Por …  Manuel Hinds

Argentina tiene la preocupante tendencia a entrar en crisis
aproximadamente cada 10 años.

Lo más extraordinario de esta tendencia es que todas las
crisis son prácticamente iguales: comienzan con una escasez de dólares, prosiguen con
restricciones a la compra de dólares y terminan con devaluaciones catastróficas y
aumentos violentos en la tasa de inflación
y serios problemas en el pago de las deudas. Esto sucede independientemente del
régimen monetario presente al momento de la crisis y en los años anteriores a
ésta.

Para hacer corta la historia, sin hablar de crisis
anteriores a los últimos treinta años, esto pasó a principios de los ochentas,
a principios de los noventas, en 2001 y está comenzando a pasar ahora. En cada
uno de estos casos las relaciones con los dólares eran distintas: en los
setentas el Banco Central creaba dinero y devaluaba de acuerdo a un programa;
en los ochentas, el Banco Central creaba tanto dinero y lo devaluaba como le
daba la gana, hasta que llegó a generar una hiperinflación con saqueos de
tiendas; en los noventas, el Banco Central no devaluaba y sólo creaba un peso
nuevo si usted le daba un dólar; en los dos mil, otra vez el Banco Central
creaba dinero y lo devaluaba cuando la daba la gana. Y en todos los casos el
final fue igual.

Esta uniformidad proviene de que estos problemas le llegan a
Argentina por tres razones. Primero, porque el gobierno no tiene disciplina ni
en el gasto ni, cuando está en regímenes que le permiten hacerlo, en la
creación de dinero. Segundo, porque el país depende crucialmente de la
exportación de bienes primarios (los que no requieren mucha preparación, como
la carne, la soya, los minerales) y los precios de estos productos son
altamente volátiles, generando grandes abundancias cuando estos precios suben
en los mercados internacionales, y crisis cuando estos precios bajan. Tercero,
porque los gobiernos, por razones políticas obvias, siempre atribuyen el alto
crecimiento que acompaña a los booms a sus sabias políticas, y no se preparan
para cuando el golpe inevitablemente venga con la caída de los precios de los
productos primarios, o para cuando ya no sigan creciendo como crecieron en el
auge del boom.

Esto es lo que ha vuelto a pasar. Ahora Argentina, que hace
unos años presumía de tener una moneda mas fuerte que el dólar, está en crisis
porque la gente, desesperada por conseguir dólares para llenar sus necesidades
más esenciales, está causando una caída muy grande en las reservas de dólares
del Banco Central (que ha perdido $583 millones en sólo ocho días) y ha abierto
un mercado negro en el que los dólares valen 15 por ciento más que en el
mercado oficial. Los que creen que las devaluaciones son la solución para
cualquier cosa, se preguntan por qué Argentina no devalúa en este momento, ya
que el gobierno ha dicho por tanto tiempo ha dicho que las iniciales devaluaciones
fueron las que llevaron a las altas tasas de crecimiento de los últimos años.
No lo hacen por dos razones. Primero, porque estas tasas no se debieron a las
devaluaciones sino a que subieron los precios de los productos primarios.
Segundo, porque si devalúan, la inflación, que ya es de cerca de 30 por ciento
anual, se aumentaría sustancialmente, con lo que la gente demandaría más
dólares para protegerse de la inflación, causando aún mayores caídas de
reservas, en un círculo vicioso sin otro fin que una tremenda crisis financiera
al estilo argentino.

La crisis también está exponiendo otro elemento que los que
creen en las monedas propias en los países en desarrollo prefieren ignorar: que
la economía argentina está muy dolarizada a pesar de tener como moneda el peso.
Los bienes raíces, por ejemplo, todos, incluyendo las ventas y los alquileres
están denominados en dólares precisamente porque la gente sabe que los
gobiernos imprimen demasiados pesos y esto lleva a devaluaciones. Entonces, la
falta de dólares ha paralizado no sólo la industria (que los necesita para
materias primas), el comercio y los servicios, sino también la construcción.

Pareciera que Latinoamérica
nunca va a aprender. Lo que está pasando en Argentina está comenzando a pasar
en Brasil, y pronto pasará en varios otros países de Sudamérica. Todas esas
ideas de que América Latina crecían más porque tenían monedas propias se
desvanecerán en el humo de estas crisis que ya están comenzando a pasar porque
lo que les falta no son pesos sino dólares.

Suerte en sus inversiones…