Por Moisés Romero.
Timar a alguien es engañarlo con promesas o esperanzas. La predisposición del sujeto ayuda a ello. Lo hemos visto en el negocio de los sellos, con promesas de retornos muy superiores a los promedios de tipos de interés en cada ciclo. Lo vamos a ver en los preferentes, una moda de 2009 que ha batido récord pese a las advertencias que los reguladores han hecho acerca de los peligros (falta de liquidez, ante todo) que entrañan estos productos y, es muy posible, que los constatemos en determinados bonos corporativos, también muy dependientes de la actuación de los expertos en arbitraje en los mercados secundarios y de los creadores de mercado. O lo que es lo mismo, los bonos corporativos son buenos en sí mismo si el tenedor tiene la suerte de que la empresa cumple sus compromisos de pago y, además, aguanta al vencimiento. Si en cualquier tramo de la vida hábil de estos bonos, el tenedor quiere desprenderse de ellos, lo normal es que salga cacareando y sin pluma, que le birlen la cartera. Amane noviembre con los mismos mensajes y señuelos de meses anteriores. El manejo de las expectativas ha sido y será clave y nada mejor para ello que esa pléyade de seguidores de Bolsa que insiste en creerse lo increíble. O si se prefiere, esa predisposición de fondo para ser timado.
Hay dos factores de última hora que avalan este fenómeno. Uno, el PIB de EEUU que conocimos el jueves pasado. Dos, la ceremonia de presentación de los resultados empresariales. Respecto al PIB de EEUU, las cifras son claras. Es un PIB subvencionado. Al crecimiento del 3,5% se llega gracias al programa de dinero por chatarra (la venta de coches patrocinadas por el Estados suponen la mita de ese crecimiento), a las subvenciones en la renovación de hipotecas (suponen la cuarta parte de ese crecimiento) y a la reposición de existencias empresariales (suma la otra cuarta parte restante). Mientras, sigue el deterioro en el empleo y no asoma la demanda privada.
Respecto a los resultados empresariales, las cifras son endebles. Se dice que son mejores de lo esperado, pero no se dice que son malas, porque están basada en el recorte de gastos o en la devaluación competitiva del dólar que, llegado el caso, podría concluir en una gran rifirrafe monetarios a nivel mundial, principalmente con China. Resultados, además, que sitúan los niveles promedios de PER en las Bolsas del mundo en cotas similares a las anteriores a la Crisis.
Seguimos, por tanto, bajo el reinado de las expectativas. Releyendo mis notas encuentro, como dato curioso, una referida al Manejo de las Expectativas. Fue escrita en noviembre del año pasado. apunté, entonces, que en Las Trampas del Deseo (Editorial Ariel) Dan Ariely afirma que el engaño para activar el efecto placebo tiene que existir, aunque sea deshonesto, porque beneficia a mucha gente. Este especialista en psicología del consumo sostiene que también existe en las compras: percibimos los beneficios de un producto, ante la expectativa de su eficacia, antes de abrir el monedero.
Placebo procede del latín y se traduce por complacer. El término se utilizaba ya en la Edad Media para designar los lamentos que proferían las plañideras profesionales en los funerales, pero poco a poco fue utilizándose en el ámbito médico. Ya en 1811, Hooper, en su Diccionario Médico lo definía “como cualquier medicamento prescrito más para complacer que para beneficiar al paciente. Hoy, el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) señala que “es una sustancia que, careciendo por sí misma de acción terapéutica, produce algún efecto curativo en el enfermo, si este lo recibe convencido de que esa sustancia produce realmente tal acción…” Esto, a propósito del Cambio que se pregona en EE UU tras la victoria de Obama. Los participantes en los mercados y los mercados, como tal, están ansiosos de agarrarse al clavo ardiendo de las mejores expectativas, aunque son conocedores de las dificultades el momento. Son momentos de rogativas y de oratoria, de elocuencia sublime.
En las últimas semanas hemos asistido a varios procesos de manejos de expectativas. Unas han llegado de la mano de eso que tanto hemos escuchado en los últimos meses: LO PEOR YA HA PASADO. Otra ha abundado en los resultados empresariales: MEJORES DE LO ESPERADO. Son frases, como aquellos famosos BROTES VERDES de la primavera, que esconden prácticas propias de chamanes, predicadores, vendedores de crecepelo y de trileros., porque el músculo económico es el que es a nivel global a la vez que los resultados de las empresas, en particular, y de la economía globla, en general, muestran una debilidad de fondo muy preocupante.