El Zorro y Leslie de Charles Schwab & Co., Inc.
Era la noche del 17 de Agosto, el Zorro se apuntó a una velada de cena al aire libre con músicos de Jazz. En el lateral de la bonita iglesia episcopaliana de St. Bartholmew, siglo XVIII, en Park Avenue, a un lado del famoso Waldorf Astoria Hotel (el de la película del Príncipe de Zamundia). La temperatura era deliciosa, y el servicio excelente. El Zorro disfrutó de una buena cena, y el precio no resultó caro: 40 dólares, incluida la propina. Al bajar las escaleras, ya rumbo al Hotel, se fijó en algo que le serviría para emplear unas horas que tendría libres al día siguiente.
Al otro día, el Zorro subió nuevamente a Park Avenue, y se dirigió a su objetivo: Una oficina de Charles Schwab, practicamente enfrente a donde cenó la noche anterior. El Zorro quería seguir cambiando impresiones con gente que estuviese metida en Bolsa, y se acordaba que Charles Schwab experimentó un gran íéxito a finales de los 90, con sus oficinas de Bolsa, y la contratación por internet. A ver si tengo suerte, pensaba al abrir la puerta.
En el interior, la primera persona que vió fue una negra fuertota, con cara de pocos amigos. Esa no!,... pensó. La segunda, el típico oficinista/ejecutivo americano de película. Ese tampoco me gusta.... Ya casi había recorrido la oficina con la mirada, cuando se fijó en alguien que estaba al fondo. Una bella joven con aire latino, a lo Jennifer López, pero más guapa, y esbelta.
El Zorro se acercó, se dirigió a la hermosa chica, presentándose y explicándole que era un inversor, y que quería cambiar impresiones de Bolsa con alguien de la oficina. La joven lo miró sonriente, y sus ojos buscaron algún compañero para que lo atendiera. Ella era la directora!. Al Zorro le apetecía que lo atendiera la joven, pero... El Zorro se la jugó, le dijo en español: Prefiero que me atiendas tú. La chica lo volvió a mirar, y lo invitó a sentarse. Leslie, así se llamaba la directora, le preguntó si era argentino, y íél , le contestó que español. “Mi madreâ€, dijo la chica,†habla siempre de ir a Españaâ€. Eran portorriqueños, aunque ella se había criado en Nueva York. Pronto entablaron una buena conexión.
La chica era de una inteligencia manifiesta. Y el Zorro, que había conocido a gente tan importante como al mismísimo Amancio Ortega, sabía la diferencia entre una persona sabia e inteligente y un importante estúpido, de los que está el mundo lleno. El Zorro preguntaba, y Leslie respondía con gracia e inteligencia. í‰l estaba fascinado con la joven, y en ocasiones le volaba el pensamiento.... En otras, la visión del esplíéndido escote de la directora, le recordaba la figura de vuelta de un valor en el que había ganado mucho dinero. Leslie se interesó por la Bolsa española, y el Zorro le contaba sus aventuras en los mercados. Pronto la joven dió muestras de conocer muchos valores de la Bolsa española. Habló de ABENGOA, que le gusta mucho. Una filial de esta, TELVENT, cotiza en el Nasdaq. Repasaron los valores del IBEX. Y preguntó por PESCANOVA, SOS, y PROSEGUR. De los valores del Zorro, se interesó por NATRACEUTICAL, y le gustó. Y de INBESOS, aparte de gustarle, tanto el valor, como los números, le sorprendió las pocas acciones que tiene. El Zorro le preguntó cuantos dólares tenía, haber si entre los dos juntaban para opar a la inmobiliaria, y la morena rió a plena carcajada. Que pena!, exclamó el Zorro...
Ambos sacaban información de los ordenadores, y la intercambiaban. El Zorro le mostró algunas webs interesantes, para sacar información de las acciones españolas. Y, la chica hizo lo propio, con las webs de la Bolsa americana. Habían pasado unas dos horas, y entre discusiones y risas, la pareja disfrutaba tanto, que minuto a minuto se hacía amiga. De vez en cuando la mujer de color, o un hombre, venía a interrumpir para consultar algo, o pasar documentos a la firma de la directora.
¿Un cafíé?, pregunto el Zorro. “O.K. “contestó Leslie. Y Salieron, algo muy poco usual en EEUU, rumbo al Starbucks más cercano, en la calle 48, apenas 80 metros. En la cafetería, discutían sobre la necesidad de una corrección en Octubre, y coincidían en que el 2006 será un buen año de Bolsa. Hablaron de cosas personales. Intercambiaron sus señas. Y a los pocos minutos volvieron a la oficina de Charles Schwab. Pronto llegó la hora del cierre, y el Zorro veía que los demás empleados se despedían y marchaban, y temió el momento de su despedida. Leslie atendió una llamada, colocó unos papeles, y dirigió sus ojos hacía el Zorro. Este comprendió que había llegado el momento. Se levantó para irse. Pero la joven lo detuvo: “Espera unos minutos, que acabo, y nos vamosâ€. El Zorro se sentó. Pasados unos 20 minutos, la hermosa joven se levantó, dejándolo todo listo para el próximo día.
Cerró la oficina, y salieron a Park Avenue. La chica parecía que no tenía prisa por irse, y el Zorro sabía que su compromiso no le permitía llegar más allá. Aún así, los dos estuvieron un instante –quizá un minuto- mirándose a los ojos y sonriendo. Por fin, ella paró un taxi. í‰l, muy galantemente, le abrió la puerta, y la joven le hizo prometer que vendría a despedirse el último día, como así ocurrió.El taxista arrancó, y el automóvil amarillo dobló por la calle 48 rumbo a Lexington, y bajo la mirada de íél, se perdió. El Zorro exclamaba con entusiasmo: COMO ME GUSTA NUEVA YORK!, mientras la huella del perfume de Leslie, -“ANGELâ€de Thierry Mugler- aún cosquilleaba su hocico perruno. Miró al cielo, como agradeciendo el regalo, y cabizbajo, fue caminando al Hotel.
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