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Autor Tema: Casarse en pelotas...  (Leído 228 veces)

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Casarse en pelotas...
« en: Octubre 19, 2011, 09:43:16 am »
Por...  Beatriz De Majo C.


Cuando la Corte Suprema de Justicia china sentenció hace un par de meses que a la hora de un divorcio la parte femenina de la pareja no puede aspirar a quedarse con la mitad del valor de la propiedad inmobiliaria que el joven aportó a la vida familiar, quedó al descubierto la verdadera razón por la que, con frecuencia inusitada, las jóvenes chinas se casan. Ellas, al parecer, andarí­an en búsqueda, no tanto de un hogar como de un techo para el resto de la vida.

Es que casarse en la China de hoy sin tener una propiedad es un fenómeno que se llama "casarse en pelotas". No hay que explicar mucho más para entender que hacerse de un apartamento puede ser la verdadera razón -no el amor- para emprender una vida de pareja entre los jóvenes de la nación asiática. En dos platos, en este tercer milenio las jovencitas han comenzado a fijarse más en los activos duros de sus contrapartes que en los intangibles que estos aportan al hogar. Y es así­ como la Corte se ha decidido a corregir esta desviación social de los valores y reposicionar al amor como eje del matrimonio.

El trasfondo del asunto es que el órgano judicial está teniendo que enfrentar un desmedido número de procesos legales en los que los reclamos inmobiliarios son el epicentro de los casos de divorcio. La Corte transa el tema de fondo dictaminando que si se demuestra que el bien ha sido adquirido por los padres del novio, la divorciada no tiene reclamo alguno que hacer. Y si la morada ha sido adquirida por los padres de ambos, debe producirse una negociación para determinar la forma en que el bien será dividido.

De un tiempo a esta parte los sentimientos y las cualidades individuales habí­an comenzado a ocupar un lugar relevante en la formación de los nuevos hogares. A ello se ha llamado la "Revolución Romántica". La sociedad china, en contacto cada vez más con Occidente en donde el amor es la primerí­sima razón para casarse (si no para formar un hogar) comenzó a abandonar paulatinamente la máxima confucionista abrazada por siglos de acuerdo con la cual un matrimonio es un pacto económico de dos familias con un componente material relevante. Habí­a nacido un espacio para los sentimientos mutuos, el romanticismo y la valoración de las virtudes de la contraparte.

Pero la importancia desmedida que lo inmobiliario ha adquirido en la sociedad china, de nuevo ha tergiversado las cosas y en los tiempo modernos impera la conducta entre las mujeres de andar buscando más al hombre próspero que al hombre bueno. El matrimonio parece estarse convirtiendo en un subterfugio para adquirir aquello a lo que, de otra manera, no se puede tener acceso y están proliferando los esponsales entre mujeres muy jóvenes y hombres mayores pero acaudalados. Lo que la decisión de la Corte aspira, en la opinión de algunos, es a restarle escena al materialismo al eliminar la propiedad como meta del contrato nupcial.

¿Le va a dar esta norma un asidero a lo espiritual en los contratos matrimoniales o simplemente reforzará la condición de vulnerabilidad de la mujer que emprende nueva vida con las cargas y las tareas propias de una familia? La discusión está, por ahora, en el tapete.



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