Por… BEATRIZ DE MAJO
Antes de que el ejemplo de Wukan se replique como la verdolaga hacia todos los rincones de la geografía china, las autoridades del gigante asiático le han salido al paso y se han apresurado a declararles al país y al mundo que China debe emprender reformas estructurales que lo acerquen más a una democracia.
La postura de apertura principista recién exhibida por Wen Jiabao , el Primer Ministro, ha causado más incredulidad que otra cosa. Wen no solo se ha manifestado a favor de una reforma económica, sino también política; y no solo del sistema de gobierno, sino también del Partido Comunista.
Cuesta escuchar sin reticencia a un líder de tal calibre y peso dentro del Buro comunista pronunciarse a favor de un viraje hacia lo democrático. Pero es que el episodio de la localidad de Wukan se las está poniendo difícil a los chinos de la vieja guardia.
Esta pequeña ciudad de 20.000 habitantes en la provincia de Guandong se volvió noticia cuando los ciudadanos de a pie decidieron transar por la fuerza sus diferencias con las autoridades locales, llevándolos a aceptar que la población estaba determinada a elegir a sus nuevas autoridades.
Los pequeños pueblos chinos han gozado por tradición del beneficio de la elección de sus líderes, pero los votos han estado siempre controlados desde lo alto del poder, a través de simulacros vejatorios de la voluntad popular. La votación, en esta ocasión, no pudo ser organizada desde afuera.
La población fue cuidadosamente entrenada por los disidentes para que la elección fuera limpia, inviolable y secreta. La idea era poder sacar del poder a los corruptos miembros del Consejo de la ciudad, quienes años atrás habían vendido a terceros las tierras de los lugareños en contra de su voluntad y mediante procesos de flagrante fraude.
Durante muchos años los habitantes de Wukan habían batallado tanto en el terreno de las peticiones legales, como en el de las protestas sangrientas para recuperar sus tierras.
Los excesos de las autoridades se convirtieron en una muralla por derribar cuando uno de los activistas en las revueltas de diciembre pasado, Xue Jinbo , fue sometido por la policía y murió en la cárcel por los maltratos recibidos.
La votación celebrada a fin del mes pasado se convirtió en la única transparente en la historia de la localidad.
¿Puede considerarse a Wukan un fenómeno aislado dentro de las decenas de miles de casos de malestar ciudadano que se expresan anualmente de viva voz a lo largo de la vasta geografía china? Son muchos los analistas que aseguran que “las reformas en China no nacen en lugares como Wukan: comienzan en la cúpula y percolan hacia abajo”.
La declaración de Wen Jiabao esta semana, en torno a la necesidad de reformas estructurales y, su comentario de que una “tragedia histórica como la Revolución Cultural puede volver a ocurrir”, hace pensar que se está invirtiendo el origen de las propuestas y la generación de las soluciones. Y el asunto va a ser como en Wukan, por las buenas o por las malas
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