El acuerdo otorga beneficios bastante más jugosos a los exportadores de la isla que a los de tierra firme continental. Los industriales taiwaneses no se engañan ante las intenciones solapadas que pueda haber en el trasfondo de la generosidad china, pero tampoco van a morder la mano de quien les da de comer. La rebaja de tarifas aduaneras beneficiará a bienes taiwaneses por un valor de 14.000 millones de dólares y a mercancías chinas apenas por 3.000 millones.
El presidente Ma Ying-jeou considera, de buena fe, que el fortalecimiento interno que proporciona este nuevo instrumento es suficientemente atractivo para subordinar a su resultado el nacionalismo de antaño. Las facilidades arancelarias y aduaneras concedidas pondrían a muchos productos de la isla en capacidad de competir con otros socios comerciales del gigante asiático. El gobierno asegura que las nuevas exportaciones a China podrían redundar en la creación de 260.000 empleos.
Pero es ingenuo pensar que los temas que tienen que ver con la soberanía y la autonomía taiwanesa pueden ser puestos a un lado en aras del puro beneficio económico, que incluso no está demostrado. La oposición, por ejemplo, cuantifica los puestos de trabajo a ser afectados por las importaciones de China bajo el nuevo ECFA y considera que la cifra pudiera alcanzar 5.000.000 de empleos.
Además, mientras aun hay 1.000 misiles chinos apuntando hacia Taiwan para disuadirlos de sus veleidades independentistas, el riesgo de una escisión de parte de la isla todavía persiste y genera malestar del lado de sus contrapartes chinos, conscientes de que esa aspiración ancestral está lejos de haber sido enterrada en la mente de muchos taiwaneses. Un Tratado comercial como el nuevo, a los ojos de los numerosos separatistas es visto como una herramienta para ganar control sobre su país. La economía del pequeño país podría volverse muy tributaria de la china una vez que el gigante gane relevancia en sectores como el bancario, la industria y la construcción al interior de la economía taiwanesa.
Se trata de una camisa de fuerza con la cual se va a sentir cómodo el gobierno de Taipei, pero no así el resto del país que lo mira, desconfiado, como un caballo de Troya. Caridad, pero con uñas…