Por… Daniel J. Mitchell
Los estadounidenses que buscan una forma de detener el despilfarro del gobierno deberían analizar a Suiza. En 2001, el 85% de sus votantes aprobó una iniciativa que efectivamente requiere que el gasto del Estado central no crezca más rápido que la tendencia de los ingresos.
La reforma, llamada “freno a la deuda” en Suiza, ha sido realmente exitosa. Antes de que la ley entrara en vigor en 2003, el gasto público se expandía a un promedio de 4,3% anual. Desde entonces solo ha aumentado en 2,6% anual.
El freno a la deuda de Suiza no requiere de un presupuesto equilibrado en el sentido tradicional. Los ingresos tributarios, como lo sabemos en base a la experiencia estadounidense, tienden a aumentar rápidamente cuando la economía va bien y a caer cuando la economía se tropieza. Para suavizar los altos y bajos, el freno a la deuda de Suiza limita el crecimiento del gasto a los aumentos promedio de los ingresos a lo largo de un período de varios años (según los cálculos del Departamento Federal de Finanzas de Suiza).
Esta característica le agrada a los keynesianos, quienes gustan del gasto en déficit cuando la economía se tambalea y los ingresos fiscales disminuyen. A los partidarios de una buena política fiscal les agrada porque los políticos no son capaces de aumentar el gasto público cuando la economía va bien y la tesorería tiene dinero en abundancia.
De igual importancia es que es muy difícil que los políticos aumenten el límite de gasto elevando los impuestos. Las tasas máximas para la mayoría de los impuestos nacionales de Suiza son fijados constitucionalmente (por ejemplo, un 11,5% de impuesto sobre la renta, un 8% de impuesto al valor agregado y un 8,5% de impuestos corporativos). Las tasas solo pueden ser cambiadas por un referéndum de doble mayoría, lo que significa que tendrían que estar de acuerdo la mayoría de los votantes en la mayoría de cantones.
Sobra decir, que esa doble mayoría es improbable. La historia muestra que los suizos son más propensos a aprobar recortes de impuestos antes que aumentos.
El techo de la deuda suiza ha ayudado al país a evitar la crisis fiscal que afecta a muchas otras naciones europeas. El gasto anual actual del Estado central es menos del 20% del PIB y el gasto total en todos los niveles del Estado es aproximadamente de 34% del PIB. Esto ha disminuido desde 36%, nivel en que se encontraba cuando entró en en vigencia el freno a la deuda.
Esto podría no impresionar, pero es notable teniendo en cuenta cómo la carga del Estado ha aumentado en la mayoría de los demás países desarrollados. En EE.UU., el total del gasto del gobierno aumentó a 41% del PIB de 36% durante el mismo período de tiempo, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
El límite del gasto ha sido un freno eficaz de la deuda. Entre 2005 y 2010, cuando los niveles de deuda en el país promedio de la eurozona llegó a 85% del PIB desde un 70%, la deuda general del Estado suizo se redujo a 40% del PIB desde un 53%. La deuda ahora es de 36,5% del PIB.
El sistema suizo no es perfecto. Algunos programas de seguridad social no están cubiertos por el límite de gastos, por lo que esto posiblemente aumentará el gasto en esta área a medida de que la población envejece — sin embargo, Suiza aún se encuentra en buena forma ya que gran parte de sus gastos sanitarios y de pensiones de jubilación son manejados por el sector privado.
EE.UU., en cambio, es un desastre. Los grandes aumentos del gasto por parte de los presidentes Bush y Obama han duplicado el gasto federal en los pasados 11 años, a un estimado de $3,8 billones en el año fiscal 2012 desde $1,86 billones en 2001. El pronóstico a largo plazo es aún más preocupante dado que no hay un mecanismo para frenar el crecimiento de los desembolsos.
Pero esto podría cambiar. El representante Kevin Brady (Republicano de Texas), vicepresidente de la Comisión Económica Adjunta, ha impulsado un proyecto de ley similar al freno de la deuda de Suiza. Llamado la Ley para la Maximización de la Prosperidad de EE.UU, el proyecto de ley impondría límites directos al gasto, pero vinculados al “PIB potencial”. El PIB potencial es una proyección de la tendencia de la producción económica, asumiendo pleno empleo y que no hay inflación, y sería estimada por la Oficina de Presupuesto del Congreso.
Dado que el PIB potencial es una variable bastante estable (como el crecimiento promedio de los ingresos del sistema suizo), este enfoque crea un camino fácil para la limitación del gasto.
Por supuesto, los políticos no quieren ningún tipo de restricción en su capacidad de comprar votos con el dinero de otras personas. Pero las personas están comenzando a tener consciencia de que el negocio “como de costumbre” ya no es aceptable.
Suerte en sus vidas y en sus inversiones…