Por... Saul Landau
Los políticos se enfrentan a una revuelta en ascenso contra Wall Street, magnates financieros, bancos en general y un gobierno insensible que ignora las necesidades de la gente. La más reciente encuesta muestra una radical falta de confianza hacia aquellos que dirigen el gobierno.
Una encuesta Gallup del 30 de septiembre dijo que 81 por ciento se sentía insatisfecho con la manera en que están dirigiendo el país. La tasa del Congreso cayó desde el asiento del inodoro al inodoro propiamente (15% de aprobación). El público tuvo opiniones similarmente bajas acerca de los candidatos a cargos. ¡Haga un esfuerzo y oblíguese a mirar los "debates" presidenciales republicanos!
La mayoría de los medios de prensa ni siquiera reportaron los resultados de Gallup, o lo hicieron de manera poco prioritaria. Ni tampoco recogieron especificidades clave. El columnista de The New York Times Charles Blow (2 de octubre) señaló que la encuesta Gallup demostraba que los "norteamericanos consideran que el gobierno federal representa una amenaza inmediata a los derechos y libertades de los individuos y ha aumentado nuevamente".
Imagínense que Cuba o Irán dieran a conocer una encuesta como esa. Vean, diríamos nosotros: "así se siente la gente cuando considera que no tiene democracia".
Pero nosotros elegimos a nuestro gobierno –bueno, menos del 50% vota, pero ¿para quíé ser tan quisquilloso? ¿Cómo es que no nos gusta o no aprobamos a nuestros funcionarios ni tenemos confianza en que puedan dirigir el país? ¿Falla en algo nuestra lógica democrática? ¿O es que el descontento aquí y en el resto del mundo es una señal de que los sistemas (económicos y medioambientales) se han desbocado más allá del control de las instituciones actuales y de la imaginación de los líderes políticos?
Cuando muchas decenas de miles de indignados salen a las calles de Grecia, España, Inglaterra, Israel y Chile es porque no tienen instituciones por medio de las cuales canalizar sus quejas. Ningún partido político o sindicato puede negociar a su favor ni sus gobiernos pueden satisfacer sus demandas básicas: empleo, vivienda, educación gratuita, medio ambiente seguro.
El fracaso del neoliberalismo lo tenemos ante nosotros mientras decenas de millones de desempleados se desesperan, millones de personas sin hogar buscan refugio y los desastres naturales ponen a prueba la capacidad nacional de enfrentarse a ellos.
La derecha norteamericana culpa a los extranjeros del Tercer Mundo, pecados de aborto y homosexualidad y pide más armas de fuego y agresiones, mientras reduce los presupuestos destinados a los pobres: los nuevos cristianos. En Europa, los partidos socialistas han perdido credibilidad al adoptar el neoliberalismo; los comunistas en la era postsoviíética se han dividido y desintegrado en sectas mínimas en algunos de esos países.
En Estados Unidos, carente de partidos de izquierda, la gente comenzó a manifestarse contra los criminales de Wall Street (banqueros y corredores) cuyo comportamiento ayudó a inducir un enorme colapso. En Manhattan, cientos de manifestantes con caras pintadas de blanco y disfrazados de zombis corporativos bailaron frente a la Bolsa de Valores de Nueva York. Muchos mostraban a las cámaras puñados de dinero falso.
En Chicago, los tamboreros marcharon a travíés del distrito financiero. Algunos montaron tiendas de campaña y pintaron carteles contra la avaricia de los banqueros y las corporaciones que luego mostraban a los boquiabiertos transeúntes.
El alcalde de Nueva York, en vez de ofrecer a los imaginativos manifestantes a una oportunidad de diálogo, dio la orden de ataque a la policía, una buena lección para algunos manifestantes de clase media que dijeron que las calles pertenecen al pueblo, no a la policía, la cual los roció con pimienta.
Las manifestaciones en EE.UU. comenzaron anteriormente en este mismo año en Wisconsin, donde un gobernador derechista declaró la guerra fiscal al pueblo trabajador. Los manifestantes en Nueva York mostraron el mismo espíritu de rebeldía, convirtiendo los resultados de la encuesta de Gallup en acción, en vez de quejarse a los encuestadores. Al igual que los neoyorquinos, jóvenes en Boston, St. Louis, Kansas City, Portland en Maine, Los íngeles y otros lugares expresaron indignación política por la avaricia corporativa. Marcharon hacia los bancos de la Reserva Federal y acamparon en parques. Todos comparten las ansiedades de la tambaleante economía, pero los carentes de líderes se juntaron contra un enemigo común –el capital financiero– con valores comunes como la decencia y la justicia han unido a la gente –incluso a algunos del Tea Party. Se comunican por medio de sitios web y streaming de video y han inventado formas democráticas de asambleas.
Al igual que su contraparte en otros países, los manifestantes norteamericanos no han encontrado canales para sus quejas. Gradualmente, demócratas liberales y sindicatos progresistas comienzan a apoyar este movimiento –o momento– y llaman a otros a unírsele. ¿Pero podrán sus mensajes penetrar las osificadas membranas políticas de las estructuras establecidas? ¿Puede su energía transformar un Establishment político disfuncional en otro que comience a transformar la nación?
El sector financiero da críédito a la íélite corporativa, la cual impulsivamente trata de reducir el costo socialmente necesario de la mano de obra, lo cual hace la vida más desesperada para los que ya son pobres. La íélite se autoinmuniza en contra de la indignación debido a la diferencia en la relación salarial de 325 a 1 entre los ejecutivos corporativos y los trabajadores. (Ver el informe del Instituto para Estudios de Política.) Ignoran las peticiones de cordura medioambiental o se suman a la negativa a la existencia del cambio climático.
Sin cabilderos, el pueblo norteamericano no tenía voz –hasta que salió a las calles. Los políticos presionan a favor de intereses íépicos y demuestran su preocupación nacional "apoyando a nuestras tropas –despuíés de 10 años de ningún progreso en Afganistán y de destrucción de Irak– y amar a nuestro país".
Fundamentalmente, cortejan a los donantes corporativos para garantizar su reelección, mientras que la íélite ejecutiva se oculta tras la frase bíblica "Seguridad Nacional", la cual el presidente impuso para justificar el asesinato de un ciudadano norteamericano (al-Awlaki) y negar los derechos básicos a los prisioneros sospechosos de terrorismo – mientras da refugio a terroristas anticastristas en Miami. Los "indignados" permanecen en Wall Street. ¿Llegará este otoño la Primavera Norteamericana?
* Literalmente The Street, en alusión a Wall Street.