En el año 1998, cuando China decidió privatizar el mercado inmobiliario, consideró que esa medida era suficiente para estimular un área de actividad que motorizaría el resto de la economía. Las medidas de soporte a la demanda no fueron suficientemente agresivas, pero aun así, esta política contribuyó a que en la pasada década la inversión en bienes raíces y en su desarrollo constructivo haya sido uno de los principales motores del crecimiento. El dinamismo del sector se trasladaba a las industrias conexas, desde las cementeras y acerías hasta las productoras de línea blanca y la industria vehicular, la producción de energía eléctrica y de gas para uso doméstico, entre otras.
A esta fecha ya el gobierno ha entendido igualmente que además de no controlar los precios ni las utilidades de los constructores privados, es necesario subsidiar ampliamente un plan de viviendas para los segmentos bajos de la población y para los inmigrantes de las aéreas rurales de manera de mantener el vigor del desarrollo habitacional, y por ende, del crecimiento económico.
La tarea es en extremo exigente. Para el año 2015 el gobierno planea tener a una quinta parte de las familias chinas, es decir, a 218 millones de hogares urbanos, viviendo en apartamentos subsidiados y ciudades como Beijing, solo en este año 2011, deberían construir o renovar 10 millones de unidades para alquiler o venta, bajo el mismo esquema de subsidios. La meta de la capital es agregar 36 millones de estas viviendas en los próximos 5 años.
El problema de contener la escalada de precios se ha vuelto una obsesión gubernamental, particularmente desde que ha comenzado a producir un recalentamiento en los precios de los bienes raíces. Ello les inquieta tanto como la imperiosa necesidad de ofrecer a los ciudadanos el bienestar de una vivienda propia, lo que es el sueño de toda familia, en China y en cualquier otro lado. Una política de vivienda popular bien instrumentada es una forma eficiente, por demás, de aliviar las tensiones sociales que se generan con los crecimientos económicos acelerados o repentinos.
Es así como el gobierno ha pasado de aplicar en los años postcrisis del 2008 una política antiespeculativa para doblegar la inflación y la imposición de cuotas iniciales de venta elevadas a los compradores para contraer la demanda habitacional, a imponerle al sector bancario estatal el financiamiento subsidiado de las viviendas de interés social de este vasto plan habitacional, para estimular la compra.
La población de a pie interpreta que esta es una nueva estrategia de acercamiento a las necesidades de los individuos y ello se ha transformado en confianza popular, lo que es un ganancial para el gobierno comunista que tiene frente a sí una montaña de problemas que atender por el lado de la inclusión social. En el fondo, esta política de subsidios lo que busca es mantener el ímpetu del crecimiento económico a través del sostén de una actividad prioritaria.
Recordemos que el Plan Quinquenal de Desarrollo que va desde el 2011 hasta el 2015, lo que intenta, en el fondo, es virar de una economía sostenida por las exportaciones manufactureras de poco valor, a una basada en el consumo y la innovación.