Por… David R. Henderson
Este programa, entonces, gasta $10.000 millones para generar mil millones de veces $4, es decir, $4.000 millones de valor neto. Aunque el PIB registra los $10.000 millones, la ganancia real es solamente $4.000 millones. El multiplicador puede que añada a la ganancia. Pero mi punto es que al enfocarse en el PIB, los partidarios del programa se han olvidado de que el PIB no es lo mismo que el bienestar. La porción de $10.000 millones del PIB que se debe principalmente a los hoyos rellenados representa un beneficio de solamente $4.000 millones.
Y, por supuesto, no hemos siquiera mencionado la pérdida de bienestar debido a los dos factores interrelacionados. Primero, los $10.000 millones deben ser financiados de alguna manera, tradicionalmente con impuestos futuros o con la impresión de dinero. Segundo, sin importar cuál de estos dos métodos sea escogido, hay un costo más allá de $10.000 millones que los economistas denominan la pérdida de peso muerto. En el caso de los impuestos futuros, la pérdida de peso muerto es la pérdida producto del comportamiento que evita pagar impuestos por parte de los contribuyentes. En el caso de imprimir dinero, la pérdida de peso muerto es causada por el hecho de que las personas que tienen dinero economizarán su uso para evitar el impuesto implícito que viene con tener dinero que pierde su valor.
Un programa reciente más específico, más allá del programa general de aumentar el gasto público, ilustra cómo los economistas pueden olvidarse (o ignorar) que el PIB y el bienestar no son lo mismo. Eso fue el programa llamado “efectivo por chatarras” (“Cash for Clunkers”) que el gobierno federal llevó a cabo durante el verano de 2009. Bajo este programa, si las personas poseían un carro por lo menos durante un año, y si el carro recorría menos de 18 millas por galón, podían entregar el carro en canje por uno nuevo y obtener hasta $4.500 en crédito del concesionario para la compra de un nuevo vehículo. El concesionario luego destruía el motor para sacar al auto de circulación y luego era reembolsado por el Estado.
Aquí está lo que el economista de Harvard Martin Feldstein escribió unos meses después: “Efectivo por chatarras”, por ejemplo, fue exitoso en aumentar la compra de carros y darle un crecimiento temporal al PIB, dado que dos tercios del PIB del tercer cuarto del año se debió a la producción de automóviles. El crédito para los compradores de una primera casa también le dio un empuje temporal al mercado de bienes raíces. Pero ambos programas simplemente prestaron demanda del futuro”.
¿Ven lo que falta? La única crítica de Feldstein al programa de “Efectivo por chatarras” es que “prestó demanda del futuro”. Esto es cierto, pero nótese lo que deja por fuera: que el propósito del programa era generar PIB aún cuando tuviese que incurrir en el costo de destruir el bienestar. El Estado de hecho pagó para obtener bienes con valor del sector privado y destruirlos. Por lo que incluso para un economista tan bueno como Martin Feldstein, el PIB se ha convertido en el Santo Cáliz. El PIB ha reemplazado al bienestar. Eso es el fetichismo del PIB.
Si en lugar de buscar al PIB, nos preguntáramos de cada política gubernamental, “¿Cuánto costará y cuánto valor creará?” tal vez obtendríamos mejores políticas públicas. El concepto del PIB, utilizado con cuidado, puede ser útil. Pero por muchas personas, incluso por muchos buenos economistas, el PIB ha sido utilizado para juzgar el bienestar aún cuando hacer esto conduce a conclusiones que contribuyen a generar confusión.
Espero que les haya entretenido y gustado estos cuatro capítulos sobre el PIB.
Suerte en sus inversiones…