Un índice interesante para percibir como está la actividad económica es el ISM Manufacturing Index, que mide la actividad del sector industrial.
En Diciembre el ISM de los EEUU cayó a uno de los niveles más bajos de los últimos 60 años (32,4 puntos). Dentro del índice, destaca el colapso de los precio industriales (18.0 puntos) influido por la caída del coste de las materias primas pero también por la presión de una demanda que ha desaparecido. Igualmente también destaca el mal dato de cartera de pedidos (un avance de lo que puede suceder en el futuro inmediato) que también está en el nivel de los 20 puntos.
Recordar que con un ISM por encima de los 50 puntos, se considera que la economía se está expandiendo, entre 50 y 43 puntos nos indicaría que aunque el sector industrial se está contrayendo la economía en general aún se está expandiendo. Por debajo de los 43 puntos estaríamos en plena recesión.
A parte de los EEUU, también podemos observar que el mito del desacoplamiento (las economías emergentes de se mantendrían al margen de una crisis del mundo desarrollado) se empieza a desmoronar:
Cómo podemos ver aunque la cifra de nuevos pedidos industriales ha caído con más fuerza en los países desarrollados, China y la India (las dos grandes fábricas del Mundo) también están empezando a sufrir las consecuencias de la crisis. El ISM Chino de Diciembre estaba en el nivel de los 43 puntos.
Grietas en ‘la fábrica del mundo’
El proceso de reforma y apertura lanzado hace 30 años ha convertido a China en la fábrica del mundo. Pero el desplome de la demanda extranjera, especialmente de Estados Unidos, le ha asestado un duro golpe.
Las exportaciones cayeron un 2,8% en diciembre, la mayor caída en diez años. Ya retrocedieron un 2,2% en noviembre, la primera vez que experimentaban un descenso en más de siete años.
Miles de empresas han echado el cierre. La crisis se ha sumado al efecto que las mayores exigencias de calidad, leyes laborales y medioambientales más estrictas. Millones de emigrantes chinos se ven obligados a regresar a sus pueblos, debido a la caída de actividad y el cierre de empresas por la crisis. Los sueldos caen en picado por el recorte de la producción en las fábricas.
Chen Jian (nombre ficticio), de 23 años, llegó a la estación hace 13 horas. “La fábrica de maletas en la que trabajaba tenía hace unos meses entre 5.000 y 6.000 empleados. Eran 10 horas al día, siete días a la semana. Ahora no da para más de cinco horas, tres o cuatro días a la semana, y el salario ha bajado de unos 2.000 yuanes [210 euros] a 1.300. No nos han despedido, simplemente han reducido el número de horas, y ya no compensa”, afirma este nativo de la provincia de Sichuan.
Para palpar cómo está afectando el parón mundial a China, lo mejor es viajar a Dongguan, más que una ciudad, un taller infinito. Todas las carreteras que conducen a Dongguan -cuya municipalidad ha pasado de 1,1 millones de habitantes en 1978, a 8,7 millones en 2007- están flanqueadas de fábricas. Algunas son grandes complejos industriales con varias decenas de miles de operarios, otras, talleres familiares. Aquí se producen desde componentes electrónicos a juguetes, zapatos, relojes, ropa o adornos navideños. Todos esos artículos que, gracias a su bajo precio, han inundado el planeta y han permitido a China convertirse en la cuarta economía del mundo.
El cielo gris, los inmuebles ocres, la continua sucesión de áreas industriales, y los monos de trabajo colgados en los balcones de los edificios de dormitorios anexos a las fábricas imprimen un aire triste a la región.
Pero muchos de esos uniformes de trabajo ya no se balancean al aire. Muchos talleres han dejado de producir y los bloques de dormitorios de siete u ocho plantas se elevan sin inquilinos, como gigantes dormidos. Sólo en octubre, cerraron 700 empresas en. Sobre las paredes de las factorías huecas, se repiten la frase ‘Se alquila’ y números de teléfono.
Las fábricas que no han cerrado han disminuido la actividad, y sus trabajadores se ven obligados a permanecer en los dormitorios o a deambular ociosos por la ciudad, en la que, aparte de tiendas, restaurantes y karaokes, hay poco más. “Sólo trabajamos cinco horas diarias de lunes a viernes. Y, en los dormitorios, que son de ocho o 10 personas, ahora estamos cuatro o cinco”, explica Wang Shuang.
El fantasma del paro es una de las mayores preocupaciones del Gobierno, ya que la precariedad del sistema de seguridad social y el coste de la Educación y de la Sanidad convierten la falta de trabajo en una bomba de relojería en este país de 1.300 millones de almas. Desde que comenzó la crisis, se han multiplicado las protestas, debido a las irregularidades cometidas en el pago de los salarios y las indemnizaciones por algunos empresarios, y a la inquietud por el futuro. Para el Partido Comunista Chino, que ha buscado, en buena parte, legitimarse en el poder con el rápido progreso del país, está en juego, también, su propia supervivencia.
Una de las empresas en las que se han registrado protestas es Jiang Rong, que se dedicaba a la fabricación de bolsos y maletas. Su propietario, taiwanés, desapareció el 15 de diciembre sin previo aviso -una práctica común en Guangdong-, adeudando dos meses y medio de salario a los 300 trabajadores, y tres meses de alquiler de la fábrica y las facturas de agua y electricidad.
Desorientados ante la quiebra de su negocio o la pérdida de empleo, empresarios y trabajadores acuden a veces en busca de consejo a Zhou Qingfang, un adivino, experto en geomancia y curandero, que ofrece sus servicios en una calle de Dongguan. “Me preguntan qué socio buscar, qué hacer tras quedarse sin empleo, y yo, en función de su nombre, la fecha de nacimiento, o su elemento chino, les sugiero la dirección que deben seguir”, dice este hombre de 70 años, quinta generación familiar de videntes. “Hace unos meses, venían 10 o 20 personas al día. Ahora, son más de 30”, dice Zhou, que cobra 20 yuanes por consulta y trata igualmente problemas de infertilidad, impotencia o dolores de muelas.
Un centenar de kilómetros al sureste, en el puerto de Shenzhen, fronterizo con Hong Kong, y una de las principales vías de salida de mercancías de la fábrica del mundo, se percibe también claramente la crisis. El tráfico de mercancías ha disminuido sensiblemente. “Desde principios de septiembre, salen muchos menos contenedores. La actividad ha caído más de un 30%”, asegura Zhang Qingshen, empleado en una de las empresas que opera en la terminal internacional de contenedores de Shekou. A un centenar de metros, una grúa carga un mercante de color verde con lentos movimientos. “Antes pasaban delante de ese muelle muchos buques cada día. Ahora, no veo más de dos o tres en 24 horas”, dice.
En todo este contexto algo no acaba de encajar del todo bien en la escalada del precio del petróleo de los últimos meses y la sobrecapacidad actual. Entendiendo por sobrecapacidad la diferencia entre la producción actual de crudo y la producción máxima de crudo que se puede obtener de forma sostenible y que puede ser puesta en el mercado en un plazo no superior a los 30 días y se puede producir a dicho nivel al menos durante 90 días.
Tradicionalmente este dato sobre el nivel de sobrecapacidad en la producción de petróleo ha sido clave para entender la determinación en el precio del crudo. Una caída en el nivel de sobrecapacidad suele conllevar importantes incrementos en el precio del crudo, por el contrario un aumento en la sobrecapacidad suele ser una clara señal de precios a la baja.
Desde Enero del 2003 hasta principios del 2008, el fuerte incremento de los precios del petróleo coincide a la perfección con una fuerte reducción de la sobrecapacidad productiva disponible, se hace palpable la crisis financiera y económica y se produce una fuerte caída en el precio del crudo, sin que la sobrecapacidad haya aumentado.
Pero es en este punto donde empieza un movimiento curioso. A pesar de que a principio del 2009 los niveles de sobrecapacidad empiezan a aumentar más que considerablemente, llegando a niveles de sobrecapacidad similares a los que existían en la década de los 90 con el precio del crudo fluctuando entre los 10 y los 40 dólares, tenemos que los precios se han incrementado casi un 100% en pocos meses hasta llegar a los 80 dólares/barril.
A mí se me ocurren tres posibles explicaciones:
1- La liquidez inyectada en el sistema está provocando burbujas de activos, entre ellas las materias primas y el petróleo.
2- Los países de la OPEP, están reteniendo producción para mantener los precios altos.
3- El mercado es tan perfecto que prevé que la recuperación económica esta cercana y pronto volveremos a tener a un mundo ávido por consumir petróleo.
Se aceptan apuestas o sugerencias de otros escenarios.