Por… David R. Henderson
La TSA. Cuando los profesores de economía enseñamos lo básico del Producto Interno Bruto (PIB), usualmente les advertimos a nuestros estudiantes que esta no es una buena medida del bienestar. Desafortunadamente, muchos economistas continúan dándole al PIB mucho más crédito del que se merece. Suelen considerar la política fiscal y monetaria correcta si estas políticas aumentan el PIB, pero muchas veces no preguntan, y mucho menos contestan, si esas mismas políticas aumentan o reducen el bienestar. Tengo un término para el acto de darle un lugar tan sagrado al PIB en el razonamiento de los economistas: el fetichismo del PIB. Si repasamos algunos principios básicos de economía, lo evitaremos y haremos un mejor análisis económico y propondremos mejores políticas públicas.
Para entender por qué el PIB no es lo mismo que el bienestar [utilizo “bienestar” y “buena calidad de vida” de manera intercambiable], consideremos la definición del PIB. Una de las más cuidadosas definiciones está en The Economic Way of Thinking (Edición No. 10) de Paul Heyne, Peter Boettke y David Prychitko. Ellos escriben: “El producto interno bruto es el valor de mercado de todos los productos acabados producidos en todo el país durante el curso de un año”. Muchos economistas estarían de acuerdo con esta definición. Resulta, que, como Heyne y sus co-autores lo indican, incluso esta cuidadosa definición no caracteriza precisamente el PIB, mucho menos el bienestar. Es imprecisa de dos maneras. Primero porque usualmente no hay mercado para las cosas que el Estado produce (el correo estadounidense es una de las excepciones), el gasto público en bienes y servicios está valorado al costo en lugar de ser valorado al precio de mercado. Segundo, porque muchos bienes y servicios no son comprados ni vendidos, aunque podrían tener un valor de mercado si lo fuesen, estos bienes y servicios no están incluidos en el PIB. En las primeras ediciones de su popular libro de texto, Economics, el difunto Paul Samuelson dio su ejemplo favorito de esta desventaja en la contabilidad del PIB. Samuelson indicó que si un hombre se casaba con su empleada, entonces, si todo se mantiene igual, el PIB caería.
Estas dos imprecisiones por si solas significan que el PIB actual no es una buena medida del bienestar. Considere la primera imprecisión—la valoración de los bienes y servicios provistos por el Estado al costo en lugar de a precios de mercado. Muchos programas estatales de hecho destruyen valor en lugar de crearlo. Mi ejemplo “favorito” es el acoso sistemático de los pasajeros de aviones por parte de la Administración de Seguridad de Transporte (TSA, por sus siglas en inglés). El presupuesto anual de TSA es de $6.300 millones. Si usted cree que estos $6.300 millones valen cero, entonces usted concluiría que la contribución de la TSA al PIB no es de $6.300 millones, sino de cero dólares. Pero incluso cero sobreestima la contribución de la TSA al PIB porque TSA no crea un valor de cero; crea un valor negativo, al desperdiciar el tiempo de los pasajeros haciéndolos esperar en fila y empacar de maneras que de otra manera no hubiesen empacado. también destruye valor al causar que los pasajeros al margen se desplacen hacia medios menos seguros para viajar. Si usted duda del hecho de que TSA destruye valor, entonces pregúntese cuánto pagaría por evitar las filas y la pérdida de privacidad. Apuesto que es más que cero.
Suerte en sus inversiones…