Los establishments (la palabra que se utiliza en la literatura anglosajona para definir a los que mandan) financieros, económicos, mediáticos y políticos de un país, siempre intentan hacer creer a la mayoría de la población que son ellos los que representan al país y que sus intereses son los intereses de toda la población.
Existe todo un aparato ideológico-mediático para promover esta percepción. Lo vimos ya en España cuando los mayores medios de información indicaron que Estados Unidos (EEUU) invadió Irak o que España apoyó tal invasión, olvidando que no fue EEUU (con sus 300 millones de habitantes) quien invadió Irak, sino las tropas estadounidenses, enviadas por el gobierno de EEUU, elegido por sólo el 24% de la población adulta, la cual, según las encuestas, se oponía a tal invasión. Y olvidando tambiíén que España (40 millones de españoles) no apoyó la invasión de Irak, sino el Gobierno Aznar, de nuevo elegido por sólo el 30% de la población mayor de edad, y que tuvo que enfrentarse a millones de españoles en las calles que se oponían a tal invasión. En realidad, las encuestas mostraban que la mayoría de españoles estaba en contra de tal intervención.
Tal observación viene a la luz de la percepción generalizada de que “Alemania está ayudando a los países de la periferia del euro, ayuda que está siendo impopular en aquel paísâ€.A lo largo de estas últimas cuatro semanas he leído nada menos que dieciocho artículos en que tal frase, o parecida, aparecía en el texto. Alemania, sin embargo, tiene clases sociales que tienen intereses diferentes y en muchas ocasiones contrapuestos, como ocurre tambiíén en España. El establishment está centrado en la burguesía financiera (que controla el Bundesbank, el Banco Central alemán) y la burguesía industrial (centrada en el sector exportador). Estas burguesías tienen toda una serie de instituciones a su servicio, todas puestas a disposición de la optimización de sus intereses. Y entre ellos está la permanencia del euro.
Lo que se olvida en los artículos que constantemente ponen el acento en la llamada “ayuda†alemana a los países perifíéricos es que el euro ha beneficiado enormemente a los dos componentes más importantes de tal establishment alemán. Y no sólo la existencia del euro les ha beneficiado, sino que la mal llamada “crisis del euro†ha sido tambiíén muy beneficiosa para tales establishments. Debido a esta última (la supuesta crisis del euro), ha habido un enorme flujo de capitales de los países perifíéricos a Alemania (una enorme ayuda de estos últimos a Alemania), que ha determinado, entre otras consecuencias, que el Estado federal alemán (enormemente influenciado por tal establishment alemán) haya conseguido un beneficio de 80.000 millones de euros, resultado de tener unos intereses tan bajos en sus bonos públicos (resultado del citado flujo de capitales). En otras palabras, además de la ayuda a la banca privada por parte de los inversores de los países perifíéricos (que se calcula de más de 160.000 millones de euros), tales países perifíéricos ayudan al Estado alemán con un regalo de 80.000 millones.
Pero además de esta ayuda de la periferia al centro (debido a la mal llamada “crisis del euroâ€) existe la ayuda estructural que se debe al sistema de gobierno del euro, dominado por el establishment alemán. La manera como se estructuró el euro fue resultado de un diseño encaminado a garantizar el dominio del sistema financiero y económico de la Eurozona por parte de aquel establishment alemán (ver mi artículo “El euro no tiene problemas; las clases populares sí que los tienenâ€. ‘Social Europe Journal’. 17.08.12 en
www.vnavarro.org).
Repito que es muy importante subrayar que fue resultado de un diseño y no, como se critica frecuente y frívolamente, resultado de una incompetencia o de un error. Fue un diseño que explica que el euro haya beneficiado enormemente al establishment alemán aunque no necesariamente a las clases populares alemanas. En realidad, el euro fue establecido para promover el “modelo económico alemán†basado en las exportaciones. La famosa “Agenda 2010â€, impuesta por el canciller alemán Schrí¶der, incluyó toda una serie de medidas que afectaron muy negativamente al nivel de vida de la clase trabajadora alemana. Fue un ataque frontal al mundo del trabajo y al Estado del Bienestar alemán. Y su objetivo era disminuir la demanda domíéstica (bajando los salarios en relación a su productividad, y reduciendo los derechos sociales y laborales) a fin de promover las exportaciones, las cuales se convirtieron en el motor de la economía alemana. El debate Schrí¶der (a favor del modelo exportador) versus Oskar Lafontaine (a favor del modelo de demanda domíéstica), que he descrito con detalle en el artículo citado anteriormente, tuvo una enorme importancia para Alemania (y para la Eurozona). La victoria de Schrí¶der y Merkel (que mantuvo sus políticas) significó el deterioro del mercado de trabajo alemán con gran aumento de los beneficios empresariales a costa de las rentas de los trabajadores. Estos enormes beneficios empresariales fueron la gíénesis de una enorme acumulación de euros y, por lo tanto, de una enorme expansión del capital financiero que invirtió, no en la economía productiva, sino en las áreas especulativas (financiando, por ejemplo, la burbuja inmobiliaria española).
En el conflicto capital-trabajo (lo que solía llamarse lucha de clases, tíérmino prohibido y prácticamente vetado en los medios del establishment), las burguesías financieras e industriales han ido ganando y la clase trabajadora alemana ha ido perdiendo. A fin de enmascarar tal conflicto, el establishment alemán hizo lo que siempre hace en estas situaciones: movilizó los sentimientos nacionalistas, creando un “victimismo†según el cual Alemania estaba ayudando a unos señores vagos, poco disciplinados del sur de Europa, que con sus excesos estaban creando un problema grave, abusando de la generosidad alemana. La mayoría de la prensa alemana alimentó tal mensaje que, en parte, caló en la población. El enfado del obrero alemán hacia el obrero griego, español, portuguíés o italiano, era esencial para que el enfado no se desviara a la propia burguesía alemana. Este victimismo chauvinista ha sido esencial para ocultar el verdadero conflicto de clases dentro de la propia Alemania.
EL CONFLICTO DENTRO DEL ESTABLISHMENT ALEMíN
Ahora bien, las políticas de austeridad, cuyo primer objetivo era forzar el pago a los bancos alemanes de lo que íéstos habían prestado a los países perifíéricos, estaban tambiíén creando un problema a las exportaciones alemanas pues parte de estas iban a los países del sur de Europa. Tal austeridad había alcanzado un nivel que afectaba a la capacidad importadora de tales países, disminuyendo así las exportaciones alemanas. Y es en este conflicto que tuvo lugar la decisión de Draghi de comprar deuda pública. El sector industrial, próximo al Ministro de Exteriores alemán, estaba preocupado. Y como tal Ministro, el Sr. Guido Westerwelle, indicó recientemente, el euro ha significado un enorme beneficio para la economía alemana. A esta burguesía industrial ha comenzado a preocuparle que las políticas de austeridad promovidas por el establishment financiero alemán hayan ido demasiado lejos. Y de ahí su desacuerdo con las políticas del Bundesbank. Las tensiones en el establishment alemán sobre la decisión del Banco Central Europeo (BCE) (de comprar o no deuda pública de España e Italia) reflejaban el conflicto entre la burguesía industrial, que quería que Draghi decidiera a favor de la compra de la deuda pública, y la burguesía financiera (cuyo portavoz es el Bundesbank), que no quería. Por primera vez, el BCE hacía algo que no estaba aprobado por el Bundesbank, del cual hasta ahora había sido un mero apíéndice. Pero el riesgo de que toda la Eurozona entrara en recesión hizo que las voces de alarma se dispararan y forzaran que el BCE comprara bonos públicos.
La decisión de Draghi de comprar bonos no es, sin embargo, lo que la Eurozona necesita. Lo que debería haber hecho el BCE era lo que se asigna al fondo europeo EFSF, es decir, comprar bonos de largo periodo de vencimiento, y directamente al Estado (lo que se llama mercado primario). En su lugar comprará bonos públicos a corto plazo, tres años como máximo, lo cual es muy insuficiente (pues los grandes proyectos de un país requieren príéstamos a largo plazo) y en el mercado secundario, permitiendo así que los bancos continúen forrándose. Es más, el BCE comprará bonos sólo en el caso de que los Estados pidan ayuda y se sometan a la disciplina de la troika, que acaba de exigirle a Grecia que recupere el calendario laboral de trabajar seis días a la semana, medida acompañada por una gran bajada de salarios y enormes recortes de gasto público, que deprimirán todavía más la economía de tal país.
Vicení§ Navarro