Se han acabado los disgustos que nos proporciona la economía? ¿Somos testigos de los primeros síntomas de recuperación? De lo primero pueden estar ustedes seguros que no es verdad. Lo segundo quizá si. Los políticos, algunos, imitando a Obama, han empezado a lanzar mensajes de optimismo, anunciando la aparición en el horizonte de algunas señales positivas que vendrían a indicar un cambio de signo en el devenir de la crisis.
Creo que no sería bueno hacerse demasiadas ilusiones al respecto pero sí que creo que se pueden empezar a eliminar los peores temores.
En Octubre la gran mayoría pensamos que el sistema financiero iba a reventar, a continuación hemos visto un parón descomunal en la demanda que ha arrasado el empleo y amenaza con colapsar el sistema productivo.
Parece ser que el sistema financiero ya ha salido o está a punto de salir de la UVI, gracias a un cambio profundo en sus procederes. Pero cabe resaltar que todo esto es cierto a nivel internacional pero sólo parcialmente en España, en nuestro país vamos con retraso en casi todo y según el propio Banco de España, aún padeceremos de algún que otro episodio traumático. Claro que después, las medidas adoptadas por los distintos gobiernos, por libre o dentro del marco del G-20, acabarán por reactivar la demanda, dada la enorme cantidad de fondos que se han destinado a ello. Todo esto nos permite afirmar que no es muy probable un próximo “fin del mundo”, pero tampoco deberíamos suponer que los días de vino y rosas han vuelto y que además tienen intención de instalarse otra vez entre nosotros.
Los análisis económicos tienen una indudable ventaja, se sustentan en datos que, en su inmensa mayoría son comparativos. Como el pasado reciente ha sido tan horripilante, en materia de empleo, de PIB y de actividad, en cuanto pasen unos meses y las cosas se recompongan un poco, todos haremos comparaciones, por supuesto favorables que nos servirán para apoyar sobre ellas distintas estrategias inversoras por supuesto muchísimo más placenteras que las actuales. Fijémonos en la Bolsa. Vamos a imaginarnos lo siguiente. Si una acción cotiza a 10 euros y pierde un 50%, su valor se colocaría en 5 euros. Si en las siguientes sesiones su valor subiera un 50%, tendríamos la errónea sensación de que las cosas han vuelto a la normalidad, aunque el valor de nuestra acción estuviera en 7,5 euros. Ya ven, milagros de las matemáticas, nunca es lo mismo perder un 50% que ganar un 50%.
Los políticos, como cualquier otro líder social, están obligados a vender optimismo y confianza, ingredientes estos imprescindibles para cambiar el rumbo de la actual situación. Pero no olviden ustedes que a la economía real le queda un tortuoso y largo camino por recorrer antes de recuperar el tono. Sobre todo si ustedes no han olvidado todavía los momentos álgidos del ciclo.
Salud y suerte en las inversiones, las vamos a necesitar.