Por…    Gabriela Calderón de Burgos

Históricamente han sido una mala combinación. No solo es evidente en el caso del banco estatal COFIEC que hoy ocupa las portadas de los diarios, sino a lo largo de la historia de nuestro país. Guillermo Arosemena en su obra La historia empresarial del Ecuador (1998)1 dice que “en más de una ocasión, el gobernante de turno asaltó a las instituciones financieras . . . En más de una ocasión [los banqueros] se aliaron con los gobernantes para poder sacar beneficio propio”. Todos siempre contentos hasta que esta mala combinación resultaba en una crisis.

Arosemena indica que “Los banqueros, en el fondo, prefirieron lidiar con el Gobierno en lugar de prestar pequeñas cantidades al público…además se les presentó la oportunidad para demandar favores de los gobiernos”. Por ejemplo, no era extraño que los banqueros obtuvieran privilegios del Estado en la forma de aranceles que favorecían a sus empresas. Pero al final del día el poder político terminaba imponiéndose ante el poder económico. El autor recuerda cómo el dictador Ignacio de Veintimilla asaltó con las fuerzas armadas las bóvedas Banco del Ecuador (privado) en 1883 y luego cómo en 1899 Eloy Alfaro obligaría a los bancos privados a otorgarle un préstamo sin respaldo en reservas de oro.

El libro de Arosemena muestra cómo, incluso desde antes de que naciera el Banco Central del Ecuador (BCE) en 1927, las crisis siempre estuvieron ligadas al insaciable apetito que han tenido los políticos por el gasto. Carlos Julio Arosemena Tola, en un informe a la misión Kemmerer que había venido entre otras cosas a establecer el BCE, señalaba entre las principales causas de las crisis pre-1926 a la inconvertibilidad de la moneda al oro que se decretó en 1914, a los recurrentes déficit presupuestarios y al despilfarro de los fondos públicos.

La crisis de 1999 también se debe a esa malsana combinación de la banca y la política. Esto se percibe particularmente desde 1983, cuando se sucretizó la deuda externa de los bancos privados, mecanismo mediante el cual el Estado asumió la deuda externa de los banqueros privados. Así, supuestamente se evitó una quiebra generalizada, lo cierto es que se benefició a los acreedores (bancos extranjeros) y a los dueños de los bancos locales, derivando en un significativo aumento de la deuda externa pública y de la inflación en los años siguientes.

Posteriormente, León Febres-Cordero extendió el plazo de pago y permitió que los banqueros locales cancelaran sus obligaciones con el BCE aceptando al valor nominal bonos del Estado ecuatoriano que en ese momento se vendían con altísimo descuento. Esto por mencionar solo dos ejemplos de cómo desde ese entonces el BCE se convirtió en el principal salvavidas de los propietarios de los bancos y gestor de la expansión monetaria que culminó con el sucre en caída libre de 1999.2

La crisis aislada en COFIEC es un nuevo ejemplo de cómo la intervención del Estado favorece a personas con contactos en altos niveles y cómo se produce la concentración de crédito en empresas controladas por el mismo Estado. Este caso debe servir como una alarma para que se investigue la posible concentración directa o indirecta de facilidades concedidas por otros bancos estatales como la Corporación Financiera Nacional (CFN), el Banco Nacional de Fomento (BNF) y el Banco del Estado (BEDE).

Referencias:

1. Arosemena A., Guillermo. La historia empresarial del Ecuador: El sector bancario (Volumen III). 1998.

2. Romero Alemán, Pedro. “Crisis bancarias: Causas y posibles soluciones”. Ideas de Libertad No. 13. Instituto Ecuatoriano de Economía Política. 16 de agosto de 2006.

Suerte en sus vidas…