Por... MATT VOLZ
Montana, EE.UU. -- Dos veces por semana, Myriam García emprende un breve recorrido en una carcacha desde una colina en una zona rural de Montana.
El vehículo tiene 22 años, devora gasolina y Myriam suele colocarle cadenas para nieve en los neumáticos. Atrás deja por un rato el remolque de la casa rodante en la que vive.
Despuíés, en lugar de virar al sur y conducir 72,4 kilómetros (45 millas) hacia la localidad de Helena para la compra de sus comestibles como acostumbraba, Myriam se estaciona a un lado del camino y espera a que algún amigo o vecino le díé un aventón.
En Helena, Jackie Merenz sube en su camioneta destartalada cajas con jugo, galletitas y puríé de manzana que compró en el Walmart para la fiesta por el sexto cumpleaños de su hija.
El viaje redondo de 96,6 kilómetros (60 millas) que hace dos veces a la semana para la compra de comestibles le pega a Merenz duro en el bolsillo: los vales de alimentos no le rinden mucho, los precios de la gasolina suben de manera desmedida y para colmo su esposo no trabaja debido a una lesión.
Vivir en territorio rural en Montana implica a menudo conducir grandes distancias para cubrir las necesidades básicas, y personas con presupuestos muy limitados como García, de 49 años, y Merenz, de 26, han recurrido a la creatividad para ajustar sus gastos con sus ingresos.
Sin embargo, el encarecimiento de los precios de los alimentos en febrero, que alcanzó 4% y fue el más alto en 36 años, así como el alza del galón (3,7 litros) de gasolina a 3,57 dólares, constituyeron un doble golpe a los presupuestos familiares, los cuales han sido estirados hasta casi el punto de rompimiento.
"Paguíé ayer 50 dólares para llenar el tanque de mi vehículo y tal vez se acabe en tres días", dijo Merenz.
"Ya vivimos en una casa del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD, por sus siglas en inglíés), estamos en el programa de salud Medicaid (para familias de bajos ingresos), recibimos vales de alimentos y continuamos en dificultades", apuntó.
Merenz y su esposo Richard se mudaron hace dos años a una casa pequeña en Boulder, Montana, despuíés de que íél se sometiera a una cirugía de los senos paranasales y el míédico le indicara que la humedad de Oklahoma no le hacía bien. Richard se consiguió un empleo en el Centro de Desarrollo de Montana, el cual atiende a personas con deficiencias de desarrollo y problemas de conducta.
Pero en diciembre un paciente le rompió la nariz, dejándolo sin trabajo. Tuvo que ser operado dos veces.
Todo esto ocurrió en el peor de los momentos debido al alza de la leche y la comida de bebíé para sus tres hijos. Uno tiene 6 años, el otro 2 y el tercero ocho meses.
"Por ahora la vamos pasando", manifestó Jackie Merenz.
Unos 120,7 kilómetros (75 millas) al norte de donde viven los Merenz, García habita en su casa rodante en una finca de terreno rural virgen de 8,9 hectáreas (20 acres) cerca de la localidad de Craig.
García ha vivido durante 12 años en su vehículo -el cual no está conectado a la red de electricidad-, cría pollos y a tres hijos, los cuales ya han crecido. Está discapacitada y recibe pagos de la Seguridad Social.
Ahora, el encarecimiento de la gasolina la ha obligado a vivir en austeridad alimentaria casi extrema. Echa a funcionar su generador de energía durante tres horas todos los días y lo mantiene en funcionamiento para ver el noticiario de las 5 de la tarde y hacer sus quehaceres. A veces tiene que decidir entre pagar el combustible para su casa y coche o comprar alimento.