Por... Ramiro Velásquez Gómez
No nos damos cuenta de cuánto cambia el mundo cada segundo. Hay una revolución en marcha, quizás producto de una mente humana más madura. La semana pasada se anunció el primer trasplante de tráquea artificial adobada con cíélulas del propio paciente. Y el trasbordador Atlantis, hoy girando encima, hace el vuelo final de una flotilla que revolucionó la astronáutica, que ahora lanzará naves con mayor autonomía.
En medio de tanto avance, a veces loco, el ser humano sigue soñando con la inmortalidad y en ciertas áreas ni se distingue entre mente humana y cerebro artificial.
Filósofos, inventores, científicos y visionarios pronostican esto y aquello para un futuro que está cerca, que les tocará vivirlo a muchos de quienes hoy caminan sobre el planeta.
Tanto avance en 7 u 8.000 años. Parece increíble. De la Mesopotamia al pesebre y a la computadora. Ninguna generación acierta en el vaticinio de lo que vivirá la siguiente. Se queda corta.
¿Quíé ideas pueden cambiar nuestro devenir? Miremos sólo cinco. El futurista Ray Kurzweil cree que en 20 años será posible reprogramar nuestros genes para resistir el envejecimiento y las enfermedades. A mediados de siglo, quizás millones de nanorrobots dentro del cuerpo prestarán ayuda para vivir tan frescos como una lechuga. Y si la inmortalidad llega (¿será?) ¿quiíén podrá procrear y quiíén no?
Gary Small, profesor de Psiquiatría y Envejecimiento en la Universidad de California siente posible que con una banda sobre la cabeza, que los leerá, se podrán transferir los pensamientos a una computadora sin usar alambres. (Nada de chismes).
El físico teórico Michio Kaku ve en 20 años la energía por fusión -como ocurre en nuestro Sol- a partir del agua marina, con lo que se resolverá el gran problema de hoy: el futuro energíético y, por ende, el desarrollo de la humanidad.
Todo esto a la par de una de las más grandes dificultades que se enfrentan hoy: el cambio climático, dice Heidi Hammel, del Instituto de Ciencias del Espacio. Si no se enfrenta de manera exitosa, adaptándose, centenares de millones la pasarán mal y quizás la banda en la cabeza solo les servirá para transmitir su agonía a los ordenadores.
Una de las ideas que justifican el programa espacial que ha llevado, en apenas 50 años de desarrollo, artefactos humanos a los bordes del Sistema Solar, es la de que o salimos de acá o morimos. Es el sentir del físico teórico Stephen Hawking, pues así alcanzáramos la inmortalidad o al menos dejarnos las barbas de Matusalíén, el Sol y la Tierra son finitos; un planteamiento del genio británico por su pesimismo por el calentamiento.
Ideas con sentido. Sólo cinco. ¿Quíé más se nos ocurrirá?
Suerte en sus inversiones...