico. Así, es difícil encontrar algún país para el que los analistas se atrevan a apuntar un crecimiento del PIB superior al 2%.
La elevación continuada en los precios de las materias primas, en los productos alimenticios básicos y en los combustibles, unido a la fuerte depreciación del dólar, al riesgo de recesión de la economía americana y a los problemas derivados de la falta de liquidez en los mercados financieros internacionales, han acabado provocando la percepción de que la economía mundial ha entrado en un período de crisis al inicio de la primavera de 2008.
Un crecimiento menor al 1,2% para Estados Unidos indica claramente que la principal área económica del mundo está en recesión, situación que puede durar entre 12 y 18 meses.
Fuerte desajuste inmobiliario
La causa de la recesión en EEUU ha sido el fuerte desajuste en el sector inmobiliario, que ha generado un grave problema de pagos a partir de las hipotecas subprime o basura, hasta el punto de que se calcula su efecto en que las familias estadounidenses son un billón de dólares más pobres.
La combinación de un alto endeudamiento de las economías familiares con un descenso de su riqueza va a producir un severo ajuste en el consumo privado, que constituye el 70% del PIB norteamericano. Al mismo tiempo, se apunta tambiíén una intensa desaceleración de la inversión.
En un esfuerzo sin precedentes para neutralizar los efectos de esta crisis, la Reserva Federal de EEUU (Fed) ha reducido sus tipos de intervención desde el 5,25 al 2,25 y ha aprobado toda una serie de medidas dirigidas a aumentar la liquidez de los mercados.
Pero los expertos entienden que las medidas adoptadas por la FED son sólo soluciones a corto plazo -ineficaces en un horizonte más lejano-.
Los expertos coinciden
Si en algo coinciden todos los expertos del panel de elEconomista en su análisis de las perspectivas internacionales es en que la clave de todo el problema está en la delicada situación del sistema financiero, que actúa como un elemento transmisor y amplificador de la crisis.
Muchos bancos tienen problemas, pero en un sistema tan desbancarizado como el norteamericano, el problema de la crisis se acentúa porque el grueso de los problemas de solvencia/liquidez se encuentran en vehículos e instrumentos financieros que escapan al alcance de la regulación.
La única solución al problema crediticio está en purgar y sanear los balances de los bancos afectados por la morosidad del negocio hipotecario y por la falta de liquidez mundial. Sólo con más transparencia se logrará introducir más confianza.
Todo depende, entonces, de la capacidad que exista para aclarar la situación de los balances de las entidades financieras. Los expertos apuntan a que los bancos han empezado a reaccionar para resolver la crisis, pero, con suerte, la mejoría no se dejará notar hasta la vuelta del verano.
Del oro al euro
El otro vector que ha venido a complicar la situación de manera grave ha sido la fuerte subida de las materias primas. El petróleo, con un barril de Brent que ha superado los 114 dólares. En esa misma dirección se han movido los de casi todas las commodities.
La combinación de esos dos factores constituye un choque de oferta negativo que aumenta los costes de producción de las compañías e introduce tensiones inflacionarias que dificultan, sobre todo en la Eurozona, el recurso a la política monetaria como instrumento para evitar y/o paliar la desaceleración de la economía.
Los problemas económicos de la zona del euro no se corrigen con bajadas de tipos de interíés, sino con reformas estructurales que eleven su potencial de crecimiento.
Aunque no parece lógico que los precios de las materias primas puedan mantener crecimientos continuados durante mucho más tiempo cuando la economía está a la baja, la evolución del dólar, la coyuntura recesiva norteamericana y la incertidumbre existente en los mercados han convertido los metales preciosos, básicamente el oro, en inversiones de refugio.
Hasta hace poco nadie se atrevía a apostar por un precio de la onza de oro por encima de los 900 dólares, pero ya es más que una realidad, hasta el punto de que algunos se atreven a pronosticar que podría llegar a alcanzar los 2.000 dólares en un horizonte no muy lejano.
Tener el dinero invertido en oro es hoy una forma de evitar los vaivenes de la crisis mundial y obtener una rentabilidad segura. Mientras, las perspectivas para el dólar en el 2008 son de mantener una suave tendencia de depreciación, para situarse en valores medios superiores a 1,6 con respecto al euro.
En cualquier caso, si la economía americana comienza a despegar ,el dólar podría comenzar a recuperar posiciones, aunque hay que tener en cuenta que los determinantes fundamentales del tipo de cambio -saldo exterior de la balanza de pagos por cuenta corriente, diferenciales de crecimiento y de inflación respecto a la Eurozona- juegan en contra de ello.
Con todo, la cuestión es: hasta quíé punto Europa, por un lado, y los países emergentes, por otro, serán capaces de tomar el relevo de Estados Unidos. El grupo de expertos desconfía de que el Viejo Continente y los emergentes puedan asumir ese liderazgo.
Europa, a contracorriente
Este escenario mundial está contribuyendo a debilitar el ritmo de crecimiento de la economía europea.
Una previsión de crecimiento del 1,7% no indica todavía la recesión en Europa, pero está hipótesis no es descartable a la vista de las rigideces de la economía continental, de los altos niveles de gasto público y de posiciones presupuestarias no demasiado sólidas que dificultan el uso anticíclico de la política fiscal.
Al contrario que la Fed, el BCE mantiene los tipos de interíés altos -en el 4%-, política más acertada que la practicada por la Reserva Federal. La situación actual se parece más a una crisis de confianza que a una crisis crediticia.
La conclusión es clara: el ciclo expansivo protagonizado por la economía mundial desde hace más de una díécada ha llegado a su fin y de una manera abrupta.
La cuestión es si esa situación se corrige con relativa rapidez y/o introduce la economía global en un escenario de bajo crecimiento, con tasas de inflación elevadas.
Eso sin contar los imprevisibles efectos sobre la economía global de una crisis financiera cuyo alcance e intensidad resulta aún difícil de evaluar.