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Autor Tema: Dejar de crecer no significa dejar de desarrollarse...  (Leído 197 veces)

OCIN

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Dejar de crecer no significa dejar de desarrollarse...
« en: Octubre 30, 2011, 06:17:26 pm »
Por...  Marcus Eduardo de Oliveira


Uno de los puntos más importantes debatidos en las complejidades de la economí­a ecológica es el hecho de que la economí­a no significa “dejar de crecer”,  por lo tanto, dejar de desarrollarse. Lo que los economistas con una visión más precisa de la cuestión ambiental desean conseguir es el desarrollo. Lo que estos mismos economistas condenan tanto es  el “crecimiento” alcanzado bajo las ruinas de la degradación del capital natural. Por lo tanto, la economí­a ecológica no se sitúa contra el desarrollo, sino en contra de las altas tasas de crecimiento que inflan la economí­a a expensas del deterioro del medio ambiente, y por lo tanto, de la calidad de vida.
 
En tíérminos conceptuales, crecimiento es el aumento de la producción, en la parte fí­sica, en otras palabras, es "más cantidad". Desarrollo, a su vez, supera esta idea y busca "más calidad". Con la tecnologí­a y la innovación, es posible producir la misma cantidad de bienes, pero con eficacia, con calidad. La idea básica es, entonces, la  siguiente: la producción debe servir para reparar, no para acumular. Hoy en dí­a, experimentamos lo contrario. La primera preocupación de la economí­a tradicional es producir para acumular.
 
Entender esto pasa, en primer lugar, por la necesidad de tener en cuenta que el desarrollo no está ligado al crecimiento económico. Es una ilusión pura y simple pensar que al hacer crecer la economí­a se alcanza, ipso facto, el desarrollo. Así­ que desde este punto de vista, el proceso entendido como "desarrollo económico" (calidad) no sólo es deseable sino que es perfectamente posible, aunque no haya crecimiento (más cantidad) de la economí­a.
 
La cuestión primordial es la siguiente: si seguimos poniendo la economí­a al servicio del proceso de producción que responde solo a las ganancias del mercado de  capitales, no se logrará íéxito alguno, ya que este mercado sólo tiene ojos para la "cantidad". Lo que se necesita, y esto no es tarea fácil, es dirigir la producción para satisfacer las necesidades humanas, lo que no necesariamente pasa por la cuestión de "tener". Por eso es imprescindible poner  la economí­a al servicio de las personas, rompiendo así­ con el tradicional criterio que ha prevalecido durante mucho tiempo que insiste en poner a las personas al servicio de la economí­a.
 
Urge comprender, definitivamente, una premisa relativamente simple: la economí­a, en gran medida precisa volver a sus orí­genes que se remontan a los tiempos en que estaba inspirada en los principios de la filosofí­a moral, cuando los clásicos, en la elaboración de sus primeros "tratados", orientaban la economí­a (actividad productiva) para que las personas alcanzaran el bienestar común, la felicidad plena.
 
En la lí­nea de este  comentario, cabe señalar que la felicidad, aunque está anclada a una base conceptual de la subjetividad total, nunca estuvo vinculada a la posesión de dinero. En esta perspectiva, el mercado no es,  entonces, como insisten algunos y como  quiere hacer prevalecer  la economí­a tradicional, un lugar "sagrado" en el que se vende un producto llamado "felicidad". La felicidad no es (y nunca lo fue) una mercancí­a, por lo tanto, ¡no tiene precio!
 
Comprender esto, de cierta forma, ayuda a romper la lógica de que la economí­a debe ser vista simplemente como una ciencia que dicta y dirige el curso del mercado en su realización, como si el mercado fuese el único responsable de generar felicidad y bienestar. Por eso, vale la pena señalar que la economí­a - una disciplina perteneciente al campo de las ciencias humanas- deberí­a preocuparse exclusivamente por el bienestar del pueblo, tomando la noción básica de que es una ciencia hecha por personas para personas. Por cierto, la economí­a nació para esto, para que la gente prospere en lo más básico y elemental: lograr calidad de vida.
 
Querer medir el rendimiento (mejora) de una sociedad por lo que se puede (o se desea) comprar  en un centro comercial es hacer de la vida una mera cuestión de marketing, clasificar las cosas por el sistema de precios. Definitivamente, la ciencia económica necesita superar esta visión antigua y avanzar sobre la afirmación de que depende totalmente de las cosas de la naturaleza, de ahí­ la necesidad suprema de que se practique la preservación y la sustentabilidad, para que con ello se consolide efectivamente como ciencia social que sirva para  mejorar la vida de las personas.
 
- Marcus Eduardo de Oliveira es economista brasileño y profesor de economí­a de la UNIFIEO y FAC-FITO


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