Por… Andrés Oppenheimer
He aquí una idea que anda dando vueltas en la comunidad diplomática y que debería adoptarse de inmediato para evitar que la ayuda internacional a las víctimas del terremoto de Haití vaya a esfumarse en un país con un largo historial de corrupción: crear una comisión de monitoreo para garantizar que la ayuda llegue a quienes tenga que llegar.
Existe un consenso general entre los expertos en ayuda de desastres de que el compromiso de EE.UU. de una primera donación de US$100 millones y otros compromisos internacionales para la reconstrucción de Haití son una buena respuesta inicial a la tragedia.
Pero en un país donde el Estado es tan débil que prácticamente no puede administrar ningún servicio público, y donde la corrupción es rampante, muchos temen que cuando la historia deje de estar en los titulares de los periódicos, la ayuda internacional va a disminuir y gran parte de la ayuda que llegue a Haití simplemente va a ser robada.
Según el índice mundial de percepción de corrupción de Transparencia Internacional, Haití es uno de los diez países más corruptos del mundo, clasificado 176 entre 180 naciones. Y eso es a pesar de la ofensiva anticorrupción del presidente René Preval, a quien muchos funcionarios internacionales le dan crédito por haber empezado a combatir este crónico problema del país.
Haití tiene una larga historia de ayuda que no ha dado resultados visibles. El año pasado, un reporte de Fride, un centro de estudios europeo con sede en Madrid, señaló que “la cooperación extranjera a Haití ha sumado más de $2.600 millones de dólares desde 1984, y hay muy poco qué mostrar por la misma”.
En estas circunstancias, ¿qué hay que hacer?, le pregunté a Dante Caputo, asesor especial del Secretario General de la OEA y ex jefe de la misión de Naciones Unidas en Haití, que está entre los diplomáticos que piensan que hay que establecer, ya mismo, una comisión de seguimiento para garantizar una efectiva.
Caputo sugiere, basado en la experiencia de previos esfuerzos de ayuda internacional, que esa comisión tenga tres misiones: chequear que la cantidad de ayuda que se mande concuerde con la cantidad de ayuda que llegue a las víctimas, garantizar que los bienes entregados sean los mismos que fueron prometidos, y que la ayuda llegue a los lugares correctos.
“Esto sería aconsejable para cualquier país en un caso como este, pero es tres veces más necesario en Haití, donde hay una mayor debilidad institucional”, me dijo Caputo.
Mi opinión: a juzgar por lo que vi en una visita a Haití el año pasado, el país estaba haciendo su primer serio esfuerzo en mucho tiempo para tratar de salir de su categoría de “estado fallido”. Con todo, era un lugar devastado, y ahora lo es inmensamente más, tras la peor catástrofe del hemisferio en más de un siglo. No podemos abandonar a Haití ahora, como lo hicimos tras los cuatro huracanes que azotaron el país en el 2008, y la comunidad internacional tardó casi un año en poner dinero sobre la mesa.
Mientras usted y yo estamos pensando donde invertiremos mañana nuestro dinero, hay otras personas que no saben si van a poder comer hoy…