Por…Andrés Oppenheimer |
Cuando funcionarios de educación de todo el mundo vienen aquí para ver por qué los estudiantes de Singapur obtienen tan buenos resultados en los exámenes internacionales de ciencia y matemática, no les lleva demasiado tiempo descubrir el secreto: hay una obsesión nacional con la educación.
Es una obsesión que, como pude observar a los pocos minutos de llegar al aeropuerto, se manifiesta hasta en los billetes de dólares del país. Mientras los billetes en Estados Unidos y Latinoamérica muestran imágenes de próceres del pasado, el billete de 2 dólares de Singapur -el de mayor circulación, ya que no hay otro de menor denominación aquí- muestra un aula con los alumnos escuchando atentamente lo que dice un profesor, con una universidad en el fondo. Debajo, se lee una sola palabra: “Educación“.
En el transcurso de una visita de una semana, encontré en todas partes síntomas de esta obsesión nacional: hay bibliotecas públicas en los centros comerciales, enormes titulares en los medios sobre estudiantes que sobresalen académicamente, y un ministro de Educación que -tal vez sintomáticamente- también es ministro alterno de Defensa.
Hoy día, en gran parte por su énfasis en la educación, Singapur es el noveno país más rico del mundo en ingreso per cápita. Hace cuatro décadas, Singapur tenía un alto nivel de analfabetismo. Hoy día, Singapur ocupa el primer puesto en los exámenes internacionales TIMSS destinados a evaluar la capacidad de los estudiantes de 4° y 8° en matemática y ciencias.
La Universidad Nacional de Singapur ocupa el lugar número 30 entre las mejores universidades del mundo del Suplemento de Educación Superior del Times de Londres. “Para nosotros, la educación es una cuestión de supervivencia”, me dijo el presidente de la Universidad Nacional de Singapur, Tan Chorh Chuan.
¿Cómo lo hizo Singapur? Según funcionarios y académicos locales, el fundador del país, Lee Kwan Yew, tuvo la visión de convertir a Singapur en un país angloparlante con educación bilingüe, donde los estudiantes aprenden inglés como primer idioma, y su lengua materna -mandarín, tamil o malayo- como segunda lengua. También convirtió el sistema educativo en una de las más duras meritocracias del mundo, que produce trabajadores altamente calificados, y que exporta cada vez más productos de alta tecnología.
Mi opinión: Por su pequeño tamaño y su régimen autoritario -la broma en Singapur es que aquí hay tanta censura que no se puede ir a pescar, porque hasta los peces tienen la boca cerrada-, no se puede presentar a este país como un modelo a seguir. No obstante, podemos aprender algo de su obsesión con la educación, y de su red de seguridad académica para estudiantes de bajo desempeño.
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