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Autor Tema: La ruina de EE.UU.  (Leído 215 veces)

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La ruina de EE.UU.
« en: Enero 09, 2013, 07:21:28 pm »
La ruina de EE.UU.
Por… Axel Kaiser

A principios del siglo XX, EE.UU. ya habí­a logrado convertirse en el paí­s más rico del mundo. Era por supuesto tambiíén el paí­s más capitalista, contando con un estado que en total no gastaba más de un 6 por ciento del PIB. Según la teorí­a marxista, era precisamente en ese paí­s en que la revolución proletaria debí­a estallar antes que en cualquier otro, pues el capitalismo supuestamente agudizarí­a las contradicciones de clase hasta tornar el sistema insostenible.

Intentado dar una explicación al fracaso de la predicción marxista, en su famoso ensayo ¿Por quíé no hay socialismo en Estados Unidos? el sociólogo socialista alemán Werner Sombart llegarí­a a concluir que EE.UU. ofrecí­a excelentes condiciones de vida a los proletarios, agregando que estos tení­an una “participación emocional en el capitalismo”. Para Sombart entonces, el hecho de que no existiera un movimiento socialista relevante en el paí­s más capitalista del mundo se debí­a en gran parte a que las masas de trabajadores no solo se beneficiaban del capitalismo, sino que además creí­an y querí­an el sistema en el que viví­an. Sombart tení­a razón.

La libertad y la responsabilidad individual fueron el eje intelectual sobre el que se fundó la idea de EE.UU. y siempre contó con un fuerte anclaje en la cultura del paí­s. A fines del siglo XIX, sin embargo, los cí­rculos intelectuales comenzaron a difundir con creciente intensidad ideas contrarias a la filosofí­a libertaria que diera origen al milagro americano. En el mundo religioso, el “Social Gospel” emergió como un movimiento intelectual que se lanzó en picada en contra de la industrialización, promoviendo una activa participación estatal para “purificar” a la sociedad del pecado social y lo que consideraban excesos del capitalismo. Justicia social, igualdad, salarios íéticos y la creación de una economí­a cristiana en que los empresarios no buscaran exclusivamente su interíés fueron las nuevas ideas que este movimiento liderado por pastores intelectuales promoverí­a con gran impacto.

Desde el mundo laico el “progressive movement” (movimiento progresista) redefinirí­a la idea de libertad equiparándola con la de igualdad y abogarí­a por la ingenierí­a social confiando a expertos la solución de todos los problemas. Este movimiento, cuyos principales exponentes polí­ticos fueron los presidentes republicanos Theodore Roosevelt y Herbert Hoover y los demócratas Woodrow Wilson y Franklin Roosevelt, lograrí­a poner fin a la tradición libertaria estadounidense reemplazando una filosofí­a centrada en la libertad y responsabilidad personal, por una enfocada en la idea de justicia social, igualdad y responsabilidad colectiva. Este triunfo intelectual de la izquierda, si bien no llevó a una revolución socialista, condujo a una creciente expansión del estado que se iniciarí­a con Wilson y la introducción del impuesto a la renta, la aprobación de numerosas regulaciones y la creación de la Reserva Federal en 1913, la que probarí­a ser catastrófica pocos años despuíés.

En efecto, el nuevo intervencionismo estatal darí­a origen a la Gran Depresión, la que a su vez servirí­a de excusa para la creación del Estado de Bienestar bajo el gobierno de Franklin Roosevelt. De ese cambio en la filosofí­a y polí­tica dominante EE.UU. jamás logró recuperarse y como consecuencia el estado no dejó de crecer hasta nuestros dí­as. Hoy, este consume más del 40 por ciento del PIB, mientras el díéficit fiscal se acerca a un 10 por ciento del PIB, la deuda pública supera un 100 por ciento del PIB y las obligaciones contraí­das por polí­ticos en nombre de los derechos sociales ascienden a un 700 por ciento del PIB. Si EE.UU. hubiera permanecido fiel a la filosofí­a de sus padres fundadores, nada de eso habrí­a pasado. Y es que para ellos el gobierno era un mal necesario que debí­a mantenerse estrictamente limitado si querí­a evitarse la ruina del paí­s. De ahí­ que Thomas Jefferson advirtiera que la libertad merece eterna vigilancia y Thomas Paine enseñara que el deber de todo patriota es proteger a su pueblo de su gobierno. Estas lecciones, por cierto, son válidas para todas las naciones del mundo que aspiren a vivir en libertad.

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