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Autor Tema: ¿En quíé se parecen Humala y Bill Gates?…  (Leído 142 veces)

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¿En quíé se parecen Humala y Bill Gates?…
« en: Febrero 24, 2013, 06:38:22 pm »
Por… Alfredo Bullard


 
En enero falleció, a los 93 años de edad, James M. Buchanan. Considerado uno de los fundadores de la escuela del Public Choice o de la Elección Pública, fue uno de los Premios Nobel de Economí­a más influyentes de los últimos años.
 Buchanan ayudó a responder la pregunta del tí­tulo de este artí­culo. Siempre se habí­a asumido que en los mercados, los empresarios se moví­an por su propio interíés, a fin de maximizar sus beneficios. Pero la polí­tica era harina de otro costal. En ella el interíés público y el bien común eran la inspiración de las decisiones. Los empresarios eran egoí­stas. Los polí­ticos eran desprendidos y dadivosos.
 Buchanan acabó con la visión romántica de la polí­tica. La idea de que los polí­ticos actúan guiados por el interíés común es falsa. Es el egoí­smo (entendido como la búsqueda del propio bienestar) la guí­a de toda acción humana, sin importar si esa acción se da en el mercado o en la polí­tica.
 Gates y Humala actúan motivados por el mismo incentivo. Ambos buscan maximizar su propio interíés. El primero busca ganar más dinero. El segundo busca concentrar más poder para sí­ mismo, para su familia y para sus amigos. Ambos quieren vivir mejor; solo siguen caminos distintos para lograrlo.
 El romanticismo de la polí­tica es un espejismo creado por un discurso de formas sin contenido. Los empresarios entregan productos de mejor calidad si es que los consumidores están dispuestos a pagar por el beneficio que reciben. Los polí­ticos solo generaran buenas polí­ticas públicas si reciben, a cambio, un beneficio. Este puede ser la reelección (o la elección de su esposa), popularidad, trabajo para sus hermanos o amigos, un sueldo asegurado por cinco años o la oportunidad de generar negocios sean estos legí­timos o ilegí­timos (corrupción o venta de influencias).
 El dilema no es entonces si se privatiza o no el Estado. El Estado ya está privatizado. Los funcionarios, desde el presidente de la República hasta el ventanillero de una municipalidad, son privados, con sus propios intereses y con la intención de beneficiarse y de beneficiar a sus familias y amigos. La pregunta no es si se privatiza. La pregunta es en realidad cómo se privatiza.
 Si vas y compras una computadora y te entregan otra de menor calidad, puedes exigir que te entreguen la correcta. Por supuesto que el proveedor puede ganar más si te vende una computadora cara y luego te entrega una barata. Pero para eso están los contratos que evitan que el interíés particular del empresario se desboque.
 Pero si Humala hace una promesa electoral y luego no la cumple, entonces no hay contrato que exigir. La democracia es un míétodo de privatización bastante imperfecto. Solo la existencia de instituciones polí­ticas sólidas, que incluyen derechos individuales claros, puede corregir los incentivos de los polí­ticos a preferir su propio bienestar sobre el bienestar del paí­s.
 Pero hay más: los empresarios les generan beneficios a los demás que van más allá de los que ganan. ¿Se han preguntado cuanto más ganamos gracias a la tecnologí­a desarrollada por personas como Bill Gates o Steve Jobs? ¿Cuánto aumenta la productividad de todos gracias a estos avances? El deseo por ganar más hace que otros tambiíén ganen.
 En teorí­a, lo mismo deberí­a pasar con la polí­tica. Pero no es así­. Como no hay lí­mites, las decisiones polí­ticas suelen orientarse a usar lo ajeno (los recursos públicos y los privados) en beneficio del gobernante de turno que busca maximizar su poder con populismo, sobrerregulación o simplemente corrupción.
 Parafraseando un dicho popular, la polí­tica es el arte de beneficiarse obteniendo el dinero de los ricos y el voto de los pobres, con el pretexto de proteger a los unos de los otros
 
Suerte en sus inversiones…


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...