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Autor Tema: “Edad biológica” frente al de “edad cronológica”.  (Leído 706 veces)

Scientia

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Recientemente Jorge Alcalde, director de la revista de divulgación cientí­fica Quo, se puso en contacto conmigo para conocernos y explorar la posibilidad de establecer una colaboración con la revista. Fruto de ese primer encuentro se publica ahora en el número de Junio de la revista mi primera colaboración, con un artí­culo dedicado al concepto de “edad biológica” frente al de “edad cronológica”.

Todos sabemos de la importancia de nuestro aspecto fí­sico exterior, especialmente dentro de nuestra cultura latina, en donde muchas veces la apariencia lo es todo. Una de las caracterí­sticas fundamentales que a partir de cierta edad buscamos, es la de aparentar menos años de los que tenemos. Ya lo dijo el ilustre Quevedo en el Siglo de Oro español, “todos anhelamos llegar a viejos, pero todos negamos haber llegado”. Los signos del envejecimiento son percibidos por la mayorí­a como elementos de decrepitud e incapacidad, y pese a valorar positivamente los conocimientos y la experiencia de nuestros ancianos, la presencia de arrugas en nuestra piel son un recuerdo del inexorable paso del tiempo y un aviso de nuestra aproximación a un periodo de nuestra vida incierto y que tememos lleno de disfuncionalidad. Por eso, nos enorgullecemos cuando nos encontramos con antiguos compañeros a los que a lo mejor hace díécadas que no vemos y nos dicen “por ti no pasan los años, estás como siempre”. Aunque lo cierto es que aún nos satisface más comprobar que aquel compañero de universidad, o aquella amiga del colegio, muestran claros signos del paso del tiempo comparados con nosotros.

Pero el aspecto fí­sico externo no es un indicador fiable del estado de salud interno. Gente de magní­fico aspecto exterior cae fulminada tras un ataque cardiaco o sufre una embolia cerebral incapacitante. Cuando vamos a comprar un automóvil de segunda mano sabemos que no debemos guiarnos únicamente por el aspecto exterior, puesto que la carrocerí­a puede estar muy bien, estamos muy bien de chapa; pero el motor … el carburador, los manguitos, la baterí­a, etc, hacen aguas y muestran la verdadera edad del automóvil.

Desde hace años surgió por todo ello el concepto de “edad biológica” en contraposición al más habitual de “edad cronológica”. Todos entendemos de una manera intuitiva lo que representa la edad cronológica, puesto que estamos familiarizados con la convención universal de medida del tiempo y solemos contar el paso del mismo en años desde la fecha de nuestro nacimiento. Es un criterio administrativo de gran importancia que marca hechos trascendentales en nuestra vida como pueda ser el derecho al voto o la jubilación. Aunque quizás en estos momentos hacer referencia a la jubilación como ejemplo, sirva más para ilustrar el carácter relativo del tiempo. Tiene por tanto un valor social o legal más que biológico.

El concepto de edad biológica, sin embargo, es más reciente y difí­cil de precisar, puesto que no sabremos dónde mirar para encontrar una respuesta a la pregunta “¿cuál es tu edad biológica?”. La edad biológica serí­a la relativa al estado funcional de nuestros tejidos y órganos. Es por tanto un concepto fisiológico. Determinar con precisión nuestra edad biológica puede ayudarnos a entender y prevenir futuros problemas de salud relacionados con enfermedades asociadas al envejecimiento, tales como las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, la osteoporosis o el cáncer. Sin embargo, del mismo modo que sabemos que la edad cronológica y la biológica no tienen por quíé ir necesariamente de la mano, y un aspecto exterior juvenil no tiene por quíé estar relacionado con un edad joven, y viceversa, la edad biológica no tiene por quíé ser igual para cada tejido u órgano de nuestro organismo. Dependiendo de las caracterí­sticas propias de nuestros tejidos y del uso (o maluso) dado a cada uno de ellos, podemos tener un corazón joven, pero unos riñones ancianos; o un sistema inmune debilitado y una mente despejada. Entonces, ¿cuál serí­a el calendario o el reloj en donde poder consultar nuestra edad biológica? Son muchos los parámetros fisiológicos que se han propuesto como reflejo exacto del estado de salud de nuestros organismo. Uno de los problemas de partida en la búsqueda de biomarcadores del envejecimiento es establecer un patrón de referencia a una determinada edad que sirva para comparar los datos que obtengamos de mediciones posteriores. ¿Cómo sabremos a partir de quíé medida entramos en una condición de envejecimiento o no? ¿Cómo sabremos si nuestro biomarcador nos indica que hemos superado la barrera del estado saludable para internarnos en el área de la patologí­a?

Pero antes de nada debemos intentar precisar más cómo podemos determinar nuestra edad biológica. Quizás podamos rellenar alguno de los múltiples cuestionarios online que se ofrecen en internet como míétodo infalible para el cálculo de nuestra edad biológica o, visto desde otra perspectiva, cuántos años de vida nos quedan por delante. O podemos acudir a una de las clí­nicas que proliferan especializadas en el tratamiento “antiaging” y que, como primer paso, nos someterán a todo tipo de determinaciones de metabolitos en sangre y medida de niveles de hormonas. Las pruebas analí­ticas metabólicas a partir de muestras de sangre son las habituales a las que estamos familiarizados cada vez que nuestro míédico solicita un análisis de sangre para comprobar de manera general cuál es nuestro estado de salud. Sin duda serán útiles para comprobar cómo nos encontramos fí­sicamente, pero realmente no atienden a ningún aspecto concreto derivado del envejecimiento. Si bien es cierto que podemos establecer una relación entre peores parámetros analí­ticos durante la vejez, no es menos cierto que podemos encontrar ancianos con niveles envidiables de colesterol, azúcar, etc. Las medidas de niveles hormonales por su parte están muy de moda, puesto que es bien conocido que los niveles de estrógenos, testosterona o de hormona de crecimiento disminuyen claramente con la edad, especialmente cuando superamos la cuarentena, edad en la casi todos experimentamos un súbito interíés por estos temas relacionados con el envejecimiento. No obstante, su relación con el proceso de envejecimiento no es clara y poseen un peligroso perfil al que posiblemente derivemos en un futuro próximo si no sabemos ponerle coto a tiempo. Siguiendo el camino ya andado en paí­ses como Estados Unidos, que siempre actúan a modo de bola de cristal en la que consultar cuál puede ser nuestro futuro como sociedad, podemos terminar asistiendo al triste espectáculo de terapias antienvejecimiento a base de inyecciones hormonales en clí­nicas incontroladas, en lo que podrí­a terminar siendo una Operación Puerto Edición Tercera Edad. Las clí­nicas más esotíéricas puede que incluso decidan medir nuestros campos y flujos energíéticos, procedentes de no-se-sabe quíé energí­as. En contraposición a estas cuestionables prácticas, ¿quíé biomarcadores de envejecimiento propone la ciencia?