Por Ignacio Marco-Gardoqui

La ponencia que prepara el PP para su próximo congreso contiene la clave del problema, la llave que abriría la puerta a la solución de nuestros numerosos y graves problemas. Dice sí; “El Partido Popular pide el compromiso de toda la Nación, de todos y cada uno de los españoles, para unir fuerzas en la consecución de tres objetivos; alcanzar la estabilidad presupuestaria, completar el saneamiento del sistema financiero e impulsar las reformas estructurales que hagan mucho más competitiva y flexible a nuestra economía”. Fin de la cita. Amén.

Creo que la definición de los objetivos no se puede mejorar, el problema reside en que solo podemos imaginar la concreción de las medidas dirigidas a alcanzarlos, pues no han sido comunicadas a una ciudadanía tan expectante como desanimada.

Acierta cuando intenta conseguir el compromiso de la Nación, de todos y cada uno de los españoles. La tarea que tenemos por delante es tan enorme que necesitamos el esfuerzo general. La actuación del Gobierno es imprescindible, pero insuficiente. Con sus propias fuerzas será capaz de generar cierta demanda-si antes consigue enderezar las cuentas públicas, claro-, pero eso no creará empleo en una economía tan deprimida y deprimente como la actual. Lo mismo les sucede a los empresarios, a quien no bastarán sus buenos deseos si no hay oportunidades en el mercado. Además, necesitamos muchos más empresarios y eso requiere del apoyo, el impulso y el cuidado de toda la sociedad.

Acierta también cuando identifica los tres objetivos esenciales: estabilidad presupuestaria, saneamiento financiero y reformas estructurales. No sé si todos son compatibles entre si. –pues no sabemos la cantidad de dinero público que se pondrá a disposición del sector financiero para que recupere un nivel decente de salubridad- pero indudablemente, todos son necesarios.

Los tres objetivos son esenciales para recomponer nuestra economía y, al mismo tiempo, conseguir empleo y riqueza. También están bien definidos pero, insisto, necesitan concreción y un orden cronológico cuidadoso. La estabilidad presupuestaria está encauzada y el saneamiento financiero, muy complejo, requiere el sosiego y la discreción de un monasterio trapense.

Así que llegamos al siguiente capítulo, que es la reforma laboral, una cuestión crucial para disipar el miedo a contratar que atenaza a los empresarios. Ha pasado ya el tiempo suficiente, en esta y la anterior legislatura, para que no resulte aventurado apostar por la necesidad de una intervención gubernamental directa, ante la manifiesta incapacidad de los agentes sociales para completar los acuerdos. El Gobierno tiene que pasar este examen y hacerlo pronto, si quiere evitar que se cumplan las negras previsiones del FMI, que hace bien poco nos auguraba un 2012 nefasto.


Salud y suerte en las inversiones, las vamos a necesitar.