Sólo hay dos maneras de ganarle al mercado de valores en el largo plazo: Una, operar con información privilegiada, dos, tener suerte. 

Me inclino a creer que tener suerte tiene una probabilidad mucho mayor de funcionar que la búsqueda de información privilegiada. La búsqueda de información privilegiada es muy difícil. Requiere el acceso a información que otras personas no tienen, o la capacidad para analizar los datos públicos mejor que la gran mayoría de los inversores. 

Es ampliamente conocido que la mayoría de los gestores de fondos de inversión tienen una rentabilidad inferior al mercado. De vez en cuando hacen las cosas bien, pero no lo suficiente como para compensar su costo. 

El profesor de Princeton y premio Nobel Daniel Kahneman, ayudó a explicar por qué la gente piensa que va a acertar la mayoría de las veces en su nuevo libro, Thinking, Fast and Slow. El cerebro humano es incapaz de crear nueva información – desconoce lo que no sabe. Para compensar por lo desconocido, nuestro cerebro intenta reconstruir la historia lo mejor posible sobre la base de lo que sabemos. A veces, esta historia es correcta y a veces no. Cuando estamos en lo correcto, creemos que es porque somos inteligentes, y cuando nos equivocamos, creemos que es porque no tenemos la suficiente información y no había nada que pudiera hacerse al respecto. 

El escritor y gestor patrimonial Larry Swedroe, resume por qué tenemos un fuerte deseo de creer que estamos en lo correcto todo el tiempo, en su artículo On Magical Thinking. 

Swedroe califica la necesidad o el deseo de ser un inversor superior a la media como el “efecto lago Wobegon”, llamado así por la popular serie de radio situada en el mítico pueblo de Lago Wobegon, donde todos los hombres son fuertes, las mujeres son bien parecidas y los niños están por encima de la media.

Mi argumento no defiende que el mercado no puede ser vencido con el análisis. Yo nunca diría eso. Es fácil encontrar gestores de fondos de inversión que han superado al mercado en el pasado. Es mucho más difícil determinar si un gerente en particular tuvo suerte o habilidad para hacerlo. 

Eugene F. Fama y Kenneth R. French se dedicaron a este tema en un documento de trabajo titulado “Luck versus Skill in the Cross Section of Mutual Fund Returns”. Su estudio se centró en los gestores de renta variable de Estados Unidos desde 1984 hasta 2006. No es ninguna sorpresa que en conjunto, los gestores de fondos de gestión activa tenían una rentabilidad igual que el mercado antes de costes, y peor después de costes. 

En su trabajo trataron de responder a la pregunta de si los gestores que superaban al mercado lo hacían por su habilidad o porque simplemente tuvieron suerte. 

Para responder a esta pregunta, Fama y French compararon la distribución de los rendimientos de los fondos a una distribución de los rendimientos de una cartera simulada formada con acciones seleccionadas al azar. Crearon miles de simulaciones de carteras de renta variable de Estados Unidos con acciones seleccionadas al azar. El rango de los rendimientos reales de los fondos de inversión se comparó con el rango de los rendimientos programados previamente. El resultado estuvo muy cercano, lo que significaba que los retornos de los fondos de mejor comportamiento son el fruto de una selección de valores al azar y no de la habilidad. 

Hubo, sin embargo, un puñado de fondos cuyos gestores superaron al método al azar después de ajustar por costos y riesgos. Estos valores atípicos pueden poseer habilidad, y podría ser útil si pudieran ser identificados. Por desgracia, saber posteriormente que un gestor tiene habilidades no ayuda mucho a los inversores, ya que tenemos que colocar nuestras apuestas antes, y no es posible determinar las habilidades que los directivos tendrán en el futuro. Sólo sabemos que algunos las tienen. 

¿Qué pasa si nos olvidamos de los fondos de inversión y elegimos unas pocas y buenas acciones nosotros mismos? A menudo oímos que los inversores individuales tienen una ventaja sobre los grandes inversores institucionales porque somos capaces de actuar con mayor rapidez que las instituciones y acceder a acciones que son demasiado pequeñas para que los institucionales se molesten en tomar posiciones. ¿Acaso estas ventajas aparentes aumentan la probabilidad de que podamos ganarle al mercado con una cartera bien elaborada de acciones individuales? 

Hace años, disfrutaba siguiendo el “concurso diana” de Wall Street Journal “. Este desafío fue inspirado por el libro de Burton Malkiel, “Un paseo aleatorio por Wall Street”. El profesor de Princeton, escribió en su libro que “un mono con los ojos vendados lanzando dardos a las páginas financieras de un periódico, podría seleccionar una cartera que lo haría tan bien como una elegida por los expertos.” 

Así es como el concurso funcionaba. Los editores de la revista periódicamente pedían a cuatro importantes analistas de inversión de Wall Street, que presentaran individualmente su mejor selección de valores. Estas cuatro selecciones se confrontaban con cuatro carteras seleccionadas al azar lanzando dardos a las páginas de valores de la hoja. Seis meses después se publicaban los resultados. 

Se llevaron a cabo más de 100 concursos en los últimos años. Ellos fueron seguidos de cerca por creyentes de la eficiencia del mercado y por no creyentes. Cuando los dardos ganaban, la gente aplaudía la eficiencia del mercado y señalaba la inutilidad de tratar de ganarle al mercado. Cuando los profesionales ganaban, otros argumentaban la bondad de los análisis financieros. 

A decir verdad, ninguno de los métodos mejoraba al mercado. Los datos en bruto daban la victoria a los expertos en la general, pero esto era antes de ajustar por el riesgo. Además, sólo el anuncio de los valores seleccionados causaba que esas acciones saltaran al alza el primer día en que se negociaban. La gente quería creer que los expertos eran expertos. Los dardos no tenían estatus de gurús. 

Se introdujo un académico para proporcionar imparcialidad a los resultados diana. El profesor Bing Liang de la Case Western Reserve University, publicó un artículo en enero de titulado “La presión del precio”. El descontó la subida de los valores que habían elegido los expertos en el primer día de contratación, porque este retorno no era posible ganarlo a menos que los inversores tuvieran información privilegiada. También ajustó las acciones por los altos riesgos que los expertos estaban tomando. La conclusión de Liang fue que en media, los inversores que seguían a los expertos perdieron un 3,8% sobre una base ajusta al riesgo durante el periodo posterior de 6 meses.

Siempre ha habido, y siempre habrá, un conjunto minoritario de inversores que ganan al mercado. La pregunta es si su buena fortuna es el resultado de la suerte o de la habilidad. Los datos académicos sugieren que la mayoría del exceso de rentabilidad es el resultado de la buena suerte. 

 Lacartadelabolsa