EL AZíšCAR
Algunas de las enfermedades que produce el consumo de azúcar, en nuestro cuerpo, son el escorbuto, la diabetes, la hipoglucemia, la hiperactividad en los niños y la esquizofrenia.
La mayoría de la población, en el planeta, vive bajo los efectos del azúcar. El 90% de los alimentos llevan azúcar. Incluso los alimentos salados llevan azúcar. El azúcar no tiene ningún uso terapíéutico conocido, más bien, al contrario, nos adormece y enlentece el cerebro.
Cuando la glucosa del azúcar pasa a la sangre, dependiendo de la cantidad, experimentamos una euforia mayor o menor. Pasado cierto tiempo disminuye la cantidad de glucosa sanguínea y entramos en una depresión fisiológica. No podemos pensar ni movernos, nos sentimos inquietos, aturdidos y cansados. Si tomamos más azúcar vuelve a comenzar el ciclo de euforia y depresión. No hay glándulas renales que soporten, día tras día, año tras año, este trajín hormonal. Las hormonas tienen habitualmente una producción baja. Con la vida estresada que llevamos y tanto vaivíén de glucosa, el cerebro llega un momento en el que no es capaz de discernir cuando debe segregar hormonas y cuando no. Entonces entramos, en el mejor de los casos, en una diabetes crónica, de la que seremos insulinodependientes toda nuestra vida.
El Doctor Frederick Banting, descubridor de la insulina en el año 1929, descubrió que la única forma de prevenir la enfermedad de la diabetes era cortando el consumo del azúcar. Los enfermos por diabetes han aumentado proporcionalmente al consumo de azúcar por persona. Al calentar y refinar un alimento como el azúcar lo convertimos en un producto peligroso para la salud.
La diabetes es el resultado del agotamiento del páncreas por constantes sobredosis de azúcar refinada y carbohidratos refinados. Existen tantas pruebas científicas, de este proceso, que no es comprensible porquíé sigue ocultándose a la población. La diabetes es casi desconocida en los países no industrializados, llamados indígenas primitivos, que casi no consumen azúcar y carbohidratos refinados.
El estudio del historial de los pacientes esquizofríénicos revela que tenían elevadas cantidades de adrenalina en sangre, porque ingerían grandes cantidades de azúcar. Existen otros productos, como la cafeína y el alcohol, que elevan, tambiíén, la cantidad de adrenalina, segregada por las glándulas suprarrenales. La adrenalina es un derivado de dos aminoácidos: fenilalanina y la tirosina. La tirosina estimula al cerebro para que produzca dopamina -hormona responsable de la sensación de bienestar- y puede provocarnos una fuerte adicción. La fenilalanina provoca que el cerebro segregue endorfinas y encefalinas que actúan como potentes analgíésicos endógenos, que nos atonta y afloja la mente.
La melatonina es el neurotransmisor encargado, entre otras cosas, de la regulación del reloj biológico, los ritmos circadianos y la regulación fisiológica de la retina. La síntesis se realiza principalmente en la glándula pineal (epífisis). Es interesante señalar que, la melatonina, mientras su concentración en la sangre es alta entre los cero y los cinco años de edad, en la medida que se va atrofiando la epífisis, decrece la concentración hasta el final de la pubertad, a los 18 años, permaneciendo baja el resto de la vida humana ordinaria. Si inhibimos la MAO (monoaminooxidasa), por ejemplo con la toma de ayahuasca, la melatonina activa de nuevo la glándula pineal, temporalmente.
Para el profesor de medicina biológica A. M., la causa de que esta importante glándula se atrofie es el consumo excesivo de azúcar al que nos encontramos sometidos los ciudadanos: "...Si consideraramos una mínima oportunidad de "conectar con Dios" deberíamos dejar de consumir azúcar industrial inmediatamente y, por supuesto, no dársela a nuestros hijos..."
Resumiendo, la ingestión constante de azúcar nos tiene continuamente dopados y anestesiados, evitando que nuestras mentes tengan la opción de acceder a otros estadios elevados de conciencia. Tal vez nos deberíamos preguntar porquíé las autoridades sanitarias y políticas nos ocultan este hecho y a quiíén beneficia que la humanidad estíé en estado de somnolencia perpetua.