Por… Beatriz De Majo C.
La escogencia de vía estratégica eficiente para sortear las dificultades de sus respectivas crisis económicas ha representado un quebradero de cabeza tanto para Europa como para Estados Unidos. En China la situación no es mejor: la talla de la tarea es bastante superior y la consecuencia de un colapso puede ser devastadora para todos en la escena global. La tasa de crecimiento del gigante se ha frenado por encima de lo esperado en los meses transcurridos del 2012 y ello ha forzado a las autoridades económicas a actuar aceleradamente para torcer el rumbo y potenciar el dinamismo de las variables nacionales. Las tasas de interés acaban de ser manipuladas a la baja para vigorizar la economía y cabe preguntarse si tal medida no representa, por el contrario, un estímulo suplementario a las deficiencias instaladas ya de manera estructural en la segunda economía planetaria.
El problema chino es falta de recursos de financiamiento para la inversión.
Dentro de un ambiente de consumo global en franco retroceso, las ventas nacionales en picada, altos inventarios y flacos beneficios, además de sobrecapacidad productiva, lo que no está presente en el mundo de los negocios es el ánimo de emprender nuevos proyectos.
Una especie de atonía se ha apoderado de los inversionistas generando un “mood” de pesimismo que impacta todos los sectores. El consumidor chino, acostumbrado culturalmente a ahorrar para los momentos peores, está posponiendo sus gastos en anticipación a una turbulencia mayor que la de la crisis del 2008.
Un año de cambios políticos no le agrega sino complejidad a la tarea de la conducción de la economía y del país. La prudencia china aconseja -bastante más que en otras latitudes- evadir grandes decisiones, de compras o de inversiones, en años de eventos políticos sustantivos como los que ocurrirán antes de finalizar el actual con la designación de los nuevos conductores de la nación en el seno del Partido Comunista.
Para asegurar la solidez económica requerida en la víspera de tales cambios, Pekín considera inevitable la instauración de otra ronda de estímulos a través del incremento del gasto gubernamental en infraestructura dirigida a sectores clave. La repetición del esquema del 2008, para muchos estudiosos, sin embargo, lo que provocará es el succionamiento de fondos hacia el sector que ha provocado las debilidades actuales: el inmobiliario.
De nuevo, pues, China se enfrenta al dilema de volver atrás, a un esquema que funcionó por décadas: el de la producción industrial masiva orientada hacia la exportación, apostando esta vez a un reacomodo mundial temprano o, por el contrario, continuar con el viraje ya iniciado como respuesta al tsunami económico del 2008, hacia un modelo con un basamento decisivo de consumo interno vigoroso y creciente que habría que empeñarse en provocar.
Lo que es claro es que el gobierno de Wen debe imprimirle velocidad a la segunda mitad del 2012. La desaceleración del crecimiento que ya se manifiesta, así lo impone. Difícilmente el año 2012 concluirá con una tasa de crecimiento como la proyectada y superior al 8%.
Suerte en sus vidas y en sus inversiones…