Por… Beatriz De Majo C.
Con una frecuencia cada vez mayor, en los medios de comunicación estatales chinos se leen advertencias sobre una posible crisis hipotecaria, similar a la americana, la que desató la crisis de 2008.
Pero el peligro de la explosión de una burbuja inmobiliaria no es el único que enfrenta el gobierno de Beijing.
A este viene a sumarse un fenómeno nuevo que se expande descontroladamente: un sistema bancario que opera en la sombra desde hace aproximadamente dos años.
Totalmente al margen de la ley existe hoy un entramado de empresas, inversores y prestamistas que se han convertido en una opción para la falta de créditos y de capital, una política restrictiva que ha sido instrumentada por parte del Estado para contener el crecimiento descontrolado, en particular del sector de la construcción e inmobiliario y para tratar de impedir, justamente, el crecimiento de una perniciosa burbuja.
Después de haber promovido un plan masivo de vivienda para todos, subsidiando las viviendas de interés social con el propósito de estimular su compra, ahora las autoridades han dado un golpe de timón.
Los agentes gubernamentales en el presente están restringiendo el crédito inmobiliario e imponiendo condiciones más severas sobre las adquisiciones de hogares. El resultado está a la vista: crédito de difícil acceso para todo el mundo.
Pero como ocurre frente a todos los controles impuestos desde el Estado, la respuesta de la población ávida de un techo y necesitada de poner su generación de recursos en una vivienda que abrigue sus años otoñales, la solución de la usura y de los prestamistas ilegales ha aparecido como una panacea para muchos, no solo en el campo inmobiliario sino en otros por igual.
Así, pues, hay alarma en los círculos del poder y se busca hacer un fino ajuste que permita temperar los riesgos, particularmente los sociales.
La falta de financiamiento ha hecho quebrar a infinidad de empresas de talla reducida y media. Para ayudar a estas pequeñas y medianas empresas que no pueden acceder al crédito bancario y que vienen recurriendo insistentemente al mercado gris, ahora se trata de instrumentar un programa de sostén económico.
Pero éste tardará en llegar mientras el mercado gris se sigue inflando y alimentando con dineros provenientes de las mismas entidades bancarias oficiales y de los bancos privados más grandes, los que, de esta manera, sortean los límites crediticios impuestos a nivel gubernamental.
Un fino ajedrez estratégico tiene que ser puesto en ejecución en lo inmediato porque, tal como lo ha señalado Barclays, la falta de créditos pudiera desatar una ola de impagos que afectaría por igual a los bancos estatales de mayor tamaño, a los medianos y a las empresas que trabajan en el sistema financiero ilegal.
Nadie sabe si este puede ser el disparador que haga explotar la burbuja china, pero el Gobierno hará todo lo necesario para mantener el estímulo a la construcción, que representa en su conjunto una cuarta parte del PIB chino. Hasta cerrar un poco los ojos frente a la banca gris.
El mundo sigue atento el devenir de este tema en el país asiático: un frenazo en la demanda de acero y de cemento podría ser el elemento que hace falta para terminar de descalabrar la economía mundial.